Hubertine Auclert y su contribución a la causa feminista en Le radical. Journal politique et litteraire
Ángela Magdalena Romera Pintor
Universidad Nacional de Educación a Distancia
Resumen: El presente estudio se centra en el discurso feminista de Hubertine Auclert (1848-1914) y la relevancia del talante crítico y reivindicativo de sus escritos y de sus manifestaciones públicas, que contribuyeron a situar los derechos de la mujer en el debate político francés. Calificada como “pionera del feminismo” en Francia, Auclert fue una articulista y ensayista que persiguió con vehemencia la igualdad política y social de la mujer. En particular, se dedicó a defender insistentemente el derecho al sufragio femenino, no sólo a través de sus artículos y de su actuación pública, sino también en su ensayo Le vote des femmes (1908). Colaboró asiduamente con el periódico Le Radical, donde firmaba los artículos de la sección intitulada “Féminisme”, algunos de los cuales serán objeto de nuestro estudio.
Palabras clave: Escritoras feministas francesas; Suffragettes; Hubertine Auclert.
1. Hubertine Auclert: Una vida al servicio de una causa
La figura de Hubertine Auclert es una de las más emblemáticas dentro del panorama de la reivindicación feminista en la Francia de finales del siglo XIX. Su militancia en defensa de unos derechos para la mujer de igualdad política y social empujó a esta autora a dedicarse en cuerpo y alma a la causa. Ciertamente, las peripecias vitales1 de Hubertine dan buena cuenta de la firmeza de sus convicciones, de la valentía que demostraba a la hora de defender su postura, así como de la singularidad de su discurso radical, que entraba en disonancia con el de otras figuras del momento que representaban un feminismo moderado, como Léon Richer y Maria Deraismes2. La propia Hubertine los llamaría sus “maestros”, aunque pronto se distanciaría de ellos. Las reivindicaciones de Hubertine a favor de los derechos de la mujer van más allá del programa de los moderados, en la medida en que reclama una igualdad perfecta entre los sexos3.
Auclert participa en 1879 en el tercer congreso socialista, celebrado en Marsella, donde pronuncia un discurso destinado a exigir la igualdad económica, política y social de la mujer. Reclama con energía la colaboración de la asamblea obrera para defender los derechos de la mujer y hacer frente común ante al opresor: “Écouter nos plaintes, c’est commencer à vouloir être juste. Admettre les femmes au milieu de vous, au même titre que les prolétaires, c’est faire avec elles un pacte d’alliance défensif et offensif contre nos communs oppresseurs” (Auclert 1879: 1-2). Los exhorta así a defender la igualdad humana en su integridad, es decir no sólo de los hombres entre sí, sino también entre hombres y mujeres:
Nous proclamons comme vous, citoyens, le principe de l’égalité humaine, nous entendons par là non seulement l’égalité de tous les hommes entre eux, mais encore l’égalité des hommes et des femmes. Nous voulons pour elles, comme pour vous, l’instruction intégrale, les mêmes facilités de développement physique, moral, intellectuel, professionnel. Nous voulons pour les femmes, comme pour les hommes, liberté de conscience, liberté d’opinion, liberté d’action. [...] Nous voulons pour les femmes, comme pour les hommes, voix délibérative dans la commune, dans l’État, ou dans le groupe; [...] parce que les femmes payant les impôts ont autant de droits que les hommes d’exiger une bonne répartition de ces impôts [...]. (Auclert 1879: 14)
En 1876 Auclert funda una Asociación, Le Droit des femmes, y más tarde, en 1880, Le Suffrage des femmes. Pronto se consagraría como articulista en el diario Le Radical, donde publicaría una larga serie de artículos –desde 1896 hasta 1909– en una sección intitulada precisamente “Féminisme”. Este periódico le sirve de plataforma para desarrollar y divulgar con regularidad un discurso reivindicativo en el que aborda todos los aspectos que afectaban a la mujer de su tiempo y sobre todo la espinosa cuestión de la legalización de sus derechos. Su colaboración en otros periódicos, como La Libre parole, en la sección “Les Droits de la femme”, y en particular en la revista que ella misma fundaría en 1881, La Citoyenne, también le permitiría usar la pluma para divulgar su postura con vistas a formar y a sensibilizar la opinión pública en la materia.
Paralelamente a su labor como articulista, Auclert también compuso ensayos que reivindican los derechos de la mujer y en particular su derecho al voto, tal y como se recoge en Le vote des femmes, de 1908. Durante su estancia en Argelia4 (1888-1892), recogió sus observaciones sobre la situación de la mujer en otro ensayo, esta vez en defensa de la mujer árabe, intitulado Les femmes arabes en Algérie (1900).
Al margen de su labor escritural, Hubertine emprendió todo tipo de manifestaciones en defensa de la causa feminista y sufragista: fue una gran agitadora popular convocando manifestaciones5 y marchas de protesta, participó en mítines políticos y congresos donde defendió su causa, se negó a pagar impuestos6, y se propuso incluso quemar públicamente el Código de Napoleón en los actos conmemorativos del centenario de su creación, en 1904. Serán este tipo de actuaciones, calificadas de violentas en su día, en particular la relativa a su intervención en las elecciones de 1908 en las que rompió una urna y pisoteó los votos, las que le valieron el sobrenombre de “la suffragette française”7. Aunque no apoyaba el uso de la violencia, afirmaba haberse visto obligada a hacer uso de ella. Y es que, como apunta Fraisse, su postura radical exigía una estrategia igualmente radical: “elle était radicale dans son objectif, donc dans sa stratégie” (Fraisse 2007: 9).
En todo caso, no cabe duda de que Hubertine logró ciertamente que sus pretensiones llegaran a formar parte del debate político en Francia, en particular gracias al elevado número de peticiones que dirigió a las asambleas parlamentarias y a los consejos municipales y generales8. Será así cómo compone también una treintena de peticiones en relación al derecho al voto de las mujeres que confía al diputado Clovis Hugues y para las que recogería tres mil firmas. Otras tres mil firmas se recogieron en 1901, año en que confía su petición al diputado por Vendée Jean Gautret, que defiende la causa sufragista en la Cámara. Aún cuando sólo recibirá el cinco por ciento de los votos, en términos de Hause se trata del mayor éxito de Hubertine Auclert (Hause 2007: 51-52). Y en este contexto debe entenderse también la afirmación de su biógrafo cuando señala que Auclert “introdujo en el discurso político los derechos políticos de la mujer francesa” al tiempo que “articuló y obligó a la subcultura política a que considerara una idea que no disponía de otros abogados”9 (Hause 1987: 87). Con el tiempo, Hubertine llegaría incluso a presentarse a las elecciones legislativas de 1910, en las que se situó en quinta posición con 590 votos10.
Con todo, Auclert muere en 1914 sin llegar a ver cumplida la legalización del derecho al voto femenino, que no se produciría en Francia hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. El Senado fue rechazando o postponiendo sistemáticamente la aprobación de un proyecto de ley para el sufragio de las mujeres, que sin embargo había sido acordado en la Cámara de los diputados. Esta propuesta de ley se presentaría en varias ocasiones desde 1919, siendo la más notable la de 1936, por cuanto en ese año había obtenido la aprobación por unanimidad de toda la Cámara.
2. Hubertine Auclert y su contribución en Le Radical (1896-1909)
Tras la desaparición en 1891 del periódico que había creado, La Citoyenne, Hubertine colaboró con otros periódicos, como La libre parole (hasta 1894), pero sobre todo con Le Radical a partir de 1896. Su director, Henry Maret, ya había apoyado la causa feminista y sufragista en su candidatura de 1881 y no dudó en ceder una columna semanal a Auclert bajo el título de “Féminisme”. La labor que desarrollará en este periódico abarcará unos 13 años, hasta 1909, con unos cuatrocientos artículos publicados, que abordan todo tipo de temas relacionados con la mujer y sus derechos:
Auclert persuaded Maret to give her a weekly column, to be entitled “Le Féminisme”, late in 1896. […] For the next thirteen years, Le Radical was the forum Auclert had sought. She produced over four hundred articles […]11, expanding the integral feminism that she had developed in La Citoyenne. (Hause 1987: 161)
Nos interesa abordar aquí algunos de estos artículos publicados en Le Radical, por cuanto son representativos del discurso feminista de Auclert, del talante reivindicativo y vehemente de su postura, así como de la labor que llevó a cabo en la conformación de la opinión pública, cada vez más concienciada de la justicia de tales reivindicaciones. Hemos querido seleccionar aquellos artículos que se distinguen en cierto modo del conjunto por el tema tratado para ilustrar cómo Auclert abordaba cuestiones muy distintas y variadas para incidir en la misma defensa de la causa feminista.
Quizá el más sorprendente sea el primero de los artículos que hemos seleccionado para nuestro estudio. Fue publicado en Le Radical el 30 de mayo de 1897 con el título “L’ennemie de la femme”. En él Auclert aborda un tema que también desarrollaría en su diario y en otros escritos12: el de la indiferencia o incluso animosidad de la mayoría de las mujeres de su tiempo en la defensa de los derechos que reivindicaba para su sexo. Aquí la autora dirige su crítica a las burguesas. Y es que estas damas de la sociedad a las que califica de “mimadas por el destino” (“gâtées par le destin”) se mostraban disconformes con la actuación y las demandas de las militantes feministas, razón por la que no duda en llamarlas las enemigas de las mujeres. En su argumentación, la autora ataca en primer lugar a las mujeres que han conseguido distinguirse ante los hombres y que son consideradas por éstos como una excepción. Les reprocha que se sientan tan halagadas de la distinción que les otorgan los hombres que no dudan en perpetuar los privilegios de éstos. Y sin embargo, estas mismas mujeres corren también el riesgo de caer en la injusticia masculina. Y así les augura que ante la menor contrariedad, sus aduladores las dejarán caer del podio en el que las han encumbrado. Por ello, aduce Auclert, teniendo en cuenta que todas las mujeres son solidarias lo quieran o no, aquellas que se distinguen por su valía intelectual ganarían mucho si la mujer en general no estuviera tan rebajada ante la sociedad:
Qu’elles le veuillent ou non, les femmes sont solidaires. Celles qui ont une valeur intellectuelle, une originalité propre ressortiraient d’autant mieux que leur sexe serait moins rabaissé. D’où vient donc qu’elles ne perdent jamais l’occasion de décocher un trait aux militantes qui s’évertuent à soustraire au caprice de l’homme le sort de la femme? Sont-elles, pour faire leur propre éloge, absolument forcées de déprécier les soldates du féminisme? (Auclert 1897a: 2)
El desprecio que manifiestan estas mujeres –que los hombres han distinguido por su valía– hacia el resto de sus congéneres es recíproco, siendo así que aquellas que permanecen en la sombra también aborrecen a las que triunfan. La triste conclusión que Hubertine extrae de todo ello es que la mujer es la enemiga de la mujer (“La femme est l’ennemie de la femme”). En su artículo, Auclert ofrece la solución a esta paradoja y no duda en hablar de susceptibilidades y de celos como algunas de las causas que favorecen la división de las filas femeninas y perpetúan el reinado masculino. Recomienda entonces que todas actúen como el hombre, que sabe vencer sus antipatías y acallar sus resentimientos cuando lo necesita. Se trata de una estrategia que el género masculino ha sabido poner en práctica con éxito. Así es cómo los burgueses han arrebatado los privilegios a los nobles, y los proletarios a su vez a los burgueses: “Les femmes qui veulent s’affranchir n’ont qu’à emboîter le pas aux hommes, dont les plus humbles ont des représentants au Parlement, parce qu’ils ont su s’élever au-dessus des discussions, des querelles, des trahisons qui maintiennent les opprimés sous le joug” (Auclert 1897a: 2).
