Elizabeth Anscombe y la noción de acción intencional
María D. García-Arnaldos
Universidad de Santiago de Compostela
Resumen: En Intention1, Elizabeth Anscombe afirma que el concepto de ‘razones para actuar’ está estrechamente relacionado con el concepto de acción intencional. Una acción es intencional si la pregunta ‘¿por qué?’ es pertinente, aunque no siempre pueda responderse (Anscombe 2000: §5). Desde las teorías no causales de la acción, como la de Anscombe, las razones no se consideran causas de la acción; en cambio, para las teorías causales de la acción, como la de Davidson (Davidson 1980), las razones son un tipo especial de causa. Aquí mantenemos en la línea de Anscombe, que la razón constituye la justificación de la acción. Pero mientras para Anscombe, el vínculo entre razón y acción se establece a través de la comprensión de ambos conceptos o a través de principios normativos, consideramos que hay acciones mentales básicas a partir de la cuales podemos dar razones explicativas.
Palabras clave: Acción intencional; Razones para actuar; Teorías no-causales de la acción; Teorías causales de la acción; Acción mental básica; Intención.
1. Introducción
En The Philosophy of Elizabeth Anscombe, Teichmann (2008) presenta a Anscombe como una de los gigantes de la filosofía del siglo XX, una pensadora original a la que se ha ido descubriendo lentamente a lo largo de los años dada la dificultad de muchos de sus trabajos. Se requiere, de hecho, no solo una lectura paciente y atenta sino posteriores relecturas para lograr una comprensión no simplista de su pensamiento. Precisamente, mostrar la complejidad de lo que aparentemente se nos presenta sencillo es uno de los propósitos que se le podría atribuir a Anscombe, así como el de desenmascarar la banalidad de ciertas teorías que, escondidas detrás de etiquetas y postureo, se presentan como sofisticadas (cfr. Wiseman 2016: 2).
El objetivo de este trabajo es presentar la relevancia y actualidad del pensamiento de Anscombe, centrándonos particularmente en su obra Intention. Uno de los conceptos claves de su teoría es el de acción intencional que se encuadra dentro de las teorías no causales de la acción. Desde dichas teorías, las razones no se consideran causas de la acción; en cambio, para las teorías causales de la acción, como la de Davidson (Davidson 1980), las razones son un tipo especial de causa. Aquí mantendremos en la línea de Anscombe, que la razón constituye la justificación de la acción. Wright (Wright 2014) por su parte, sostiene que, en el caso de acciones mentales básicas, la acción precede a la intencionalidad, no obstante, desde ese enfoque no hay una explicación clara de cómo es eso posible. En la sección final, mostraremos cómo el análisis de Anscombe puede arrojar luz a la hora de solucionar el problema para Wright que es demostrar que la acción es previa a la intención.
2. Elizabeth Anscombe
G. E. M. Anscombe (1919-2001) estudió en St. Hugh’s College en Oxford entre 1937 y 1941, donde también obtuvo una beca de investigación. En 1941 se casó con el filósofo Peter Geach con el que tuvo siete hijos. Estudió en Cambridge como investigadora donde conoció y fue alumna de Wittgenstein. Enseñó filosofía en Oxford y en Cambridge, en el lugar que antes ocuparon G. E. Moore y L. Wittgenstein, desde 1970 hasta 1986, año en que se retiró. Publicó tres libros: Intention (1957), An Introduction to Wittgenstein’s Tractatus (1959), y Three Philosophers (con Peter Geach) (2002) y numerosos artículos sobre diversos temas de filosofía recogidos en tres volúmenes, dos de los cuales se publicaron póstumamente. Junto a G. H. von Wright y R. Rhees fue albacea y editora de muchos de los trabajos de Wittgenstein. Algunos de ellos fueron traducidos por ella misma. Conocida es, sobre todo, su traducción de las Investigaciones Filosóficas, ampliamente citada en todo el mundo de habla inglesa.
En los tiempos en los que Anscombe comenzó a estudiar (1938), la Universidad de Oxford había admitido a mujeres solo desde hacía 50 años. Contemporáneas a Anscombe fueron Philippa Foot, Iris Murdoch, Mary Midgely y Mary Warnock, todas ellas filósofas interesadas en entender este intrincado mundo –‘deeply puzzling world’ (Midgely 2013)–, más que en disputas dialécticas de la academia centradas en el propio discurso.
La obra de Anscombe abarca diferentes ámbitos filosóficos, como la ética, la filosofía de la mente y de la acción, que desarrolló tendiendo vínculos con otras áreas de la filosofía. Pensadora versátil, no consideraba la filosofía una disciplina técnica sino, más bien, la tarea de pensar acerca de cuestiones últimas y de abordar las preguntas más difíciles (Wiseman 2016: 17)
En 1957 publicó Intention, un libro de menos de 100 páginas que el filósofo norteamericano D. Davidson llegó a considerar el estudio acerca de la acción más importante desde Aristóteles (cfr. Stoutland 2011: 1). Curiosamente, durante muchos años este trabajo se usaba como simple estudio preliminar de una teoría mucho más sofisticada como la de Davidson (cfr. Wiseman 2016: 3). Aunque con posterioridad se convirtió en un ensayo muy influyente, tanto la teoría de la acción como la tesis acerca de la intención que ofrecía en él, eran poco comprendidas y hasta hace relativamente poco seguían teniendo poco impacto. La influencia de dicho trabajo fue debida a que supuso el inicio de un área de estudio, el de la acción, como tema filosófico (Wiseman 2016: 21). Actualmente, Intention ya ha adquirido el estatus de un clásico (Stoutland 2011: 3).
Un modo de acercamiento a las cuestiones que Anscombe plantea en Intention es contextualizando la obra. Como ella misma presenta en la introducción, Intention contiene mayormente las conferencias que dictó en Oxford en 1957. En aquel momento, la universidad de Oxford acababa de proponer la concesión de un “honorary degree” al presidente de los Estados Unidos, Harry S. Truman. Truman fue nombrado presidente tras la muerte de Franklin D. Roosevelt en 1945 y fue el que ordenó lanzar las bombas atómicas en Japón que causaron la muerte de más de 80.000 civiles en el impacto y un número semejante a lo largo de los meses siguientes a causa de los efectos provocados por las bombas:
In 1956, Oxford University proposed to award Truman with an honorary degree. Anscombe opposed this on the grounds that, as the person who gave that order, Truman was guilty of mass murder. As such, she argued, Oxford University should not be bestowing him with honours; to do so, she said, was comparable to ‘honouring Hitler or Nero or Genghis Khan’ […] (Wiseman 2016: 28)
Uno de los debates que suscitaba el caso de “Mr. Truman’s Degree” (1957b) era la distinción entre causar la muerte y asesinar que se suele abordar desde el ámbito ético y legal. Esta situación, llevó a Anscombe a sugerir que es necesario establecer una filosofía de la psicología previa adecuada si se quiere hacer filosofía moral de modo productivo. Tres de los términos que requerían una clarificación conceptual antes de cualquier análisis ético eran los tres conceptos que la autora introduce en Intention: “[…] ‘expression of intention for the future, intentional action, and intention in acting’ (contents, §1, p. i)” (Wiseman 2016: 27)
Algunas de las preguntas más relevantes que se formulan en Intention nacen, precisamente, a la luz de dicha clarificación y siguen estando vigentes en el debate actual. En primer lugar, cómo establecemos qué es una acción. Es decir, cómo distinguimos una acción de un mero movimiento; las condiciones que identifican una acción ¿vienen dadas por las acciones físicas o corporales o por las intenciones? Y entre las acciones, cómo caracterizamos las acciones intencionales (cfr. Anscombe 2000: §26).
Una segunda cuestión que encontramos en Intention es acerca de la relación entre razones y causas de la acción; es decir, ¿hay antecedentes causales de la acción como la intención, las creencias y los deseos? ¿Es la intención causa de la acción? Anscombe se detiene en la distinción entre causas de la acción y las razones para actuar (cfr. Anscombe 2000: §9-10). Una pregunta sobre la que nos detendremos es acerca del vínculo entre la intención para realizar una acción, es decir, la acción intencional y la razón que justifica o explica la acción (Wiseman 2016: 22).
Unos años después, D. Davidson publicó varios artículos sobre la acción y la intención, uno de los más influyentes “Actions, Reasons and Causes” (Davidson 1963). En él, Davidson rechaza la separación entre razón y causa y la tesis de que entre deseos y acciones hay un vínculo conceptual y no causal, como defendía Anscombe (Wiseman 2016: 22). La teoría de la acción de Davidson llegó a ser la más conocida y estudiada, por lo que se considera la teoría “standard” de la acción (Wiseman 2016: 23). No obstante, en los últimos decenios, muchos filósofos han retomado la amplia visión de Anscombe que ofrece en Intention, como alternativa al programa fisicalista predominante en filosofía de la mente.
3. Acción intencional
En líneas generales, para Anscombe, una acción es intencional si la pregunta –¿por qué?– es pertinente, aunque no siempre pueda responderse; es decir, cuando es el caso de que la acción tiene una explicación verdadera por razones.
What distinguishes actions which are intentional from those which are not? The answer that I shall suggest is that they are the actions to which a certain sense of the question ‘Why?’ is given application; the sense is of course that in which the answer, if positive, gives a reason for acting. (Anscombe 2000: §5)
Para Anscombe, la acción intencional está entre la clase de cosas que conocemos sin observación. Ahora bien, respecto del tipo de explicación por razones, Anscombe, en la línea wittgensteiniana sostiene que no es un tipo de explicación causal, las razones no se consideran causas de la acción. Cuando describimos una acción intencional, según Anscombe, señalamos algo para lo cual podemos dar razones, donde dar razones no equivale a señalar las causas (Driver 2014: §4). Anscombe lo explica con el siguiente ejemplo:
[…] consider the question, “Why did you knock the cup off the table?” answered by “I thought I saw a face at the window and it made me jump”. Now, so far I have only characterised reason for acting by opposing it to evidence for supposing the thing will take place, but the “reason” here was not evidence that I was going to knock the cup off the table. Nor can we say that since it mentions something previous to the action, this will be a cause rather than a reason; […]
It will hardly be enlightening to say: in the case of the sudden start the “reason ” is a cause; […]. (Anscombe 2000: §5)
En esta línea, habría que probar, por tanto, el carácter no causal de las razones. Anscombe explica que la acción intencional es anterior a la intención para realizar algo. Para entender lo que es la intención para realizar determinada acción, hay que entender, pues, lo que es la acción intencional. Dado que una acción puede tener distintas descripciones, dice Anscombe, conviene señalar que una persona puede saber lo que está haciendo según una descripción pero no según otra, por ejemplo, un hombre “puede saber que está aserrando pero no que está produciendo chirridos con el serrucho.” (Anscombe 2000: §6). Aserrar no cae bajo la descripción de hacer ruido. Intencionalmente él está aserrando, pero no intencionalmente hace ruido. Por lo que Anscombe concluye que las intenciones son necesarias para la acción intencional.
La distinción entre razones y causas y su relación con el comportamiento de un sujeto que sigue reglas se encuentra en Los cuadernos azul y marrón de Wittgenstein (1965). El argumento, sencillamente presentado, es que si por una parte, las razones constituyen justificación de una acción y, por otra, las causas no justifican, entonces las razones no pueden ser causas. Además, el vínculo entre razón y acción no es establecido por una ley empírica, sino a través de la comprensión de ambos conceptos o a través de principios normativos. Desde la teoría de Anscombe, el vínculo entre razones y acción intencional es tal que dicha acción no se encuentra determinada causalmente, por lo que hay una cierta autonomía respecto del orden causal de la naturaleza física.
En una perspectiva distinta a esta concepción de la acción intencional que sostiene que las razones no son causas de las acciones, se encuentran las teorías causales de la acción cuyo representante clásico es D. Davidson (Davidson 1980). Aunque éste acepta la tesis de Anscombe que señalamos inicialmente, según la cual una acción intencional es una acción que tiene una explicación verdadera por razones, Davidson va a considerar la explicación en términos de razones, a diferencia de Anscombe, como un tipo especial de explicación causal (pues, en su concepción, las razones también son, o pueden ser, causas). Davidson sustenta pues, una concepción causal de la acción intencional.
Así, someramente, tenemos que, para las teorías no causales de la acción, la explicación verdadera por razones es una justificación racional; para las teorías causales de la acción, como la de Davidson, la explicación por razones no se reduce a justificación racional. Davidson (Davidson 1963) lo argumenta considerando que un sujeto determinado tiene una razón para una acción, la cual reúne los requisitos necesarios, pero puede realizar esa acción a partir de otras razones o sin que esa razón sea aquella por la que lleva a cabo la acción. Para Davidson es importante distinguir entre tener una razón para hacer algo y hacerlo por esa razón y tener una razón para hacer algo y hacerlo movido por otra. De ese modo, puede decirse que en el primer caso, la razón es una causa para la acción. Las explicaciones por razones, para Davidson, tienen una función justificativa especial, ya que son explicaciones causales donde las razones son un tipo especial de causa2.
Aquí conviene tener en cuenta las diferentes distinciones que Anscombe establece entre razones, causas, intenciones y deseos. Partiendo de un ejemplo (Anscombe 2000, §11): “si me asaltan deseos de comer manzanas y me levanto y voy a la alacena donde creo que hay algunas, podría responder a la pregunta de qué me condujo a esta acción mencionando que el deseo me hizo...” Anscombe sostiene que no en todos los casos se puede justificar una acción a partir de sentir el deseo, puesto que pueden llamar a la puerta, por ejemplo, y el sujeto en cuestión se levanta sin ningunas ganas para abrir. La intención se distingue de los deseos y motivos: “los motivos pueden explicarnos las acciones, pero ello no quiere decir que las ‘determinen’, en el sentido de causarlas” (Anscombe 2000: §12).
También para C. Wright (Wright 2014) el problema radica en entender lo que es actuar debido a ciertas razones. Una inferencia, por ejemplo, sería un caso especial de ese tipo de acción mental. Inferimos y, cuando nos preguntan, somos capaces de reconstruir lo que hemos hecho (Wright 2014, 33). Por ejemplo: Es domingo por la mañana y María tiene que jugar con su equipo un partido de fútbol. Ella se había comprometido a llevar el balón para el partido pero esa mañana aparece el balón pinchado y sus padres no le van a comprar otro. María piensa que si le pide prestado a su vecina Sofía el balón (p), entonces podrá llevarlo al partido (q). Efectivamente, Sofía le presta el balón, luego María lo lleva al partido.
Tenemos así la inferencia:
1) Sofía le presta el balón a María
2) Si Sofía le presta el balón, entonces lo lleva al partido
3) Luego, lleva el balón al partido
Wright considera que la noción de acción puede iluminar desde tres ángulos la idea de lo que es actuar debido a ciertas razones:
a) la acción se distingue del “mero” movimiento corporal, precisamente, en que la acción se hace por ciertas razones (Wright 2014: 33)
b) Supongamos que una persona (Marta) actúa por la creencia de B y un deseo D de manera tal que B y D proporcionan las razones para su acción. Marta quiere una cerveza y la creencia de que hay un paquete de seis cervezas en la nevera de la cocina hace que se dirija en esa dirección. B y D son razones para esa acción lo cual no quiere decir que sean buenas razones para ir a la cocina. Ni tampoco es necesario suponer una apreciación previa de esos estados como buenas razones para ir a la cocina. Actuar por razones es una cosa y la conciencia de esas razones como razones suficientes es algo extra que no necesita estar incluido en lo anterior (Wright 2014: 34). En el caso de María, María quiere un balón de futbol (F) y la creencia de que Sofía se lo prestará (P) hace que se dirija a pedírselo. F y P son razones para que María pida prestado el balón, lo cual no quiere decir que sean buenas razones para ir a casa de Sofía.
Según Wright, la inferencia es una acción mental básica que consiste en “the formation of acceptances for reasons consisting of other acceptances.” (Wright 2014: 36). La acción, en general, no requiere más que el control de los estados que registran la motivación adecuada en el silogismo práctico, es decir, un silogismo que permita ver si son sostenibles las razones proporcionadas por las creencias y deseos pertinentes; del mismo modo la acción mental básica. (Wright 2014: 36)
c) Sin embargo, es posible que Marta haya tenido la creencia B y el deseo D, y no haya tenido otros deseos o creencias relevantes, y sin embargo, no se haya dirigido a la cocina. O que María haya tenido la creencia P y el deseo F y no se haya dirigido a casa de Sofía. Serían ejemplos, en los que Marta y María violaron lo que podemos denominar la norma de Anti-Akrasia3 (A-A): “Provided there is no overriding reason not to, do that which you believe will satisfy your desires” (Wright 2014, 34). La akrasia, según Searle, tiene en cambio la siguiente forma: “Es mejor hacer A pero estoy, voluntaria e intencionalmente, haciendo B” (Searle 2000: 255)
No por hacer B en vez de A hay un absurdo o una inconsistencia lógica, dice Searle, se trata más bien de un “conflicto entre deseos inconsistentes” (Searle 2000: 255)
Wright indica que, aunque en una acción normal se está constreñido a cumplir (A-A), no decimos que seguimos (A-A). Lo que hacemos no involucra que tengamos que advertir algún tipo de aceptación de la norma explicando racionalmente lo que hacemos. Una explicación racional de una acción, dice Wright, exige sólo las creencias y deseos específicos relevantes y no necesita añadir ningún estado intencional (intención o aceptación de una norma), que codifique (A-A) (Wright 2014: 34). (A-A) nos da un prototipo de un principio que, en cierto sentido limita, más que describe, nuestra práctica, dice Wright, pero no entendido como un modelo de seguimiento de reglas que nos indique que hay que seguir (A-A). No existe tal registro de intención tácita en la acción normal, no acrática, según Wright. Más bien, parece que debemos decir, que es constitutivo de la acción racional que uno se comporte de manera que se puede explicar sólo porque se advierten creencias y deseos pertinentes. (A-A) es como un patrón de la explicación racional y no un ingrediente adicional en ella4.
Cuando decimos que a partir de creencias y deseos, apuntamos o tendemos a la acción, se está indicando que debemos de tener las creencias y los deseos apropiados en primer lugar. Un sujeto que tiene como norma comportamental la akrasia, acaba por minar cualquier explicación racional y cualquier fundamento para poder adscribirle creencias y deseos. (A-A) es una norma de acción racional no en el sentido de que es algo a lo que el sujeto racional tiende o busca como fin, sino en el sentido de que solamente a través de una acción, a través de la actividad y, en conformidad con ella, un sujeto logra intencionalidad; sólo así es posible encontrar un espacio donde sea posible tener objetivos y actuar en consecuencia (Wright 2014: 35). Es decir, Wright parece estar indicando que la acción es previa a la intencionalidad y/o de algún modo la constituye. Este es un nuevo modo de entender la inferencia, alternativo al modelo tradicional en el que se concibe la inferencia como el seguir una regla.
Las inferencias básicas son precisamente, según Wright, los casos que justifican nuestras reglas básicas, su corrección. Así como el movimiento de acuerdo con (A-A) es constitutivo de la acción racional, el movimiento de acuerdo con las reglas básicas de inferencia es constitutivo del pensamiento racional (Wright 2014: 36). La función de las reglas de inferencia en la inferencia básica no es la de principios que son seguidos personalmente o sub-personalmente, sino la de las normas constitutivas, comparable a la función de (A-A) en la acción racional. Es decir, para el caso de las inferencias básicas, hay reglas que son constitutivas de esas inferencias pero no porque nosotros sigamos esa regla, sino porque nuestro comportamiento inferencial resulta que se ajusta a esa regla, porque la conformidad con ellas establece un estándar por defecto por el que prevalecen las aceptaciones que ordenan el movimiento o la acción mental. Las inferencias básicas son como reglas que a nivel racional (subpersonal) se siguen o se saben tácitamente. Su contribución a la racionalidad de la acción no está mediada por estados del sujeto que las lleva como contenido (Wright 2014: 37). El ejemplo del balón prestado para el partido da la idea de una inferencia como una forma de “acción mental básica”. Desde nuestro punto de vista, Wright está muy cercano a la perspectiva de Wittgenstein:
Let us not forget this: when ‘I raise my arm’, my arm goes up. And the problem arises: what is left over if I subtract the fact that my arm goes up from the fact that I raise my arm?
(Are the kinaesthetic sensations my willing?) (Wittgenstein 1956: §621)
When I raise my arm I do not usually try to raise it. (Wittgenstein 1956: §622)
Wittgenstein pone de relieve la dificultad de interpretar las acciones humanas en términos de una dualidad de actos mentales que acompañan a movimientos físicos. Asimismo, sostiene que los significados de las acciones no están determinados por actos mentales que les dan sentido. Si tenemos en cuenta esta observación de Wittgenstein, se podrían entender las inferencias básicas como acciones mentales no determinadas por actos mentales que les den sentido; sino acciones cuyo movimiento es constitutivo del pensamiento racional, son normas constitutivas de esas inferencias.
3.1. Qué es actuar por razones
Hemos visto que una de las teorías según la cual el concepto de razones para actuar está estrechamente relacionado con el concepto de acción intencional es la que se encuentra en Intention.
Para Wright, el núcleo de la cuestión se encuentra en entender lo que es ‘actuar por razones’, pero siendo tan central, es un aspecto que no deja del todo definido, únicamente indica que ‘actuar por razones’ es: “[…] to understand what it is to act on certain specific reasons and no others. Inference is, at bottom, just a special case of that and I have no further account or analysis of it to offer here.” (Wright 2014: 34, cursivas mías) El problema es que Wright no dice qué es actuar por una razón, lo que hace es extraer consecuencias de la comparación entre actuar por razones e inferir:
[Inference] no more requires control by states that register the sufficiency of the relevant reasons than action in general requires the presence, in the practical syllogism that rationalizes it, of a state of the agent registering the sufficiency of the reasons supplied by his relevant beliefs and desires. (Wright 2014: 36)
Pero veamos si efectivamente es así. Los aspectos de la noción de acción que Wright toma en cuenta para establecer la analogía –y que iré poniendo en paralelo con la noción de inferencia– son los siguientes:
a) La acción se distingue del mero movimiento corporal porque se hace por razones. La inferencia se distingue del mero ejercicio mental porque se hace por razones: inferimos y cuando nos preguntan, somos capaces de reconstruir lo que hemos hecho (Wright 2014: 34). Wright explica que la inferencia es una acción mental básica que no requiere más control que la de una acción en general (Wright 2014: 36).
b) Cuando un sujeto actúa por creencias y deseos, estos se convierten en razones para esa acción aunque no sean buenas razones. La conciencia de esas razones no es algo que se exija. Otro aspecto que Wright señala es que, en una inferencia realizamos una acción mental básica sin necesidad de advertir algún tipo de aceptación de la norma que explique racionalmente lo que hacemos. Podríamos parafrasear a Wittgenstein en el texto citado arriba (Wittgenstein 1956: §621, §622): ‘¿qué es lo que resta cuando del hecho de que infiero q desde p1,…, pn, sustraigo el que mi mente infiere?’
‘Cuando infiero q desde p1,…, pn, casi nunca intento inferir q’.
Es decir, no es necesario añadir ningún estado intencional (intención o aceptación de la norma): “To express the matter dangerously, we need have nothing ‘in mind’ when we follow rules” (Wright 2007: 486).
c) Además, así como en el caso de la acción, se trata de no violar la norma Anti-Akrasia (A-A) (Siempre que no haya razón imperiosa para no hacerlo, haga lo que usted cree que va a satisfacer sus deseos (Wright 2014: 34)), en el caso de la acción mental básica, se trata de no violar la Propuesta Simple (PS):
Siempre que no haya razón imperiosa para no inferir q a partir de p1,…, pn, cuando acepta p1,…, pn, infiera lo que usted cree por la razón de que acepta p1,…, pn.
En ese sentido, y en la línea de Anscombe, Wright parece estar asumiendo que la razón constituye la justificación de la acción, en este caso, de inferir q. Pero mientras para teorías como la de Anscombe, el vínculo entre razón y acción se establece a través de la comprensión de ambos conceptos o a través de principios normativos (es decir, dicho vínculo es no-causal), para Wright, la (A-A) es un modelo de explicación racional que, junto a la (PS), nos permite dar razones explicativas. Al mismo tiempo, análogamente, y como hemos indicado arriba, la inferencia, en cuanto que acción mental básica, es constitutiva de la acción racional. Podríamos decir que una inferencia es una exigencia que se le impone a la mente y el vínculo entre razón y acción se establece a través de una especie de principio normativo. En el caso de (A-A):
[…] is a norm of rational action not in the sense of something at compliance with which rational subjects somehow aim – (…) – but in the sense that it is only by activity that allows of description as, broadly, in compliance with it that a subject accomplishes intentionality of any kind, only thereby that she gets passage into the space where it is possible to have aims and act on them. (Wright 2014: 35)
Un aspecto problemático sería el siguiente: Wright distingue una acción de un “mero” movimiento corporal; la acción se hace por ciertas razones. Esta distinción sirve para explicar el comportamiento humano en términos de razones e intenciones. Una cosa es el movimiento de levantar el brazo y otra es saludar haciendo ese gesto. Sin embargo, un solo movimiento, brazo en alto, puede representar muchas acciones (despedirse, saludar). Una acción (llamar a un taxi) puede hacerse mediante muchos movimientos (dar palmadas, silbar). En ese sentido, no se sigue que a nivel descriptivo, en algunos casos, deba hacerse referencia a mi intención o conjunto de términos relacionados (razones, deseos, creencias, etc.) para saber qué estoy haciendo o por qué. O en palabras de Anscombe:
Since a single action can have many different descriptions, (…) it is important to notice that a man may know that he is doing a thing under one description, and not under another. (…) For this reason, the statement that a man knows he is doing X, does not imply the statement that, concerning anything which is also his doing X, he knows that he is doing that thing. So to say that a man knows he is doing X is to give a description of what he is doing under which he knows it. (Anscombe 2000:§6)
Pero, por otra parte, si por ejemplo: sabemos que anoche llovió y si anoche llovió, entonces las calles están mojadas, luego las calles están mojadas; y por tanto, me cambio de calzado. Cuál sería la razón. En realidad, hay muchas razones para cambiarse de calzado, pero si mis razones son que anoche llovió y si anoche llovió las calles están mojadas, luego las calles están mojadas, estas razones explican de modo adecuado la acción5. En este sentido, aunque la acción fuese previa a la intencionalidad, como pretende Wright, como mejor se comprende es a la luz de la intencionalidad6.
Esto es relevante porque según Wright, las inferencias básicas son previas a la intención puesto que son acciones mentales básicas. Tradicionalmente se entiende al contrario: la intención está en el origen de la acción y la intencionalidad es un rasgo de ella, la intencionalidad depende de una intención previa. Por ejemplo, Searle (Searle 2000) señala en su libro sobre intencionalidad que aunque no todo estado intencional requiere de intenciones, la acción intencional sí requiere de una intencionalidad previa a la acción, un proceso mental consciente de acuerdo con el cual yo quiero o decido hacer algo y lo hago.
Aquí el problema para Wright es demostrar que la acción es previa a la intención. Para Anscombe, aunque investigamos la intención como algo que existe sólo en la esfera de la mente, la intención surge en la acción (cfr. Anscombe 2000: §4) 7. Este aspecto nos permite solucionar el problema de Wright. Decir que una acción fue realizada por un agente es decir que fue intencional. Pero tanto para Wittgenstein (Wittgenstein 1956: §644 y §659), como para Anscombe (cfr. Anscombe 2000, §4), la intención es algo que “reside” en la acción. Lo importante es que la intención no es una causa, conocer una intención puede llevar por eso “más allá de lo que sucedió en ese momento” como dice Wittgenstein (1956: §659). Así, a la luz del enfoque de Anscombe se puede entender que en la acción hay una cierta guía intencional8. Retomando el ejemplo de María y Sofía: es lo que María podría aceptar como descripción de su acción, suponiendo que ella no quiera engañarse a sí misma, ni a otros y esté entendiendo las palabras que usa. Por eso, María está en posición de saber lo que está haciendo (en la acción intencional), sabe cuál era su intención: pedirle prestado el balón a Sofía y así poderlo llevar al partido. Aunque no sabe que está aplicando una inferencia básica válida, está habilitada a inferir: ‘si Sofía me presta el balón, entonces lo llevaré al partido’ y ‘Sofía me lo presta’. ‘Así que lo llevaré al partido’.
En el caso de las inferencias básicas podríamos establecer, pues, que se trata de acciones mentales básicas, como afirma Wright, pero admitiendo que cuando razonamos o inferimos, el tipo de guía que se da es una guía intencional.
4. Conclusión
Hemos examinado algunos aspectos del trabajo de Elizabeth Anscombe sobre la naturaleza de la acción humana desde la perspectiva de la noción de la acción intencional. Una acción es intencional si la pregunta ‘¿por qué?’ es pertinente, aunque no siempre pueda responderse (Anscombe 2000: §5). Frente a teorías causales de la acción, como la de Davidson (Davidson 1980), en las que las razones se conciben como un tipo especial de causa, hemos optado por una teoría no causal de la acción, como la de Anscombe, donde las razones no se consideran causas de la acción pero la justifican.
Por su parte, Wright (Wright 2014) sostiene que la acción precede a la intencionalidad; no obstante el problema para Wright era demostrar que la acción es previa a la intención. A la luz de la obra Intention que surgió, como hemos visto, en el debate de qué se entiende por tener la intención de hacer algo9, hemos mostrado que un ulterior análisis de la propuesta de Anscombe puede ayudar a solucionar algunos de los problemas que plantea el enfoque de Wright.
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1 Intention, Oxford, 1957, 2nd ed.; Cambridge: Mass., 2000 (se citará la publicación del año 2000 por parágrafos).
2 Alguno de los problemas que se les presentan a los defensores de las teorías causales de la acción, como el problema de las cadenas causales desviadas (‘deviant causal chains’), fue presentado por Chisholm (Chisholm 1966).
3 “El término griego akrasia, que suele traducirse por “ausencia de autocontrol”, se utiliza también para designar el fenómeno conocido como debilidad de la voluntad. Este concepto tiene interés en el campo de la ética –una forma de akrasia tiene que ver con la aparente imposibilidad que tienen algunas personas para obrar de acuerdo con lo que creen que es lo correcto– pero también en el campo de la filosofía de la acción. A este respecto, existen una serie de concepciones de la acción intencional –que se remontan, al menos, hasta el Protágoras de Platón– que defienden que la akrasia simplemente no es posible.” J.R. Searle (2000), Razones para actuar. Una teoría del libre albedrío. Oviedo: Ed. Nobel, (Trad. y Glosario, Luis Valdés: p. 261).
4 La mayoría de autores en filosofía de la mente (Fodor, Davidson, entre otros) suscriben este aspecto, al contemplar como explicativa la psicología popular de las creencias y los deseos.
5 “¿Qué es la acción? Cabría responder: la acción es normalmente conducta comprendida, “vista” o descrita a través del prisma de la intencionalidad, i. e., de modo que signifique algo o esté orientada hacia un fin.
Puede decirse con toda justicia que la intencionalidad reside en la conducta. Pero no como una “cualidad” inherente a los movimientos de los miembros o de otras partes del cuerpo. Porque estos conocimientos son susceptibles de descripción completa sin referencia a la intencionalidad. ¿En qué consiste entonces la intencionalidad de la conducta?
Diré que entender una conducta como intencional es encajarla en un “relato histórico” (story) acerca del agente. Vemos a una persona andando por la calle con un paquete en la mano. Se le cae y se inclina para recogerlo. ¿Por qué? Podemos no tener ni idea de por qué lo ha recogido. Pero nos es posible mencionar cientos de razones por las que pudo haber hecho esto, razones tales que, de haber sido las suyas en aquel momento, explicarían su acción satisfactoriamente.” Von Wright, G. H., “Determinism and the study of man”, en Von Wright, G. H., Practical Reason. Oxford: Basil Blackwell, 1983, pp. 35-52. Versión castellana: L. Vega, en Manninen, J. y Toumela, R. (eds.), Ensayos sobre explicación y comprensión. Contribuciones a la filosofía de las ciencias humanas y sociales. Madrid: Alianza Ed., 1980, pp. 183-204.
6 Intencionalidad entendida en sentido ámplio, aristotélico o estóico, como ‘el carácter de estar relacionado’ pero también como ‘referirse a’ en el sentido más general: ‘orientación’, ‘dirección hacia un fin’.
7 Por otra parte, también podría decirse que Wright sigue a Wittgenstein, y entender que no es necesaria la relación dada entre manifestación (avowal) e intención: “Why do I want to tell him about an intention too, as well as telling him what I did? Not because the intention was also something which was going on at that time. But because I want to tell him something about myself, which goes beyond what happened at that time.” (Wittgenstein 1956: §659). En Teoría de la Acción se distinguen aspectos internos y externos de la acción: por una parte hay una manifestación externa, lo que Wright denomina ‘avowal’ para referirse a la manifestación de la intención (Wright 2001: 111-113 y ss.) y que distingue de la disposición (Wright 2001: 123, 177-178); por otra, lo que está detrás de la manifestación externa: motivos, causas, intenciones, etc., siendo la intención la que proporciona unidad al aspecto externo.
8 Este idea se encuentra también, aunque subrayando el aspecto disposicional, en (Broome 2014).
9 “When Oxford University proposed to give an honorary degree to then ex- president Harry Truman, who had ordered the bombing of Hiroshima and Nagasaki, Anscombe opposed it in a speech delivered to her colleagues in which she argued that one may as well honor Genghis Khan, Nero, or Hitler. In Truman’s defense, she heard it said that all he actually did was to sign his name on a piece of paper, that it wasn’t his aim to kill innocent civilians, and that his only intention was to end the war.
This led her to think that it was worth a philosopher’s time to explain what it is to intend to do something, and so she decided to give a series of lectures on that topic, which grew into her Intention. (See “Mr. Truman’s Degree,” in Ethics, Religion, and Politics, and Mary Geach’s “Introduction,” in Human Life, Action and Ethics.)” (Stoutland 2011:4)