La disfemia o tartamudez de desarrollo es un trastorno de la fluidez del habla que se caracteriza por una expresión verbal interrumpida en su ritmo de un modo más o menos brusco. La disrupción del discurso se acompaña de otros signos anormales que afectan funcionalmente a la coordinación fonorrespiratoria y al tono muscular junto con respuestas emocionales y negativas.
De las múltiples definiciones que se han dado de la disfemia, una de las más sencillas y expresivas es la que propone Van Riper (1973): “[…] una palabra mal organizada temporalmente, más la consecutiva reacción del hablante a esta palabra”.
A este trastorno del ritmo del habla se añaden una serie de factores psicopatológicos que complican el cuadro y convierten la disfemia en un síndrome complejo y difícil de tratar. La incoordinación de movimientos sería responsable del tartamudeo básico (Stromsta, 1986), mientras que la alteración emocional sería un fenómeno secundario al tartamudeo, aprendido y responsable de la complicación y mantenimiento del trastorno. Su etiología no es del todo conocida aún. Probablemente no hay una única causa sino que existen varios factores causales, entre ellos los genéticos y también ambientales, que interactúan durante los primeros años de la infancia en el contexto del desarrollo de la comunicación verbal.
Existe un diagnóstico diferencial que se establece según Jordi Peña Casanova (1988) a partir de los siguientes síntomas:
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La No-Fluencia Normal, o habla vacilante de la primera infancia, fenómeno normal en la adquisición del lenguaje del niño.
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Es frecuente que en niños que aún están en período de adquisición del lenguaje se den episodios de tartamudez, lo cual es posible que ponga en alerta a las familias, pero debemos saber que estos períodos son normales y que hasta que el lenguaje es totalmente asimilado por un niño es normal que aparezcan bloqueos y dificultades en el ritmo de su habla.
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Los procesos de retraso evolutivo del lenguaje en que se da un problema de insuficiencia linguoespeculativa, resultando un habla discontinua, con grandes pausas y repeticiones de palabras por dificultad para formular el pensamiento en el lenguaje (Disfluencia Semántica y Sintáctica).
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En este caso, la falta de estimulación o el retraso madurativo del niño también pueden ser motivo de un habla vacilante. Pero para cubrir esta falta de estimulación en el entorno escolar se cuenta con numerosos recursos y habilidades de los docentes dentro del ámbito escolar.Como son los programas de estimulación (programas o talleres que se realizan por parte del maestro de Audición y Lenguaje, para ejercitar la musculatura orofacial, aproximar a los niños al sonido correcto de cada fonema, ejercicios de respiración y soplo…) que se suelen llevar a cabo en Educación Infantil, los apartados de vocabulario y sintaxis con los que cuentan las diferentes materias…
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Los trastornos de la fluidez verbal por causa neorológica.
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En estos casos hay un informe médico que establece la causa neurológica por la cual se está dando la disfemia y ante la que debe intervenir el maestro de Audición y Lenguaje.
Existe también una clasificación internacional que se recoge en el Manual de Diagnóstico Internacional de Trastornos Mentales (DSM-V) (APA, 2014), que presenta una serie de criterios para el diagnóstico de la tartamudez.
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Alteraciones de la fluidez y la organización temporal normales del habla que son inadecuadas para la edad del individuo y las habilidades de lenguaje, persisten con el tiempo y se caracterizan por la aparición frecuente y notable de uno (o más) de los siguientes factores:
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Repetición de sonidos y sílabas.
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Prolongación de sonido de consonantes y vocales.
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Palabras fragmentadas (p. ej., pausas en medio de una palabra).
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Bloqueo audible o silencios (pausas en el habla, llenas o vacías).
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Circunloquios (sustitución de palabras para evitar palabras problemáticas).
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Palabras producidas con exceso de tensión física.
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Repetición de palabras completas monosilábicas (p. ej., “Yo-Yo-Yo-Yo lo veo”).
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La alteración causa ansiedad al hablar o limitaciones en la comunicación eficaz, la participación social, el rendimiento académico o laboral de forma individual o en cualquier combinación.
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El inicio de los síntomas se produce en las primeras fases del período de desarrollo.
La alteración no se puede atribuir a un déficit motor o sensitivo del habla, disfluencia asociada a un daño neurológico (p. ej., ictus, tumor, traumatismo) o a otra afección médica y no se explica mejor por otro trastorno mental.
El Manual de logopedia escolar. Un enfoque práctico,de J. R. Gallardo Ruiz y J. L. Gallego Ortega, recoge una clasificación de la disfemia siguiendo las características que presente el habla del disfémico.
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Disfemia clónica (stuttering): Caracterizada por la repetición convulsiva de una sílaba o grupo de sílabas durante la emisión de la frase.
