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10/08/2006

noche gitana con duende y tronío

La noche del pasado martes fue una noche con mucho tronío, una noche clara y serena en la que el duende manó de la fuente de la sabiduría y se paseó por las tablas de la llamada Catedral del Cante a su libre albedrío. No todo fue permanente agua bendita, pero el duende sí dejó un incesante goteó de momentos sublimes con la flamenquísima voz jerezana de José Mercé, que contiene en sus matices muchos quilates o el baile de Manuela Carrasco, siempre puro y salvaje, que emerge como una tormenta que parece venir de un tiempo clásico ya pasado.

Manuela Carrasco

Manuela Carrasco

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La noche del pasado martes fue una noche con mucho tronío, una noche clara y serena en la que el duende manó de la fuente de la sabiduría y se paseó por las tablas de la llamada Catedral del Cante a su libre albedrío. No todo fue permanente agua bendita, pero el duende sí dejó un incesante goteó de momentos sublimes con la flamenquísima voz jerezana de José Mercé, que contiene en sus matices muchos quilates o el baile de Manuela Carrasco, siempre puro y salvaje, que emerge como una tormenta que parece venir de un tiempo clásico ya pasado.

José Mercé, después de dar la buenas noches y piropear al Festival, manifestó sentirse como en casa, comenzó por malagueñas acompañado por la siempre precisa guitarra de Moraíto Chico, que lo llevaba por un camino de rosas. De Málaga se volvía para Jerez y recordó los ecos de sus ancestros cantando una soleá al puro estilo jerezano. A la que le siguió una siguiriya para quitar el sentío, dedicada a su Curro de sus entrañas, una siguiriya imposible que bien pudiera explicar Félix Grande en su poema Cobrizo Spiritual: «Pues, ¿qué es el cante? ¿Qué es una siguiriya? ¿No es algo roto cuyos pedazos aúllan/ y riegan de sangre oscura el tabique de la reunión?/ No es la electricidad del amor y el miedo/ ¿No es la brasa que anda por entre el vello de los brazos sobresaltando a la miseria y al ultraje que nos desgastan?/ ¿No es el cante una borrachera de impotencia y coraje, una paz símica, un alimento horrible?» Que cada cual lo entienda a su manera. Y a su manera dejaba caer, en mitad de la noche, una serie de fandangos fuertes, dulces y nostálgicos, con una letra en la que los mineros se habían levantando en revolución por cuestiones de jornal, que fue muy aplaudida.

Ahí terminó su parte de interpretación al estilo clásico. Y a continuación salía con su excelente grupo formado por las guitarras de Moraíto y Queco, los coros de O'Hara Soto y Marce, la percusión de Guito, la inestimable flauta de Juan Parrilla, el violín de David Moreira, el bajo de Nieto y el piano de Diego Magallanes, y realizaban el otro flamenco, llámenlo x o póngale la etiqueta que quieran, y comenzaban por unas hermosas y luminosas alegrías, unos tangos y unas bulerías para resucitar a un muerto, realizando los temas Tú me roneas, Te pintaré y el que da título al último disco: Lo que no se da.

Después dejaba que se luciera Moraíto como solista, que tocaba unos tangos realmente asombrosos por el sentido del compás, combinando punteos brillantes y arduas falsetas. Mercé regresaba de nuevo al escenario y, ahora, cantaba el famoso tema de Luis Eduardo Aute Al alba, y se producía un momento muy emotivo de comunicación con una parte del público que cantaba el estribillo de la canción a modo de coro. Y terminaba su brillante actuación con Aire por bulerías, con el beneplácito unánime de la gran mayoría del respetable, y nunca mejor dicho: ¿Qué gran público!
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