El reproche final que Hubertine les dirige es el de despreciar la política y en consecuencia su derecho al voto. Mediante este razonamiento final, el artículo concluye, como no podía ser de otra manera, abogando por una militancia en favor del sufragio femenino:
Cependant, ne trouve-t-on pas surprenant que les Françaises, qui ont la passion du bien, ne se préoccupent pas davantage d’obtenir le droit d’aider à organiser le bonheur humain, en contribuant par leur action et par leur vote à établir un rudiment de justice sociale? Pour l’humanité, encore en enfance, qui mieux que la mère peut dire ce qu’il faut? (Auclert 1897a: 2)
Aun cuando el tema del sufragio femenino subyace en todos sus escritos, algunos abordan temas tangenciales que le permiten abogar por los derechos de la mujer desde frentes bien distintos. Así llegamos al siguiente artículo que hemos elegido para nuestro estudio y que pone de manifiesto cómo Hubertine no dejaba ninguna cuestión sin tratar en el marco de su defensa feminista. Fue publicado el 3 de octubre de 1897 e intitulado “Le nom de la femme mariée”. Aquí la autora se declara en contra de la pérdida del apellido de la mujer, que al casarse adquiere el del marido. Al aceptar el apellido del marido, la mujer asume la responsabilidad de los actos de éste. La responsabilidad que se infiere del nombre afecta también al marido, que puede verlo deshonrado en su mujer. Pero sobre todo, induce a no pocas confusiones en caso de separaciones y de segundas nupcias: “Adopter le nom d’un mari, c’est endosser la responsabilité d’actes qui ne sont pas siens, et aussi c’est s’exposer à n’avoir pas de nom assuré, à subir un perpétuel débaptissement, car quelle femme a la certitude que les mauvais procédés de son conjoint ne l’obligeront pas à divorcer?” (Auclert 1897b: 2). Junto a todos estos argumentos, el que más le interesa destacar es el hecho de que al perder su apellido, la mujer casada se ve marcada como el ganado como pertenencia del esposo y pierde su libertad e individualidad: “Le marcage bon pour les brebis ne convient point aux humaines. Chacun doit porter son nom, parce que chacun doit avoir la responsabilité de ses actes” (Auclert 1897b: 3)
También el artículo intitulado “Gardez votre nom”, publicado el 21 de diciembre de 1901, abunda sobre este mismo tema y rescata algunos de los razonamientos expresados en el artículo anterior. La autora se muestra incluso más enfática en su argumentación y califica la costumbre de adoptar el apellido del marido de humillante y paralizante, de grave lesión para los intereses de la mujer que sale altamente perjudicada. Pero aquí Hubertine insistirá sobre todo en el hecho de que se trata de una costumbre, por cuanto ninguna ley obliga a la mujer a despojarse de su apellido, razón por la que la exhorta a optar libremente por hacer uso del propio apellido en lugar de aceptar alegremente el del esposo:
Dans les actes de la vie civile, lorsqu’il s’agit de signer un contrat chez un notaire, de servir de témoin pour une naissance ou un mariage, la femme conserve son nom. Aucune loi ne lui interdit de porter son nom; pourtant l’épouse a coutume de se dépouiller de toute sa personnalité, de s’annihiler en abandonnant son propre nom; si bien que, même morte, elle reste baptisée du nom de son dernier possesseur [...]. (Auclert 1901: 2)
En este contexto, el de la denominación de la mujer, se sitúan otros dos artículos que abordaremos a continuación y que ponen de relieve la importancia que Hubertine otorga al ámbito de la expresión y del lenguaje, por cuanto entiende que éste refleja la percepción social de la realidad. Su preocupación por la feminización de la lengua13 constituye de hecho uno de los nuevos intereses que desarrollaría con insistencia en el periódico Le Radical en el marco de su reivindicación feminista, en la medida en que también el lenguaje expresa para Auclert la subordinación de la mujer14. De hecho, la autora se muestra convencida de que la emancipación de la mujer no se puede alcanzar sin el concurso de la lengua, a la que otorga la capacidad de cambiar la realidad social.