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Disfemia tónica (stammerint): Caracterizada por una interrupción total del habla, produciéndose al final una salida repentina de la emisión.
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Disfemia mixta (clónico-tónica/ tónica-clónica). Perelló (1990) habla de la “ley de clo-to”, según la cual la tartamudez se inicia en una fase clónica y pasa a tónica si no recibe un tratamiento adecuado.
Etiología
Respecto a las causas de la disfemia encontramos múltiples factores que pueden influir en su aparición.
Por un lado se ha relacionado el tartamudeo con factores genéticos, dada la alta incidencia familiar. Los estudios descartan que el problema sea hereditario, aunque hay un amplio acuerdo en los estudios de que existe una predisposición a adquirir la tartamudez, la cual se transmite genéticamente (Andrews y Harris, 1964; Van Riper, 1982; Wingate, 1988; Bloodstein, 1995; Ambrose et al., 1997; Felsenfeld, 1997 y 2000). Los resultados de las investigaciones destacan las siguientes observaciones:
El tartamudeo es tres veces más común en familias con sujetos tartamudos que en familias que no los tienen.
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El problema se presenta de cinco a diez veces más en hombres que en mujeres.
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Con respecto a los hermanos, la tartamudez se ha encontrado en un 90 % en parejas de gemelos si son monocigóticos. Sin embargo, si los gemelos son dicigóticos el porcentaje disminuye a un 25 %.
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La incidencia de tartamudeo entre parientes de sujetos tartamudos es de un 14 %. Si son mujeres, los familiares tienen mayor riesgo que los familiares hombres. No parece que exista relación entre la gravedad del tartamudeo y el número de personas que tartamudeen en la familia (Kidd, 1980).
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El número de mujeres que se recuperan espontáneamente es más alto en comparación con el de los hombres (66 % mujeres, 46 % hombres).
También se han encontrado en los tartamudos algunas alteraciones en diferentes procesos fisiológicos relacionados con la producción del habla, como pueden ser:
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Dificultades en la planificación y ejecución de los movimientos del habla.
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Diferencias en el procesamiento hemisférico del habla.
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Diferencias en registros electroencefalográficos.
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Diferencias en la actividad del oído medio y en el procesamiento auditivo.
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No aparecen anomalías estructurales del cerebro.
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No se han evidenciado lesiones cerebrales ni signos de enfermedad degenerativa.
Entre los factores fisiológicos se plantea también la influencia de un temperamento sensible e inhibido, lo cual puede influir en que el niño reaccione con signos de estrés y tensión muscular ante situaciones o personas nuevas. Esta sensibilidad se ha asociado con una tendencia mayor a respuestas emocionales como el retraimiento y la evitación (Contur, 1991; Peters y Guitar, 1991; Bloodstein, 1995; Guitar, 1997, 2000).
Dado que el tartamudeo aparece con una gran variabilidad en el contexto social, otros modelos explicativos plantean la importancia de factores psicosociales que pudieran estar relacionados, como pueden ser:
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La actitud negativa de los padres o del interlocutor hacia el habla del niño.
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La atención prestada a los errores puede generar temor y ansiedad.
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El proceso de aprendizaje de las habilidades comunicativas se puede alterar.
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Un alto nivel de exigencia de los padres puede mantener el problema.
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La escasa habilidad social, el retraimiento o ansiedad social y la baja autoestima en el niño son factores de riesgo.
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Las situaciones de estrés o conflictivas que viva el niño pueden ser factores desencadenantes de la dificultad.
Factores lingüísticos: el comienzo del trastorno entre los dos y los cinco años coincide con una etapa de amplio desarrollo lingüístico y cognitivo. Desde esta perspectiva se establece una relación entre las disfluencias del niño en las primeras etapas y posibles problemas en el desarrollo del lenguaje. Las investigaciones indican que los niños con tartamudez presentan más dificultades en el área del lenguaje (retraso, problemas de pronunciación, etc.) que los niños sin problemas.
Por lo tanto, se establecen los siguientes factores lingüísticos:
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La relación entre las disfluencias y posibles problemas en el desarrollo del lenguaje.
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Etapa de amplio desarrollo lingüístico y cognitivo entre los dos y los cinco años.
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Los estudios indican más dificultades en el área del lenguaje (retraso, problemas de pronunciación, etc.) en los niños tartamudos que en los niños que no presentan tartamudez.
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En medidas de lenguaje (test de lenguaje, longitud media de emisión, etc.) las puntuaciones son más bajas en niños tartamudos que en niños no tartamudos.
(Resumen recogido de Fernández-Zuñiga y Caja del Castillo 2008).