El inmenso vacío, la inconsolable sensación de pérdida que nos provocó a los murcianos la desaparición, hace hoy un año, de un artista de la categoría de Antonio Campillo Párraga, no ha podido ser enjugada ni por el consuelo que nos brinda la grandeza de su obra, ni por su impagable contribución a la riqueza artística de la tierra que lo vio nacer; una Región de Murcia en permanente deuda con su talento.
Transcurrido un año desde su fallecimiento, la excepcional figura como artista de Campillo se agranda aún más en su condición de artista, al corroborar cómo su obra está más viva que nunca si se atiende a la consideración que recibe del público. Sin embargo, en su vertiente personal, aquellos que tuvimos el privilegio y la dicha de disfrutar de su amistad, añoramos tremendamente su inabarcable humanidad, su decencia como creador y la sinceridad que lo definía a la hora de plasmar genialmente en madera, barro o metal aquellos secretos que sólo a él parecían revelarle unas musas cómplices y encantadas con esas piezas a las que insuflaba una fascinante vitalidad en su taller.
El magistral escultor de la Era Alta supo reflejar como nadie en sus creaciones las esencias y el espíritu que definen al común de las gentes de la Región de Murcia, como el encanto de la sencillez, el placer por disfrutar de la vida y la oculta belleza que atesora lo cotidiano. Esa estrecha identificación entre la producción artística de Campillo y su tierra de origen vive hoy nuevos episodios gracias a distintas iniciativas que han tenido lugar en este año de ausencia del artista.
En fechas recientes, el Museo Salzillo de Murcia ha sido el privilegiado escenario donde, por vez primera y gracias a una exposición que hacía realidad una de las grandes ilusiones de Campillo, han coexistido en perfecta armonía algunas destacadas obras de dos de los más grandes escultores de la Región, tan distantes entre sí en lo temporal y lo creativo como próximos en otros aspectos.
La inmensa alegría que, sin duda, hubiera experimentado entonces Antonio por ver hecho realidad ese viejo anhelo, habría colmado igualmente su corazón con motivo de la inauguración en Caravaca de la Cruz de su última obra, aquella en la que trabajaba en el momento de su muerte, ‘El peregrino’; escultórico y póstumo homenaje a los miles de personas que diariamente recorren nuestros senderos y veredas rumbo a la Basílica-Santuario de la Santísima y Vera Cruz caravaqueña, en un año tan emblemático como éste en que la localidad celebra su segundo Año Santo Jubilar.
También hemos de felicitarnos todos los murcianos por la reciente creación de la Fundación Antonio Campillo, como merecido reconocimiento y muestra de gratitud para quien, a través de su obra, ha ejercido por todo el mundo como ilustre embajador de la Región de Murcia. Una institución que, junto a una mayor difusión de las obras de Campillo, tiene entre sus fines el desarrollo de acciones de tipo cultural, artístico y complementario que sirvan de marco promocional de la Región de Murcia y el estudio y divulgación de la obra de los escultores murcianos.
Iniciativas todas que han contribuido, en distinta medida, a que los paisanos de Antonio Campillo hayamos tenido muy presente, a lo largo de estos últimos doce meses, el imborrable recuerdo de aquel que fue distinguido con el privilegiado don de convertir lo inanimado en latente y sugestiva fascinación, de trocar lo inerte en materia viva para el permanente disfrute de cuantos gozamos contemplando la obra de un murciano cabal, de un creador irrepetible.
Ramón Luis Valcárcel Siso Presidente de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia