Mujeres de letras: pioneras en el arte, el ensayismo y la educación
BLOQUE 3. Activistas de la historiografía y genealogía feminista

Mujeres precursoras en la ciencia: un repaso histórico con perspectiva de género

María J. Rodríguez-Shadow

DEAS-INAH

Resumen: En esta comunicación se exponen diversos ejemplos paradigmáticos de mujeres que lograron destacar en los campos de las ciencias y la educación en distintos periodos históricos y culturales, analizando las coyunturas y los factores económicos, políticos y sociales que favorecieron su desarrollo en una sociedad androcéntrica que les negaba su integración en esos y otros campos que tradicionalmente monopolizaron y otorgaron prestigio y poder a los hombres como grupo. Esta selección se hizo tomando en cuenta su relevancia en las sociedades en las que las relaciones jerárquicas entre los géneros estaban planamente legitimadas.

Palabras Clave: Mujeres; Ciencia; Jerarquía; Género; Patriarcado; Exclusión.

1. Introducción

Para las mujeres el medio socioeconómico y las circunstancias políticas han sido factores de gran relevancia en el acceso (o su exclusión) de la ciencia. La pertenencia a una clase social, el tipo de familia, el carácter de la religión hegemónica en que son socializadas, la fuerza de la ideología patriarcal, su estado civil, así como las actitudes hacia la educación femenina en su familia y en su sociedad se erigen como elementos que tienen que enfrentar para lograr sus objetivos de ingresar al campo de la investigación en el terreno de lo científico.

En las sociedades modernas, sólo en ocasiones, lo conseguían tomando trabajos de tiempo parcial, realizando labores de ayudantes de investigación con un salario muy bajo o sin recibir el crédito por las tareas realizadas (Watts 2007:176). Muchas veces, el reconocimiento a su labor se les escamotea por las concepciones “científicas” erróneas que se tenían, como el hecho de que las conductas sociales tengan orígenes biológicos (Jourdan-Joung y Rumiati 2007), y por consiguiente, la existencia del prejuicio de que las mujeres, al estar dotadas de un aparato reproductor, sólo debían dedicarse a las tareas de criar a los niños ya atender a sus esposos. No obstante, con el empuje de las luchas sociales, la democratización de las sociedades y los bríos de los movimientos feministas se han logrado muchos avances, aunque haya un largo camino todavía por recorrer (Schiebinger 2003; Fox-Keller 1991).

En este ensayo se presenta de manera breve la vida de las mujeres que consiguieron dedicar sus esfuerzos a lo que les apasionaba: la investigación y la enseñanza en diversas disciplinas científicas en distintos periodos históricos y culturales, considerando las articulaciones y los contextos sociales y de la economía política que les beneficiaron o los obstáculos que impedían el logro de sus objetivos profesionales puesto que la ideología hegemónica de la sociedad patriarcal occidental se ha opuesto sistemáticamente a su incorporación en esos y otros campos que habitualmente acaparaban los hombres y constituían los medios a través de los cuales ellos obtenían autoridad académica, reputación profesional y reconocimiento social y político.

El repudio social a la intervención femenina a estos sectores privilegiados se basaba en la idea arbitraria de que las mujeres que trabajaran descuidarían sus “verdaderas” funciones “naturales” de velar por su hogar, cuidar a sus hijos y estar pendiente de las necesidades del esposo (Fernández 2013:24). La colección que presento se llevó a cabo destacando el hecho incontrovertible de la existencia de una ideología dominante que intenta mantener a las mujeres en una situación de desventaja social y subordinación en todos los planos sociales y políticos (Bourdieu 2001), incluyendo, por supuesto su marginación en las actividades científicas.

El premio Nobel que ganó Rosaly Yalow (1921-2011) le dio la posibilidad de manifestar su opinión de que debía haber un acceso igualitario a la ciencia y paridad en las oportunidades para hombres y mujeres. El discurso que ofreció cuando recibió el Nobel por sus aportaciones científicas es el más reivindicativo del papel de las mujeres científicas que ningún otro que se haya dado en el recinto de banquetes de esos premios. Según sus palabras, la exigua representación de las mujeres en el ambiente científico, la discriminación social y profesional que padecen, el pobre acceso a la educación y el poco apoyo de las familias, que las desalientan de dedicarse a la investigación científica, “son consecuencias de los roles impuestos por la sociedad a las mujeres, defendidos durante siglos y muy difíciles de cambiar” (Fernández 2013: 30). Obtuvo el premio Novel por sus investigaciones en Medicina en el año 1977, esos estudios condujeron a los progresos de la determinación radioinmunológica de alta densidad (Gobierno de Aragón s/f: 83).

2. El desarrollo de la ciencia y la exclusión de las mujeres

Pese a que las universidades se fundaron desde el siglo XI, a las mujeres no se les permitió su ingreso hasta el siglo XVIII, y por consiguiente no podían participar en instituciones, ni en organizaciones de carácter científico, ni desplegar sus talentos en establecimientos educativos, no obstante, hubo muchas que lograron hacer importantes aportes e inapreciables contribuciones en diversas ramas de la ciencia. Las mujeres científicas en las comunidades antiguas desafiaron los límites que les imponían su sociedad. Entre ellas pueden ser mencionadas Hipatia, astrónoma y matemática que vivió en Alejandría en el año 400; Hildegarda de Bingen, Trotula de Salerno, entre otras muchas (Pérez s/f).

Durante la Edad Media, muchas de ellas ejercieron la ciencia de la curación, como parteras y curanderas, obteniendo grandes reconocimientos y una envidiable reputación, misma que a la postre se les negó pasando la obstetricia a ser una práctica sólo privilegio de los hombres, para ello se realizó una desacreditación sistemática y una cruel persecución institucionalizada con el fin de excluirlas de la profesión. Las desigualdades entre hombres y mujeres en el acceso a la práctica de las ciencias se han incrementado desde entonces, produciendo y elaborando prejuicios que han sobrevivido hasta la actualidad (Rodríguez-Shadow 2010).

3. Siglo XVIII

Laura Bassi (1711-1778), fue una niña prodigio que sabía latín y francés. Fue la primera mujer en el mundo que obtuvo su doctorado en una universidad (1733). Escribió casi treinta artículos sobre química, física, hidráulica, matemáticas y mecánica, pero sólo consiguió que le publicaran cuatro. A pesar de haber sido admitida como profesora y ganar un salario alto, daba clases en su casa pues no podía ingresar a la jerarquía académica o a los círculos de los eruditos sólo por ser mujer. Y pese a que provenía de una familia rica y era protegida del papa en turno, enfrentó muchos obstáculos y limitaciones en su práctica científica. Dictó en su casa, junto a su marido, clases de física experimental y también instaló un laboratorio donde se reunían verdaderas eminencias (Trouong 2012). Pese todo, obtuvo la cátedra de Física Experimental de la Universidad de Bolonia en 1776, a la edad de 65, dos años antes de su muerte. Tuvo 12 hijos (Gregersen, s/f).

María Agnesi (1718-1799), supo transformarse de niña prodigio en famosa matemática. A los 9 años hablaba siete idiomas, y a los 10, ya conocía las obras de los científicos más importantes. A los 21 años inició la redacción de su libro sobre cálculo diferencial que fue publicado en 1748 y traducido a varios idiomas para usarse como libro de texto. Ella logró fungir como catedrática de Matemáticas y Filosofía Natural en la Universidad de Bolonia (Trouong 2012). Publicó una traducción en defensa de las mujeres (Gobierno de Aragón s/f: 33).

Marie-Anne Prierrette Paulze (1758-1836). A los 14 años se casó con el abogado, geólogo y químico Antoine-Laurent Lavoisier y de ese modo, consiguió simultáneamente marido y tutor. Con mucha rapidez aprendió química y ayudaba a su esposo en el laboratorio que tenían en su propia casa. Asimismo dibujaba los equipos y traducía para Antoine los textos de química del latín y el inglés al francés. En 1789 Lavoisier publicó: Tratado Elemental de Química, con la colaboración de Marie-Anne. En 1794, durante la Revolución Francesa, Antoine fue acusado de traición y fue enviado a la guillotina en París. Marie-Anne, ya viuda siguió adelante, estableció un salón científico en su casa y reunió todos los trabajos que había escrito con su esposo. En 1805 publicó Memorias de Química con el nombre de su marido (Hoffmann 2002).

4. Siglo XIX

Mary Anning (1799-1847) era una paleontóloga inglesa autodidacta, quien descubrió el primer ictiosaurio completo en 1811 y un plesiosaurio íntegro en 1823, logros que la encumbraron como experta en fósiles y geología. Ella tuvo un rol esencial en el establecimiento de la paleontología como una nueva rama científica. Debido a sus éxitos profesionales y su gran experiencia fue muy requerida por sus colegas varones, a pesar de ello, no fue invitada a integrarse a la Sociedad Geológica de Londres. No obstante, al momento de su muerte por cáncer de mama a los 47 años de edad, Anning había conquistado el respeto de los científicos y el público en general por su trabajo perseverante y su profesionalismo.

Ada Lovelace (1815-1852) o Augusta Ada Byron King, Condesa de Lovelace, fue una brillante matemática inglesa. El pertenecer a la nobleza y recibir una prolija educación, aunado a una mente brillante la colocó en una posición privilegiada. Se le considera la precursora de la informática y fue la primera científica de la computación de la historia. Ella descubrió que mediante una serie de símbolos y normas matemáticas era posible llevar a cabo cálculos complejos. Previó las capacidades que una máquina (que en la actualidad es la computadora) podía tener para el desarrollo de los cálculos numéricos y más, de acuerdo a los principios de Babbage y su “motor analítico.”

5. Siglo XX

Rachel Holloway Lloyd (1830-1900) fue pionera en el campo de la química. Lloyd se convirtió en la primera mujer estadounidense, y la segunda en todo el mundo, en obtener un título de doctorado en Química cuando se graduó de la Universidad de Zurich en 1887. Seis años antes, había logrado ser la primera mujer en publicar su investigación en una revista de química. Y cuando Lloyd se unió a la facultad de la Universidad de Nebraska, ella fue una de las primeras mujeres en enseñar y realizar investigaciones en una institución mixta. Aunque su vida está llena de momentos amargos y eventos adversos Lloyd se distinguió por sus cualidades como maestra y su aptitud en la investigación conquistando la admiración de sus colegas y estudiantes. Gracias a una capsula que se conservó en la Universidad de Nebraska Lincoln se conoció más del trabajo de Rachel.

Aunque Alice Stewart (1906-2002) provenía de una familia acaudalada, y había estudiado en el Cambridge Natural Sciences, desde 1935 desempeñó empleos en los que recibía una remuneración tan baja que apenas le permitían mantener a su familia. Posteriormente con el advenimiento de la Segunda Guerra Mundial surgió la posibilidad, al igual que para otras, de que se presentaran oportunidades que de otro modo hubieran sido imposibles de conseguir. Recibió ayuda gubernamental para cuidar a sus hijos y poder dar clases en el Nuffield Hospital, una escuela muy importante. Su éxito en los proyectos le permitió en 1946 convertirse en la primera mujer que podía ingresar en la Association of Physicians y al mismo tiempo fundar el British Journal of Industrial Medicine.

Pese a que ella había ganado respeto profesional, específicamente por sus trabajos sobre el cáncer, una vez que la guerra terminó no se le concedió el puesto que usualmente hubiera sido el siguiente paso de su carrera. Finalmente hasta que tuvo 90 años de edad se le concedió una cátedra en la University of Birmingham. Sus biógrafas la rememoran como una mujer que aceptaba bajos salarios y pobres prospectos, pero fue capaz de seguir su camino puesto que nadie la tomaba en serio (Watts 207: 176).

Marie Salomea Skłodowska Curie (1867-1934), química y física polaca, mejor conocida como Marie Curie, dedicó su vida entera a la radioactividad, siendo la máxima pionera en este ámbito. Fue la primera persona en conseguir dos Premios Nobel, por los cuales literalmente dio su vida. Su legado y sus conocimientos en Física y Química impulsaron grandes avances. El primer Premio Nobel de Física lo ganó en 1903 de manera conjunta con su esposo debido al descubrimiento del Polonio y del Radio. Posteriormente en 1911, ya habiendo muerto su marido, ella lo ganó por sus investigaciones en Química (Gobierno de Aragón s/f: 80). Cuando se inició la Primera Guerra Mundial, en 1914, supuso que los rayos-X ayudarían a localizar el metal de las balas en los heridos, y eso podría facilitar la labor de los médicos. Con el fin de no mover a los lesionados concibió las cámaras-furgones de rayos X y adiestró a 150 mujeres para que las manipularan. Falleció de leucemia, muy probablemente por su exposición a altos niveles de radiación (Pérez s/f).

Henrietta Leavitt (1869-1921) fue una astrónoma destacada. Ella trabajaba en el observatorio de Harvard analizando las imágenes de las estrellas con el fin de establecer sus magnitudes. Sus investigaciones contribuyeron a cambiar nuestra manera de pensar, sentando las bases sobre las que Hubble desarrollaría su planteamiento de que el Universo se expande. La tarea de medir y grabar estrellas, era de las pocas labores en el ámbito científico considerado apropiado para las mujeres. Realizó un estudio de 1777 estrellas variables de las Nubes de Magallanes. Determinó los períodos de 25 cefeidas en la Nube Menor. En el curso de su trabajo, Leavitt descubrió cuatro novas y cerca de 2400 variables, prácticamente la mitad de todas las estrellas de esa clase conocidas en ese tiempo (Ignotofsky 2016; Castro 2009). También las estrellas binarias y los asteroides fueron objeto de su interés. Ella, aunque murió en 1921, fue, por sus relevantes contribuciones al mundo científico, nominada a título póstumo, por la Academia Sueca de Ciencias al Premio Novel (Gobierno de Aragón s/f: 68).

Amalie Emmy Noether (1882-1935) fue una matemática alemana de origen judío. Creció en una familia en la que había 10 matemáticos en tres generaciones. Aunque obtuvo el título de lenguas, Emmy Noether jamás creyó que su verdadera vocación era la de enseñar idiomas. Cuando asistió como oyente a las clases de matemáticas impartidas por su padre se dio cuenta de su verdadera afición. Entonces decidió dedicarse a los números, y pese a que oficialmente a las mujeres no se les permitía asistir a la universidad, en 1910 se doctoró con una tesis que le dio gran reputación.

En 1915, se incorporó al Instituto de Matemáticas de Göttingen y comenzó a trabajar con Klein y Hilbert en las ecuaciones y la formulación de varios conceptos de la teoría general de la relatividad de Einstein. Por esto el científico la estimaba mucho. En 1918, demostró dos teoremas básicos, tanto para la relatividad general como para la física de partículas elementales. Todavía, uno de ellos es conocido como el “Teorema de Noether”. Sin embargo, y pese a las labores que realizaba, era discriminada por su sexo y no fue aceptada como investigadora y docente titular en la correspondiente facultad.

Tuvieron que interceder por ella Hilbert y Einstein para que se le otorgaran algunos reconocimientos. En 1919, se le concedió permiso para dictar una conferencia y sólo hasta 1922, fue nombrada profesora adjunta con un pequeño sueldo. Esa situación no fue revertida mientras permaneció en Göttingen, no sólo por los prejuicios que existían entonces contra las mujeres, sino que también por su condición de judía, socialdemócrata y pacifista.

Durante la década de 1920 Noether llevó a cabo investigaciones fundamentales sobre álgebra moderna, trabajando en la teoría de grupos, en la teoría de anillos, grupos representativos y teoría de números. Sus avances en el desarrollo de las matemáticas fueron de gran utilidad para los físicos y cristalógrafos. Los conceptos algebraicos que Emmy amplió conducían a un grupo de principios que unificaban álgebra, geometría, álgebra lineal, topología, y lógica. En 1933 los nazis la expulsan y se refugia en los Estados Unidos. Allí laboró como profesora invitada en prestigiosas universidades, pero en abril de 1935 se le practicó una cirugía uterina y falleció de una infección postoperatoria (Pérez s/f).

Alice Ball (1892-1916). Durante muchos años los médicos administraron a los enfermos de lepra aceite de Chaulmoogra que provenía de una semilla. Lamentablemente, no siempre era eficaz, los efectos secundarios podían dañar en lugar de sanar. En 1916, Alice desarrolló un procedimiento para identificar el componente activo del aceite el cual se podía inyectar sin secuelas negativas. El nuevo tratamiento fue usado por décadas, sin embargo, nunca alcanzó el reconocimiento por su logro. Alice murió cuando sólo tenía 24 años de edad. En su laboratorio continuaron con las investigaciones de su proyecto y se adjudicaron el éxito, sin mencionarla. Alice fue la primera mujer norteamericana de ascendencia africana que se graduó en la Universidad de Hawai con una maestría.

Rosalind Franklin (1920-1958) nació en Londres. Fue biofísica y cristalógrafa, teniendo participación crucial en la comprensión de la estructura del ADN, ámbito en el que produjo amplias contribuciones. Descubrió la forma B, identificó y demostró que la molécula de ADN existe en dos estados distintos, especificando las condiciones para la transición del uno al otro.

El tratamiento desdeñoso de su labor de investigación y su apropiación fraudulenta resultó clara cuando una de sus más grandes contribuciones, la que hizo posible la observación de la estructura del ADN mediante imágenes tomadas con rayos X, no fuera reconocida. Por el contrario, y como ya se sabe, el crédito y el Premio Nobel en Medicina se lo llevaron Watson y Crick, pese a que éstos tenían claridad sobre la cuestión de que Rosalind Franklin fue responsable de gran parte de la investigación cristalográfíca de rayos X que era fundamental para el descubrimiento de la famosa estructura de ADN de doble hélice.

Laboró en un ambiente en el que sus compañeros de trabajo la trataban de manera ofensiva y humillante. Ese tratamiento misógino resulta evidente en el libro de James Watson, La doble hélice, en el que es criticada acremente por su adusta forma de vestir y su escaso maquillaje. Desafortunadamente, Franklin murió de cáncer en 1958, a la edad de 37. Cuatro años más tarde, James Watson, Francis Crick y Maurice Wilkins, fueron galardonados con el Premio Nobel de Fisiología y Medicina y Química respectivamente sin mencionar a Franklin en su discurso de aceptación, ni en sus trabajos posteriores (Gornick 2009; Sayre 1997). En consideraciones posteriores se ha estimado que ella era una de las investigadoras experimentales más sobresalientes de la comunidad científica a nivel mundial en el análisis de las estructuras helicoidales (Gobierno de Aragón s/f: 76-77).

Lise Meitner (1878-1968) nació en la Viena del Imperio Austrohúngaro, hoy Austria. Fue una física con un amplio desarrollo en el campo de la radioactividad y la física nuclear, y aunque desempeñó una parte fundamental del equipo que descubrió la fisión, solo su colega Otto Hahn obtuvo el reconocimiento de ese logro. Fue la segunda mujer en obtener un doctorado en Física en la Universidad de Viena en 1906, y la primera mujer en Alemania en asumir la posición de un profesor titular en esa disciplina veinte años después. La anexión de Austria por la Alemania nazi en 1938 la obligó a huir debido a su ascendencia judía.

Meitner y Otto Hahn descubrieron la fisión nuclear en 1939, sin embargo, el Premio Nobel de Química fue otorgado en 1945 sólo a Hahn quien restó importancia a la participación de Meitner. Este hecho se describió en Physics Today como «un raro ejemplo en el que las opiniones negativas personales aparentemente llevaron a la exclusión de un científico que merecía un premio». Años más tarde, el meitnerio (elemento químico de valor atómico 109) fue nombrado así en su honor. Cuando Hitler invadió Austria ella huyó a Dinamarca y después a Suecia, lo cual fue un error, pues nunca se le quiso otorgar el reconocimiento tan merecido porque era una exilada (Gobierno de Aragón s/f: 62-64).

La investigadora alemana Ida Tacke (1896-1978) fue la primera en mencionar la posibilidad de llevar a cabo la fisión nuclear en 1934 cuando ese planteamiento no era común. Su principal contribución se produjo en el campo de la química y la física atómica. Descubrió dos elementos nuevos -renio y masurium- que Mendeleev vislumbró. En los libros de historia de la ciencia se le menciona sólo como la descubridora del renio. Pero el descubrimiento del masurium, que en la actualidad recibe el nombre de tecnecio, se atribuye a Carlo Perrier y Emilio Segre. La comunidad científica hizo caso omiso de la evidencia de Tacke hasta que Perrier y Segre lo produjeron en el laboratorio.

Bárbara McClintock (1902-1992) quien nació en Hartford, EEUU llevó a cabo un importante descubrimiento en el campo de la genética. Bárbara se especializó en la citogenética y obtuvo un doctorado en botánica en el año 1927. A pesar de que durante mucho tiempo, injustamente sus trabajos no fueron tomados en cuenta, 30 años más tarde se le otorgó el Premio Nobel por su aportación excepcional e increíblemente adelantada para su época: la teoría de los genes saltarines, revelando el hecho de que los genes eran capaces de brincar entre diferentes cromosomas. Hoy, este es un concepto esencial en genética.

Colaboró estrechamente con el matemático Charles Babbage y su trabajo sobre la máquina analítica está considerado como precursor de la informática moderna. En 1943 escribió un «plan» donde describe los pasos que permitirían calcular los valores de los números de Bernouilli, su primer programa, que utilizaba dos bucles, con lo que demostró la capacidad de bifurcación de la máquina de Babagge. Describió cómo se podía inferir operaciones trigonométricas que contaban con variables utilizando la máquina de Babbage. Sugirió el uso de tarjetas perforadas como método para ingresar información e instrucciones a la máquina analítica (Gobierno de Aragón s/f: 38).

Dorothy Hodgkin (1910-1994) es la brillante cristalógrafa que mapeó la estructura de la penicilina, descubrimiento que le valió el Premio Nobel de Química en 1964. Hodgkin fue la primera mujer en obtener la prestigiosa Medalla Copley, y sigue siendo la única mujer británica en conquistar un Nobel en categorías científicas. Perfeccionó la técnica de la cristalografía de rayos X, un procedimiento utilizado para establecer las estructuras tridimensionales de las biomoléculas. Entre sus hallazgos más conocidos están la confirmación de la estructura de la penicilina que Ernst Boris Chain y Edward Abraham había supuesto previamente, y de descifrar la estructura de la vitamina B12, y también de la insulina. Esto contribuyó a la identificación de las estructuras de muchas biomoléculas donde ese conocimiento resultaba crucial para comprender su función como vitaminas o antibióticos (Gobierno de Aragón s/f: 83).

Gertrude Elion (1918-1999) se graduó en el Hunter College de Nueva York en 1937 con una licenciatura en Química. No pudo completar un posgrado debido a la grave crisis económica. No obstante, se ganaba la vida trabajando como asistente de laboratorio, percibiendo sólo 20 dólares a la semana, y como profesora hasta que obtuvo un puesto de asistente en la compañía Burroughs-Wellcome. Ahí desarrolló el Purinethol, el primer tratamiento para la leucemia, el medicamento contra la malaria la pirimetamina y el aciclovir, una medicina para el herpes viral que todavía se vende hoy como Zovirax.

Posteriormente, Elion supervisó la adaptación de la Azidotimidina, el primer tratamiento para el SIDA. En reconocimiento a sus logros se le otorgó el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1988, a pesar de que nunca había completado su doctorado (Gobierno de Aragón s/f: 85). Esta investigadora incansable revolucionó la fabricación de medicinas, pues en lugar del método tradicional de prueba y error, analizó las tenues diferencias en la reproducción celular y elaboró drogas que obstaculizaban el ciclo celular de las anormales, sin alterar el de las sanas. De ese modo, sus medicamentos posibilitaron el trasplante de órganos (Pérez s/f, 1).

Esther Lederberg (1926-2006). Microbióloga estadounidense, condujo investigaciones pioneras en el campo de la genética bacteriana. Descubrió el modo en el que se lleva a cabo la transferencia de genes entre las bacterias. Desarrolló técnicas básicas que se perfeccionaron más tarde y contribuyeron al entendimiento de cómo actúan los genes. Su trabajo ayudó a su marido, Joshua, a ganar el Premio Nobel en 1958. Ella, al igual que muchas mujeres que desarrollaban trabajo científico, tuvo que desafiar los prejuicios de género que en las décadas de los 1950 y 60 eran más intensos que hoy.

Jocelyn Bell Burnell (1943-) es originaria de Belfast, Irlanda del Norte y su descubrimiento fue parte de su propia tesis de doctorado en Astrofísica de la Universidad de Cambridge. Durante sus estudios de posdoctorado construyó y trabajó en un radiotelescopio. Ahí descubrió una señal de radio repetida que, a pesar de que fue menospreciada inicialmente por sus colegas, provenía de una estrella de neutrones en rotación, posteriormente llamada pulsar. El hallazgo de Jocelyn de los pulsares, se ha descrito como el mayor descubrimiento astronómico del siglo XX, no obstante, su supervisor y su colega fueron galardonados con el Premio Nobel de Física en 1974, no ella.

El hecho de que Burnell fue completamente omitida como una co-receptora del premio produjo la indignación de muchos astrónomos prominentes de aquel momento. Sin embargo, Burnell ha recibido numerosos premios y honores subsecuentes, fue presidenta de la Real Sociedad Astronómica, del grupo de las primeras mujeres del Instituto de Física, y fue nombrada Dama Comandante de la Orden del Imperio Británico en 2007 (Gornick 2009).

Jane Goodall nació en Inglaterra en 1934. Se trata de una famosa antropóloga que goza de un merecido reconocimiento internacional gracias a su largo trabajo con los chimpancés de Tanzania. Sus investigaciones iniciales, no obstante se enfocaron en analizar la situación de las mujeres en contextos específicos: las esposas Tiwi que viven en el área norteña de Australia. Pese a que ese grupo ya había sido estudiado con anterioridad, el encuadre de Goodall fue cualitativamente distinto ya que colocó su mirada sagaz en las esferas y los espacios de las mujeres. Su acercamiento analítico al enfocarse en las transformaciones experimentadas por las mujeres a través del curso de su vida: el nacimiento, los rituales de paso, las ceremonias anuales de iniciación, los convenios matrimoniales y los funerales. Los hallazgos antropológicos que Goodall ofreció conservan su vigencia a pesar del tiempo trascurrido y por consiguiente su confiabilidad y su valor científico (Rodríguez-Shadow; Campos Rodríguez 2010: 41).

5. Comentarios Finales

Las mujeres han estado, pese a las restricciones sociales, políticas y económicas, que el sistema patriarcal les ha impuesto durante siglos, presentes en el área de las ciencias, los descubrimientos y las invenciones. Las mujeres, por ejemplo, debido a una estricta división sexual del trabajo y la ideología patriarcal hegemónica vigente desde hace ya varios milenios, han circunscrito sus logros científicos a determinados ámbitos. Algunas de las disciplinas de lo que hoy consideramos ciencia (como la Botánica, la Genética, la Entomología) tuvieron su origen con una amplia participación femenina, ya que a ellas se les asignaba la elaboración de los alimentos debían recolectar frutos, raíces, vegetales e insectos y requerían identificar sus diferentes propiedades medicinales, su utilidad en la alimentación por su contenido de nutrientes o las plantas tóxicas (Rodríguez-Shadow 2013).

También aprendieron a relacionar las plantas con las distintas estaciones del año y por consiguiente, tuvieron mucho que ver con la observación de la naturaleza y el descubrimiento de la agricultura. Por lo mismo, ellas inventaron el mortero y molinos primitivos para triturar semillas y granos para facilitar su ingesta. Con la práctica distinguieron las propiedades terapéuticas de las plantas, como también aprendieron a deshidratar, almacenar y mezclar sustancias vegetales y las aplicaron para curar de manera efectiva diversas enfermedades, incursionando en la herbolaria y la curandería (Rodríguez-Shadow 1996; 2000; 2010; 2014). Al encargarse de las tareas relacionadas con el aprovisionamiento del grupo debieron, sin duda, ser responsables del descubrimiento del fuego y su papel en la cocción de los alimentos, por consiguiente con la invención de la cerámica doméstica y la creación de las tradiciones culinarias de las que se nutre la construcción identitaria de los diversos grupos étnicos (Rodríguez-Shadow 2009).

La intervención femenina en las ciencias ha existido siempre pero esa participación ha sido desigual, siempre en términos jerárquicos, invisibilizada y devaluada. Aun así, la injerencia de las mujeres en los campos de la ciencia debe considerarse tomando en cuenta que la noción misma de ciencia y sus prácticas han variado en el tiempo y en el espacio, recordemos que la química en la antigüedad era la alquimia o que la medicina o la biología sentaron sus bases en la herbolaria tradicional, un campo considerado como propio de las mujeres (Barral 1998: 8).

No obstante, los actuales estudios de ciencia y género emergen de la pregunta fundamental sobre el lugar y el estatus de las mujeres en la ciencia, tanto en el pasado como en el presente. Al plantearse esta cuestión nos percatamos de que no es posible analizar el rol de las mujeres sin examinar las bases o la definición misma de ciencia (Fox-Keller 1991). Campo que a menudo es pensado como un área masculina por derecho propio como un medio para obtener poder, prestigio y dinero, mientras que el ingreso de las mujeres a estos espacios es desalentado, criticado y estigmatizado a nivel familiar, social e institucional (Clair 1996).

Muchas científicas no han sido mencionadas aquí por falta de espacio: la naturalista que descubrió la quinina, la astrónoma inglesa que reveló la existencia de los cometas, muchas de las científicas que destacaron por su prodigiosa inteligencia pudieron, gracias a su posición económica, superar los obstáculos sociales que limitaban a las mujeres pobres el estímulo intelectual que requerían para desarrollar inclinaciones eruditas. Aún hoy día generalmente los equipos científicos son dirigidos por hombres, el resto, tanto hombres jóvenes como mujeres, laboran apoyando, generalmente, sólo su línea de investigación, dejando que los hallazgos que se hacen colectivamente parezcan como logro único del científico a cargo del grupo.

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