Mujeres de letras: pioneras en el arte, el ensayismo y la educación
BLOQUE 1. Ensayistas y Literatas

La mordida produnda de Hanni Ossott

Berta Guerrero Almagro

Universidad de Murcia

Resumen: La obra poética y ensayística de Hanni Ossott es abordada en este estudio desde el punto de vista de lo corporal. Ossott se refiere al “habla del cuerpo”, a la poesía, como un modo de comunicación ajeno a la prosa rigurosa y científica; se trata de la expresión libre, procedente del exterior –una voz que el poeta escucha–, construida a través del cuerpo herido –separado de la unidad– para alcanzar lo inmaterial y, con ella, disolverse el poeta. La poesía, dictada por voces que se dirigen al creador, pasa por el cuerpo del mismo para surgir con toda su potencia y grandeza. Pero el fin último de la creación literaria es, para Hanni Ossott, la sanación de la enfermedad, conseguida con el regreso a la naturaleza libre donde no se atiende a individualidades. Este objetivo, sin embargo, resulta frustrado: el regreso a la unidad es ilusorio, la disolución solamente puede intuirse y el ser humano ha de aprender a vivir con el dolor que le produce su herida.

Palabras clave: Venezuela; Poesía; Hanni Ossott; Cuerpo; Herida; Disolución.

1. Mujer. Poesía. Venezuela

La triada poesía-mujer-cuerpo es, de tan frecuente, obvia. Que la mujer ha concedido espacio en su creación a ciertos aspectos propiamente femeninos como su corporalidad –con todo lo que esta implica: sexo, menstruación, embarazo, aborto, parto– resulta habitual y esperable. No se trata de establecer aquí un catálogo de rasgos que conecte con la idea de “escritura femenina” (Russotto 1990: 51) –si es que tal estudio ofrece motivos suficientes para desarrollarse con rigor–, sino de analizar la obra de Hanni Ossott –mujer, poeta, venezolana– desde una perspectiva que ella misma desarrolla con profusión en su producción: la creación poética como actividad producida desde y para el cuerpo; desde el cuerpo porque lo atraviesa, aunque surge, siguiendo la idea platónica, de voces externas; para el cuerpo porque pretende sanarlo y devolverlo a la unidad con el estado natural. Antes de ello, sin embargo, resulta oportuno establecer una primera detención en el adjetivo “venezolana”.

La dictadura de Juan Vicente Gómez va a mantener aislada a la sociedad de Venezuela con respecto a los lugares de cultura; una reclusión que implica soledad y autodidactismo, motivo por el que las producciones contemporáneas apenas tienen que ver entre sí1. No es sino hasta la muerte de Juan Vicente Gómez, en 1935, cuando empiezan a emerger conjuntos como la “Agrupación Cultural Femenina” o la “Asociación Venezolana de Mujeres” (Russotto 1990: 82).

Si se establece un rastreo por la poesía del país, se encuentra que la primera mujer de la que se tiene constancia de su oficio como escritora es Sor María de los Ángeles (1765-1818), monja nacida en Caracas a la que se le atribuye el poema titulado “Anhelo” (Pantin 2001). Un sucinto repaso por la producción de poesía escrita por mujeres en Venezuela incluye nombres como los siguientes: Enriqueta Arvelo Larriva, María Calcaño, Ida Gramcko, Ana Enriqueta Terán, Luz Machado, Antonia Palacios, Yolanda Pantin, Jacqueline Goldberg, María Auxiliadora Álvarez o Hanni Ossott, por citar solamente algunos nombres.

2. Hanni Ossott, el habla de fuera y el habla del cuerpo

Conmovedora y arriesgada, así define Yolanda Pantin (2001) la poesía de Hanni Ossott (Caracas, 1946- Caracas, 2003). Se trata de una escritura que traspasa al lector a través de los recuerdos y la enfermedad –ambos aspectos, en este caso, motivo de tormento: la de Ossott es una infancia marcada por la pérdida temprana de la figura materna2 y por el asma3; su madurez, por el trastorno mental4–. Pantin (2001) califica de “suicida” su modo de escribir, pues no teme perder ni pretende ganar nada al decir: solamente busca expresar, y en esta persecución ansiosa, Ossott arriesga y retuerce el lenguaje. La literatura fue el centro de su vida: se licenció en Letras por la Universidad Central de Venezuela, fue profesora, crítica, traductora y escritora de ensayos y poesía.

Para abordar su obra en este estudio, se ahonda en lo que Ossott denomina el “habla del cuerpo”, que se plasma mediante la escritura poética. En Memoria en ausencia de imagen. Memoria del cuerpo define dicho sintagma en estos términos: «el habla del cuerpo es un habla solitaria, una experiencia única, transferible sólo por la vía poética y en consecuencia distanciada de la economía de todo lenguaje» (Ossott 2008: 752-753). Se trata, en definitiva, de la poesía, modo de comunicación ajeno a la prosa rigurosa y científica. El habla del cuerpo es la expresión libre que se produce a partir de la fragmentación y, lo deseable, es que suponga una disolución del sujeto. El habla del cuerpo palpita y genera fracturas, dice a retazos, no se articula con coherencia, funciona con la potencia de una erupción; es, más bien, un grito (Ossott 2008: 752).

El cuerpo, pues, se entiende como base de la actividad literaria. En primer lugar, sin embargo, el mensaje poético es producido por voces externas que llegan a oídos del poeta. En conexión con el plano físico, Hanni Ossott otorga relevancia al sentido del oído. El poeta se convierte en cauce para dejar impresas las voces que en él resuenan: «en la experiencia límite el estado es de escucha. El poeta recibe las voces del alma […]. Pareciera que el cuenco del alma en el poeta ascendiera para ser expresado y el misterio, lo impreciso, lo oculto adquirieran fisonomía» (Ossott 2008: 934). Cuando la poesía se adentra en el alma, «lo otro comienza a hablar. La gran vasija del alma se abre, desde sus nocturnidades, desde sus imprecisiones y balbuceos, desde su falta de significado» (Ossott 2008: 934). Desde fuera y pasando por el cuerpo para espiritualizarse, tal debe ser el procedimiento de escritura para Hanni Ossott:

sabemos que el proceso creador surge de una suerte de maceración de los contenidos psíquicos en el alma. Un madurar. Un tiempo propicio, aventurado, a veces azaroso. Y sobre todo una escucha. Porque la palabra es ritmo, música, canto. Y las imágenes nos llegan con su propio ritmo. Con el movimiento apropiado de su cuerpo, de su configuración (Ossott 2008: 935).

Así pues, al mensaje poético llega a oídos del creador y se genera en su cuerpo para, finalmente, trascenderlo. La composición poética es considerada carne espiritualizada: «la literatura es cuerpo, carnalidad vuelta alma y espíritu» (Ossott 2008: 933). El cuerpo es materia predispuesta al daño y a la desaparición, cuerpo herido y disuelto, caldo de cultivo para el crecimiento de “la pasión paciente” (Ossott 2008: 932) de la literatura, que espiritualiza esa carne. Se trata de una concepción física de la obra. En este sentido, el cuerpo lleva consigo, generalmente, una característica que es consustancial en la poesía de Ossott: el movimiento. Para la creación, que es una entrada solitaria al inconsciente, no es el estatismo el procedimiento válido. Lo deseable es que tanto la lectura aislada de poesía como la producción individual de la misma genere movimiento:

Cuando leo poesía me encierro en mi cuarto para que no me vean, porque allí hago muecas, danzo, ondulo, leo en voz alta, me contorsiono como Ulises ante las sirenas, me acuesto en el piso, lloro, es decir, me conecto con lo más profundo del inconsciente (Ossot 2008: 922).Poesía nacida desde fuera que cruza el cuerpo del creador. Como requisitos: intimidad y movimiento. En relación con este último, Ossott vincula el mensaje poético con la danza, que opone al baile. La danza, según la escritora, es movimiento febril enfrentado a la rigidez de los pasos de baile. La comunicación mediante estos medios se produce de modo animal: «a zarpazos, brechas comunicativas que se abren y se cierran» (Ossott 2008: 754).

2.1. Herida y ruptura

En esta concepción física de la creación poética y la lectura, el dolor encuentra su correlato en la herida y la ruptura. El ser está herido al separarse de su origen natural y vaga fragmentado hasta su muerte. El discurso que propone Ossott entronca con el ideario existencialista (Loreto Amoretti 2009: 152). El hombre vive con la conciencia de la muerte, vive la muerte. Como respuesta a esta situación, Ossott propone que el hombre escuche los sonidos del cuerpo y se dirija a su origen. A Ossott no le interesa el Dios cristiano, pues la experiencia mística se ha convertido en rito, control, ordenamiento; a Ossott le interesa el regreso al caos, al desorden (Loreto Amoretti 2009: 154).

El hombre, separado de su origen, es un ser herido (Loreto Amoretti 2009: 152). El ensayo Memoria en ausencia de imagen. Memoria del cuerpo se inicia con una reflexión acerca de la relación entre herida –causa– y escritura –consecuencia–. Debido a imposiciones externas, el cuerpo es sustraído de su estado natural y se rompe. Con el tiempo, frente a los esquemas ordenados, el cuerpo pide regresar a su origen, que es la unidad, el estado natural, el conjunto sin forma definida, el desorden, en cierto modo. Ossott se refiere a «la herida que impulsa al crear» (Ossott 2008: 719); pasando por el cuerpo lesionado, separado del origen, nace la obra que será incorpórea. La creación poética palia la herida: «el cuerpo generador de la palabra creadora es un cuerpo zanjado, abierto, roto, en combate. Y por la palabra, la violencia de la herida se detiene y es modulada» (Ossott 2008: 720).

Este cuerpo, que recibe un mensaje desde remotas cimas, está herido por distanciarse de su origen. Un origen que es libertad, naturaleza instintiva, danza desprendida de cualquier patrón. Entonces, este cuerpo consciente de su situación se ve abocado a la creación: «el arte es vía para el movimiento de un cuerpo en deseo de lo libre» (Ossott 2008: 720). La creación funciona como apósito para proteger e intentar curar la herida; Ossot apunta que «la palabra ordena la expansión del fuego, dirige sus vías, regula el incendio de la herida esencial» (Ossott 2008: 720). La obra funciona como remedio; pero, al mismo tiempo, el poeta crea con pedazos de su propio cuerpo, como intuye Ossott con la pregunta «¿cuánto de un cuerpo fragmentario habita la obra?» (Ossott 2008: 719).

Tales ideas se manifiestan en poemarios como El reino donde la noche se abre o El circo roto. Ambos títulos dan cuenta de la herida. Estiramiento, apertura, ruptura. En el poema titulado “De la tierra” (Ossott 2008: 345-346), incluido en El reino donde la noche se abre, se introduce un sujeto que surge «de lo profundo, de la más honda concavidad de la tierra/ lo que expulsa grito y desmembramiento» (Ossott 2008: 345). La fuerza del léxico empleado contribuye a reforzar la poética de la autora. Profundidad, hondura, tierra, grito, desmembramiento; de aquí nace el sujeto, “de la tierra”,

de las honduras, las siempre en brasas

este corazón en quema

arriesgando origen y forma

abismándose

en lo sin fondo, sin límite

Por otro lado, no se puede dejar de mencionar la herida esencial del sujeto poético femenino. En El circo roto se encuentra la composición titulada “La mordida profunda” (Ossott 2008: 492), donde la lesión resulta más auténtica que ninguna, pues viene incorporada en el sujeto: se trata de la vagina, la hendidura femenina que, según Ossott, puebla al sujeto de «vértigos/ precipitaciones/ abismos».

Así pues, el cuerpo fragmentado produce la poesía que, al mismo tiempo, intenta consolarlo. Tras la herida y la creación se accede al siguiente estadio: la disolución:

El olvido del cuerpo que se piensa a favor de la embriaguez y la sensualidad, el regreso a una relación atemporal […]. Entonces, la palabra, la obra, se erigen para desprenderse de sí mismas. Y el arte que se levanta desde la herida esencial es la posibilidad de una transgresión: la de sí mismo, la del artista, la de la relación con el mundo (Ossott 2008: 721).

2.2. Disolución

Si la disolución se contempla como el final deseado para Ossott, este va a resultar fallido. En Memoria en ausencia de imagen. Memoria del cuerpo, el anhelo de disiparse y conformar un todo no parece posible: «a la eficacia de un arte concebido y entendido de esta manera debemos hoy oponer su actual limitación, porque la fe en el encuentro con la unidad se ha roto» (Ossott 2008: 721).

A través de la escucha y por medio del cuerpo fragmentado se accede a la creación inspirada con la que el sujeto espera disolverse. En el poemario intitulado Espacios para decir lo mismo se incluye la composición “Del gran poema de la tierra inacabada o para decir en los espacios lo mismo”, el cual comienza, precisamente, con la presentación de este deseo:

Sí. Lo queremos. Al menos para borrar esta tierra y estos cuerpos. Al menos. Tal vez fueron ellos […] quienes depositaron un nombre que supo dispersarse violentamente entre todo esto y violentar esas líneas estables que atravesaban las cosas (Ossott 2008: 90).

La reiteración de vocablos pertenecientes a la familia léxica del término “violencia” muestran la insistencia en la dispersión arrebatada que pretende el sujeto poético. El frenesí al que aspira y que no alcanza:

Y un hombre definitivamente abrazado a un árbol puede ser lo más honesto…

pero no sucede, no termina de suceder nunca. Es demasiado ser visto abrazado a un árbol porque revela algo de lo que somos capaces o de lo que nos han obligado a asumir.

Sin embargo, no termina de suceder nunca.

Y preferimos lanzar juegos unos contra otros o saltar para borrarnos.

Esos juegos que exigen de nuestro abandono y que instauran sus reglas más allá de nosotros […].

Deseo ser absoluto (asombrosa y cómica necesidad…) y sin embargo estos cuerpos lo contienen (Ossott 2008: 90-91).

La dispersión no termina de producirse de modo natural y, entonces, se crea, se juega, en un afán por alcanzarla que acaba frustrándose. La disolución es el deseo latente de sujetos poéticos como el que aparece en el poema “Por eso: lo que no será nuestro” (Ossott 2008: 100-101). Aquí, el protagonista se dirige a la acción de disolver, la increpa mediante imperativos y exclamaciones:

Disolución:

rescata a las figuras que desean borrarse en otras historias

Tómalas!

Aquellas que se sueñan en Otro

ahogadas siempre en versiones fragmentarias

Viértete!

sobre los ojos que miran historias señaladas en escrituras eléctricas transmitidas en imágenes falaces

El sujeto poético ordena, pide, ruega, busca, pero no celebra. En Cómo leer la poesía, Ossott apunta precisamente la condición no celebratoria del poeta. No es el canto al estilo Whitman el que ha perpetrado el tono de muchos creadores, sino lo fragmentario y la muerte: «los poetas no celebran en modo alguno. La disolución, lo efímero, les concierne» (Ossott 2008: 926).

Un poemario especialmente interesante en este punto es el titulado Espacios en disolución. Este se inicia con el poema “Hacia la brevedad”, el cual da cuenta desde el comienzo de la idea que preside la obra: «El trayecto de un lugar a otro no significa una extensión/ sino el proyecto de un ininterrumpido deshacerse. Uno en sí mismo» (Ossott 2008: 137). Deshacerse y conformar un todo.

“Cuerpo: una disolución ante diversas instancias” (Ossott 2008: 143-145) es una composición que condensa muchas de las ideas apuntadas. A partir de los fragmentos iniciales del poema, el lector puede aproximarse con bastante rotundidad a la poética de Ossott:

“Cuerpo: una disolución ante diversas instancias”

Todo se desmiembra, ninguna forma es capaz de sostenerse, ningún nombre. Vuelo irreversible hacia la sensación. Piel, trozos de piel. Dispersión. Dislocaciones. Y este sonido inmenso, retenido, denso y frágil.

Continuamente, puerta tras puerta: estancias, estallidos y abandonos. Pero nunca nada inmóvil. Y, continuamente, desaparecen unas tras otra cada una de las nomenclaturas

La fragmentación, la ruptura y el desvanecerse, la unidad sin nombres individuales, el mundo de la percepción y su medio: la epidermis, la diseminación, el sonido lejano y grandioso, la descarga y la herida, la intimidad y el movimiento. Todo ello está contenido en estos fragmentos. El sujeto busca estar “En ausencia de tensión” (Ossott 2008: 162), disuelto, sin cuerpo, sin sangre, en el vacío. Es posible encontrar en algunos poemas esta búsqueda de la disolución concebida como un viaje. Así se muestra en “Sobrevive en lo solo una línea de luz”, donde se describe el viaje hacia el desvanecimiento: «Hasta el caos: el ruido inconexo, ascensiones en elíptica, bajadas sin juntura, dispersión» (Ossott 2008: 170).

Resulta llamativo cuando la disgregación pretende producirse en el medio natural. En el poema “Ser” (Ossott 2008: 347), de El reino donde la noche se abre, se halla un sujeto poético en una playa infinita, un sujeto que ha olvidado todo aquello que lo individualiza –nombre, cuerpo, tareas– y se entrega a la naturaleza que se extiende ante sí. Quiere mezclarse con la arena, dejarse envolver por ella. Quiere, incluso, ser arena:

“Ser”

Estoy en una playa sin fin

mi alma se despliega

inconsulta

hacia una rara nada

No sé de mi nombre

de mi cuerpo

absuelta de todo ser

de toda obligación

me entrego

a solas

al ardor

me adormezco

Infinita, soy esta arena

lo que me borra

lo que quiero ser

Entregarse al mundo y disolverse con él. En el poemario Cielo, tu arco grande se encuentra un poema titulado precisamente “Disolución” (Ossott 2008: 396):

“Disolución”

Las sandalias

las zapatillas

para el baile

para el amor

para los besos

aquí

entre la gravedad

entre los llantos

entre todo lo que no se puede decir

Y la flor, la bella flor

los perfumes

la danza

los velos

y este intenso amor

para los vientos y el aire

para el desgranarse

El poema se compone de dos estrofas. La primera, a su vez, se subdivide en dos secciones –cinco y cuatro versos, respectivamente–: en la primera se ensalza el movimiento y se realiza una ligera aproximación al plano sensual que, sin embargo, resulta frustrado en la segunda sección. No obstante, dicho ambiente hedonista reaparece con fuerza en la segunda estrofa y con él se cierra la composición.

El movimiento se refleja en la primera sección de la primera estrofa mediante la inclusión de distintos calzados –sandalias, zapatillas– destinados a actividades como el baile o el amor. En la segunda sección se desmonta esta ensoñación idílica que se ha creado el sujeto al regresar a su situación real, donde ni el vuelo ni la alegría son posibles.

En la segunda estrofa, la sensualidad irrumpe con fuerza. A través de una enumeración –la flor, el perfume, la danza, el velo, el viento, el amor– se transmite al lector una sensación de agradable caos. En esta hermosura e intensidad quiere perderse el sujeto, «desgranarse» como un fruto –otro elemento que encuentra cabida en el ambiente sensual que preside el poema–.

Esta concepción de lo físico continúa hasta El circo roto –en poemas como “Cuerpo” se puede comprobar (Ossott 2008: 537)–; no obstante, en este último poemario también se incluyen composiciones donde lo físico ha perdido todo indicio de vida. Tal es el caso del poema intitulado “Sólo un cuerpo” (Ossott 2008: 498-499). Aquí la vida sensual deja paso a la carne inerte que es desplazada dentro de un ataúd:

“Sólo un cuerpo”

Ahí va la urna

Y yo no tengo lágrimas

sólo besos

y un puño alzado, erecto,

por el misterio, por la rabia

También memoria

de danzas

de alegrías

de locura

[…]

¡Cuánto me gustaría bailar desnuda contigo

los Preludios de Chopin

y saltar

para dar gusto a la vida!

Ah, la locura y la muerte,

como avergüenzan

son grotescas.

El recuerdo de la persona querida lleva consigo el movimiento, la alegría, el desenfreno y el disfrute de la vida. Si en otros poemas esto era lo perseguido, aquí se trata de una añoranza ya perdida. El disfrute libre, sin ataduras físicas ni morales, la danza y la música –clásica, en este caso– es lo que produce felicidad. El poema concluye con el recuerdo de las deformaciones que producen la locura y la muerte.

3. A modo de conclusión

La audición, el ritmo, el movimiento y el baile junto al cuerpo, su fractura y su anhelo de disolución son elementos clave en la poesía de Hanni Ossott. Desde fuera y a través del oído la inspiración, según Ossott, se introduce en el poeta. Lo acústico resulta fundamental en su obra. El mensaje poético penetra en el cuerpo del creador, que ha sido distanciado de su condición original –libre, desordenada– y, por ello, padece una herida profunda e incurable. La herida rabiosa que deja una mordedura animal. A partir del cuerpo nace la obra, dotada de elementos carnales, pero, finalmente, situada en un nivel espiritual. Es también este el estadio al que aspira el creador mediante la disolución, pero sin llegar a alcanzarlo. En tal intento, la obra desempeña un papel curativo que no resulta definitivo y el creador ha de consolarse con ciertas actividades solitarias que se parecen a un refugio.

Bibliografía

LORETO AMORETTI, Loreto (2009): “El discurso existencial de Hanni Ossott”. Revista Estudios Culturales. Año 2, Vol. II, nº 4: 146-163.

OSSOTT, Hanni (2008): Obras completas. Caracas: bid&co.

PANTIN, Yolanda (2001): “Entrar en lo bárbaro. Una lectura de la poesía venezolana escrita por mujeres” [http://www.kalathos.com/abr2001/letras/pantin/pantin.htm; 22/06/2016].

RUSSOTTO, Márgara (1990): Tópicos de retórica femenina. Memoria y pasión del género. Caracas: Monte Ávila.


1 Así se comprueba, por ejemplo, entre Arvelo Larriva, de tendencia más intelectual, y Calcaño, de tono más vitalista (Pantin 2001).

2 «La muerte de mi madre, cuando yo tenía tres años y medio, fue un acontecimiento radical en mi vida […]. Debo decir aquí con valentía, horror y alegría que la muerte de mi madre fue un desastre para mí, para mis hermanos, para mi padre. Mi padre a la larga enloqueció y a la par de ello me ofreció el más importante roce con la poesía y el arte» (Ossott 2008: 1012-1013).

3 «Como asmática que era, asocio los días de enfermedad a largas horas de recogimiento. Los libros como objetos fueron haciéndose importantes para mí gracias a esos largos años de asma en que tenía que permanecer en cama» (Ossott 2008: 1011).

4 Su último poemario, El circo roto (1993), fue escrito «en Caracas y en la Casa de Reposo San José (San Antonio de los Altos)», según se lee al final del mismo (Ossott 2008: 579).