El primero de estos artículos fue publicado el 18 de abril de 1898 e intitulado “L’Académie et la langue”. El punto de partida para desarrollar su argumentación a favor de la feminización de la lengua en este texto es la nueva propuesta de creación de una Academia de la lengua femenina, a la que Auclert se opone. Reproduce para ello el razonamiento esgrimido por Mlle Jeanne Chauvin, la segunda mujer que se doctoró en leyes en Francia, que aboga por conservar una única Academia de la lengua al tiempo que insta a las mujeres a presentar su candidatura, con la convicción de que tarde o temprano se les permitirá su acceso. Hubertine desarrolla la tesis de Chauvin argumentando a favor de conservar una única organización de las distintas actividades sociales, en lugar de dividirlas de manera excluyente por separado para hombres y mujeres. Para ella, como para Chauvin, la clave reside, por tanto, en organizarlas de forma mixta:
Car, dès que l’humanité est composée d’hommes et de femmes, la société qui régit cette humanité doit être, dans toutes les manifestations de son activité, organisée de façon mixte. S’enfermer entre femmes exclusivement, pour discuter littérature, à l’exemple des hommes qui, dans le même but, s’enferment entre hommes, ce serait agir contre le principe dont se réclame le féminisme. (Auclert 1898: 2)
Y así concluye esta primera parte de su artículo afirmando que vale más forzar las puertas de la Academia que crear una academia femenina rival, ya que, según argumenta, si ninguna mujer es miembro de la Academia es simplemente porque ninguna se ha empeñado en serlo. Todo este discurso le servirá como preámbulo para plantear a renglón seguido la propuesta de “feminizar” la lengua. Para ello sugiere la creación de una asamblea mixta, compuesta por una élite de mujeres y de hombres eruditos, que se ocuparía de establecer cuestiones de feminización lingüística. Esta “Academia feminista” permitiría una “emancipación” más rápida y eficiente de la mujer a través de lenguaje: “la féminisation de la langue est urgente, puisque pour exprimer la qualité que quelques droits conquis donnent à la femme, il n’y a pas de mots” (Auclert 1898: 2). Para apoyar su propuesta, presenta varios ejemplos derivados de la admisión de la mujer, en determinadas circunstancias, a ser testigo, a ser electora, a ser abogado: “Eh bien, on ne sait pas si l’on doit dire: «Une témoin? Une électeure ou une électrice? Une avocat ou une avocate?»” (Auclert 1898: 2). La autora se muestra convencida de que al feminizar las palabras se propicia la igualdad de los sexos, lo que, a la larga, permitirá con mayor facilidad y naturalidad la entrada de las mujeres en la Academia:
Quand on aura révisé le dictionnaire et féminisé la langue, chacun de ses mots, sera, pour l’égoïsme mâle, un expressif rappel à l’ordre. Une association d’individus qui féminiserait le langage et substituerait à l’artifice, à la duplicité, au mensonge, la vérité dans les mots, base de la vérité dans les conditions humaines, contribuerait à faire ouvrir aux grandes femmes de France les portes de l’Académie. (Auclert 1898: 2)
El segundo artículo que versa explícitamente sobre la feminización del lenguaje fue publicado el 12 de agosto de 1900 con el expresivo y enfático título de “Féminisez la langue”. Ciertamente todo el texto se muestra imperativo a la hora de exhortar y urgir la feminización de las palabras que remiten a actividades profesionales o sociales, tales como médico, profesor, escritor, pintor, escultor o elector: “La nouvelle ère qui commence pour la femme oblige à inventer des expressions s’adaptant à sa condition nouvelle. […] En créant des mots féminins, les savants deviendront féministes, de sorte qu’il y aura pour les femmes [...] l’avantage de consolider sur des bases grammaticales leurs revendications” (Auclert 1900: 2).
Auclert aporta aquí un nuevo argumento en su razonamiento: el de la confusión que puede originar la falta de normalización del sustantivo femenino en aquellos términos que carecen de él, y pone el ejemplo de “la médecine”, forma espontánea empleada para feminizar “le médecin”, pero que en realidad ya existe para referirse a los medicamentos:
Donc, dans l’intérêt de l’émancipation du sexe, comme dans celui de la correction du langage, il est nécessaire que l’Académie mette fin à l’embarras que chacun éprouve à trouver une désinence féminine, en créant des féminins, en indiquant le mot exact à prononcer pour n’altérer ni dans sa forme, ni dans son expression, la langue, qui autant que le territoire constitue notre patrie. (Auclert 1900: 2)
Vemos, pues, que Auclert promueve la renovación de la lengua a través de la feminización de su léxico como medio para sensibilizar a la sociedad de la igualdad que debe existir entre hombres y mujeres. Se trata en realidad de su caballo de batalla, por cuanto la igualdad entre el hombre y la mujer que se propone demostrar en todos sus argumentos constituye el fundamento sobre el que sustenta su posicionamiento a favor de la igualdad de derechos. Con la misma finalidad, la autora promoverá una figura femenina emblemática que representa para ella esta igualdad, en los últimos artículos que hemos seleccionado para nuestro estudio. El primero de ellos fue publicado el 30 de mayo de 1909 e intitulado “Notre ancêtre”.
