Aquel aspirante a actor empezó a tener oportunidades con interpretaciones cortas en importantes obras de teatro. Y cuando solamente tenía 22 años entró a trabajar en una de las más famosas compañías teatrales, la “Lope de Vega”, con uno de los mejores directores, José Tamayo. Fue este el que dijo del ya conocido Paco Rabal que era un actor total, refiriéndose a lo bien que hacía cualquier papel que le dieran y la facilidad con la que interpretaba personajes de todo tipo.

Allí conoció a Asunción Balaguer, una joven actriz catalana, de la que le llamó la atención el suéter que llevaba, con el dibujo de un cangrejo, y se enamoró de ella poco a poco porque era muy educada y amable. A Asunción no le gustaba mucho porque, a pesar de ser muy guapo, no iba muy bien vestido y llevaba una maleta de cartón. Pero acabó fijándose en lo buena persona que era porque todos los días escribía cartas a su madre, llamaba por teléfono a su familia y les compraba regalos a todos ellos. Y sobre todo, porque había llegado a ser un actor tan importante viniendo de una familia tan pobre y analfabeta.

Tuvieron dos hijos, Teresa, actriz y cantante; y Benito, director de cine. Con su esposa y con su hija trabajó en películas y series de televisión; actuó en más de una ocasión dirigido por su hijo, y hasta llegó a coincidir en una película con su nieto Liberto.

Su madre murió muy joven, y muy pobre. Precisamente cuando podía empezar a disfrutar del dinero que su hijo estaba comenzando a ganar.

A su padre lo recordaba pasando calamidades, siempre calzado con esparteñas, en invierno y en verano, para que sus hijos pudieran llevar zapatos y no les faltara nada de lo necesario. Paco sentía auténtica admiración por él, y muchas veces contó que cada vez que cambiaba de trabajo, su padre le decía que procurara hacerlo bien. Un día le preguntó que por qué siempre le decía eso, y su padre le contestó que si no trabajaba bien, aunque lo trataran injustamente no podría protestar. Nunca olvidó aquel consejo de su padre.