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11/05/2007
il concerto accademico
Lo mejor que puede decirse de Il concerto accademico es que incluso en uno de sus días menos acertados, el resultado de su propuesta es tremendamente convincente. Acostumbrados como estamos a una línea de calidad elevadísima, y recordamos aquí su extraordinario concierto del pasado marzo en homenaje a Salzillo, o cualquiera de sus grabaciones, y a una exigencia en consonancia a lo que suelen darnos, cualquier cita con ellos es una garantía de seriedad y oficio, desde la plantilla instrumental proporcionada a la del primer clasicismo, a la elección del programa y, en este caso, a la colaboración de la extraordinaria guitarrista Carmen Ros.
Lo mejor que puede decirse de Il concerto accademico es que incluso en uno de sus días menos acertados, el resultado de su propuesta es tremendamente convincente. Acostumbrados como estamos a una línea de calidad elevadísima, y recordamos aquí su extraordinario concierto del pasado marzo en homenaje a Salzillo, o cualquiera de sus grabaciones, y a una exigencia en consonancia a lo que suelen darnos, cualquier cita con ellos es una garantía de seriedad y oficio, desde la plantilla instrumental proporcionada a la del primer clasicismo, a la elección del programa y, en este caso, a la colaboración de la extraordinaria guitarrista Carmen Ros.
No es habitual la interpretación de conciertos de guitarra, quizá por la complejidad ante la potencia sonora del instrumento. En esta ocasión, y dejando de lado la discusión sobre la amplificación de la guitarra, en cualquier caso perfectamente resuelta, la interpretación resultó plenamente ajustada al espíritu ecléctico de Giulani. Cabe resaltar los cambios de sonoridad de la cuerda, que sobre todo en el primer tiempo, consiguieron momentos de muy estimable belleza al fundirse con una guitarra que Carmen Ros adaptó con elegancia a los diferentes aires y con el colofón de un extraordinario bis excepcionalmente sensible.
En el programa habitualmente suelen mostrar obras no habituales en el repertorio. En este caso la novena sinfonía para cuerdas de Mendelssohn, compositor sorprendente por su madurez y que necesita un medio expresivo intermedio entre lo clásico y lo romántico que lo hace complejo de interpretar. Se echó de menos una mayor presencia de instrumentos graves, por lo que los juegos progresivos de sus nítidas armonías pasaron un poco desapercibidas, pero en el Andante camerístico el resultado fue muy notorio.
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