Han pasado treinta años desde que Auclert pronunciara su Discurso sobre la igualdad política de la mujer y del hombre (1879). Treinta años de dedicación exclusiva a la causa. Treinta años de trabas y de objeciones a sus demandas y a sus reivindicaciones. No sorprende, pues, que Hubertine sienta que su misión salvadora de la mujer conlleva una alta dosis de heroísmo. Se ve a sí misma como a una mártir de la causa15. Sin duda será ésta una de las razones, aunque ciertamente no la única como veremos más adelante, que la llevaría a rescatar de la tradición heroica francesa una figura emblemática por su valor, por su valía y por su sexo: Juana de Arco, una mujer que para Auclert viene a ser ante todo “la personificación del feminismo”: “Mais Jeanne d’Arc fut surtout la personnification du féminisme” (Auclert 1909: 2). Y así, en este artículo dedicado a “nuestra antepasada”, Hubertine destaca en la doncella de Orléans su coraje, perseverancia, sangre fía e ingenio, pero sobre todo su eficiente labor como estratega, su genio militar, sus dotes de mando y su capacidad para liderar a hombres y mujeres. En su argumentación, Auclert equipara las injurias infligidas a la santa con las cometidas contra las defensoras del voto femenino y las feministas16. De hecho, los reproches que recibiera Juana de Arco se esgrimen como pruebas de que había mostrado una clara voluntad de enarbolar los mismos derechos que los hombres:
L’évêque Cauchon reprocha à Jeanne d’avoir répudié le costume de son sexe et pris un habit d’homme. [...] On reprocha à Jeanne d’avoir eu l’arrogance impie de prendre empire des hommes, de se faire chef de guerre.
Tous ces reproches démontrent surabondamment que Jeanne voulait avoir les mêmes droits que les hommes et qu’elle fut l’ancêtre des revendications du suffrage. (Auclert 1909: 2)
En definitiva, esta heroica antepasada vendría a ser ante todo una mujer que quiso igualarse al hombre en sus derechos y que, por consiguiente, habría defendido el sufragio femenino. Juana de Arco se convierte así para Auclert en la antecesora más emblemática de las sufragistas y del feminismo. Para apoyar su argumentación, Hubertine desarrolla su vena socialista e incide en la faceta patriótica y anticlerical en la doncella de Orléans tal y como reivindicaría el discurso republicano:
Jeanne fut la personnification du patriotisme: elle créa un courant d’enthousiasme qui fit prendre aux Français confiance en eux-mêmes en les assurant qu’ils seraient vainqueurs des Anglais. [...] Si la libératrice de notre territoire vivait présentement, elle voudrait tout perfectionner en la société. [...] Jeanne, à laquelle on éleva des autels, avait une grande liberté de conscience: c’est parce qu’elle s’était émancipée de l’Église qu’elle fut brûlée vive. (Auclert 1909: 2)
En este contexto, importa recordar que esta argumentación de Auclert encuentra su razón de ser en la apropiación de la figura de Juana de Arco por parte de ambos extremos del espectro político francés, en particular desde mediados del XIX. Fue entonces, en particular a partir de la labor realizada por los historiadores Jules Michelet y poco más tarde Jules Quicherat, cuando se desarrolló una nueva concepción que pondría de relieve el carácter popular y patriótico de Juana de Arco. Se la empezó a considerar así como heroína nacional, propiciando que su figura fuera esgrimida en lo sucesivo como emblema político. Consiguientemente, la santa fue disputada por republicanos, nacionalistas y conservadores en el seno de lo que más tarde se daría a conocer como el conflicto de las “dos Francias”. La facción republicana y laica se propuso destacar en la santa un patriotismo y un sentimiento popular que la convertirían en emblema de la patria. A principios del XX, el partido comunista francés seguiría con esta representación de Juana, que se opondría a la de la derecha nacionalista, partido que también se apropiaría de su figura. Unas décadas después, durante la Segunda Guerra Mundial, Juana de Arco sería rescatada una vez más por los dos bandos enfrentados de la Francia ocupada: los colaboracionistas y los partidarios de la resistencia, o lo que es igual, por Pétain y por De Gaulle. Incluso hoy en día Juana de Arco sigue siendo usada en Francia como emblema político principalmente por partidos tradicionalistas, nacionalistas y monárquicos.
Se trata por lo tanto de una constante del discurso político francés y no puede sorprender que también Hubertine Auclert se apropiara de una figura mítica femenina de tal envergadura para defender su causa. Y así, la autora concluye su artículo convocando a los miembros de la sociedad que había fundado, Le Suffrage des femmes, a depositar una corona de laureles ante la estatua de Juana de Arco en la plaza Rívoli como homenaje a aquella extraordinaria mujer definida como la personificación heroica del feminismo:
La société le Suffrage des Femmes a depuis longtemps rendu hommage à cette victime des réactionnaires qui personnifia héroïquement le féminisme; et elle invite les féministes à venir dimanche 30 mai, à trois heures, place de Rivoli, déposer une couronne de lauriers sur le monument élevé à Jeanne d’Arc. (Auclert 1909: 2)
Este llamamiento entronca con el que Auclert había manifestado diez años antes en otro artículo intitulado “Notre Jeanne” y publicado el 25 de mayo de 1899, donde ya entonces reprochaba a los republicanos librepensadores su indecisión a la hora de honrar a Juana de Arco: “Â l’heure où l’inconséquence de chefs militaires a ébranlé le patriotisme, ne serait-ce pas excellent de ranimer l’amour du sol en honorant la Française qui s’immola pour sauver son pays et épargner au peuple de souffrir?” (Auclert 1899: 2).
Para no dejar que su figura fuera acaparada por la Iglesia, que organizaba actos de homenaje a la santa durante el mes de mayo, Hubertine exhorta a los republicanos a rescatar la propuesta del radical Joseph Fabre17 de establecer una fiesta nacional del patriotismo dedicada a Juana de Arco. El éxito de esta propuesta precipitaría, a su juicio, el desmoronamiento de los prejuicios contra el sexo femenino y equivaldría a declarar que la mujer iguala al hombre en inteligencia, voluntad y ciencia estratégica:
Le préjugé du sexe fait repousser depuis quinze ans la proposition de M. Joseph Fabre d’honorer officiellement l’admirable guerrière. Les hommes sont si habitués à considérer comme nuls ou à mettre à leur actif les grands actes des femmes qu’ils ne peuvent se décider à glorifier même celle à laquelle ils doivent d’être restés Français. [...] L’apothéose de la grande française hâtera l’écroulement des préjugés codifiés; car honorer la libératrice, ce sera déclarer à la face du monde que l’intelligence, la volonté, la science stratégique n’ont pas de sexe, que la femme est l’égale de l’homme. (Auclert 1899: 2)
Tampoco vería Hubertine Auclert el triunfo de la propuesta de Fabre, que retomaría con éxito el nacionalista Maurice Barrès hasta que en 1920 se aprobó la fiesta nacional de Juana de Arco y del Patriotismo, el mismo año de su canonización, en lo que muchos consideraron la armonización de las “dos Francias”, pero ciertamente sus exhortaciones tanto en este asunto como en todos los que afectaban su lucha feminista contribuyeron a sensibilizar la opinión pública y a los dirigentes políticos de la importancia y necesidad de sus reivindicaciones.
3. Conclusiones
Hemos recorrido unos pocos de los argumentos menos conocidos de Hubertine Auclert en Le Radical para poner de relieve cómo la autora no dejaba pasar ninguno que pudiera contribuir a sentar las bases del cambio que ambicionaba: la completa igualdad política y social de la mujer del hombre. La gran preocupación de Auclert fue precisamente la de demostrar esta igualdad, con objeto de poder reclamar igualdad de condiciones y derechos, sin restricción alguna. La radicalidad de sus demandas y de su actuación se plasmaría en sus escritos. Sus artículos, principalmente en La Citoyenne y en Le Radical, no sólo le permitieron desarrollar en un tono vehemente e imperativo argumentos a favor de los derechos políticos de la mujer, sino también abordar cualquier aspecto que afectara a sus congéneres18.
Se distingue así de la mayoría de los feministas de su tiempo, que se mostraron mucho más cautelosos en sus reivindicaciones y que sólo se atrevieron en un primer momento a exigir derechos civiles. Auclert, por su parte, luchaba por una igualdad integral, en todos los ámbitos. Sin duda, será este posicionamiento radical para su tiempo el que le valdría aquella falta de apoyo por parte de sus correligionarias y de la que se solía quejar. De ahí también el sentimiento de soledad que manifestó reiteradamente en su diario, y el de martirio19, con el que se identificó desde muy pronto.
Por lo demás, algunas de sus actuaciones públicas tardías, que –sin serlo realmente– fueron calificadas de violentas en su momento, le valieron la etiqueta de “suffragette”, es decir su identificación con las militantes inglesas que sí se caracterizaron por el uso de la violencia en no pocas de sus manifestaciones. En Francia, estas tácticas ni siquiera eran bien vistas por parte de las feministas, que se quisieron distinguir explícitamente de ellas mediante la denominación de “suffragistes”10, por oposición a “suffragettes”, rechazando públicamente el uso de la violencia, y por ende, a la propia Hubertine.
En todo caso, su nombre aparecería asiduamente en los periódicos del momento. La prensa recogía sus actuaciones y seguía unas veces con interés, otras con ironía, las peripecias de Auclert en la defensa de su causa. Por todo ello, y ciertamente también por sus escritos, sus artículos y sus manifestaciones públicas, pero también sin duda por la larga y variada lista de peticiones que remitió a diversas autoridades competentes (asambleas parlamentarias, consejos municipales y generales, etc.), Hubertine Auclert consiguió como ninguna otra introducir la causa feminista en el debate público y político en la Francia de su tiempo:
Mais elle a définitivement introduit la question des droits politiques des femmes dans le débat public français et, par la clarté de son expression, réussi comme nul autre, à imposer dans la sphère politique une vision neuve des droits humains. Pratiquement à elle seule, elle a impulsé la démarche qui, après bien des hauts et des bas, débouchera [...] sur l’instauration, en 1945, du droit de vote des femmes. (Hause 2007: 34)
No podemos concluir este estudio sin recordar, además, que la popularización del término “feminismo” y “feminista” se estableció –según relata la propia Hubertine en su ensayo Le vote des femmes– desde que Auclert lo usara en una carta dirigida al prefecto para justificar la arenga que pronunció públicamente en una boda civil, a la que había asistido como delegada de una sociedad de librepensadores, en 1880:
En son numéro du 5 septembre 1882, Le Temps en parlant de ma lettre au préfet souligne le mot Féministes: “Mlle Hubertine Auclert a, dit-il, réclamé au profit des femmes, ou plutôt, le mot est joli, des féministes, un droit égal à celui que s’arrogent les libre-penseurs. Pourquoi, en effet, les féministes, ne profiteraient-ils pas de ces occasions-là pour prêcher leurs dogmes particuliers?” Les expressions: Féminisme, Féministes, ont été dès lors employées. (Auclert 1908: 64)
Bibliografía
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— (1908) : Le vote des femmes. Paris: V. Giard & E. Brière Libraires-Éditeurs.
FRAISSE, Geneviève (2007): “Le signe égal, ou la logique dans l’histoire”. Préface de Hubertine Auclert. Pionnière du féminisme. Textes choisis. Saint-Pourçain-sur-Sioule: La petite collection de Bleu autour, 7-14.
HAUSE, Steven C. (1987): Hubertine Auclert. The French suffragette. New Haven and London: Yale University Press.
— (2007): “Hubertine Auclert”. Présentation de Hubertine Auclert. Pionnière du féminisme. Textes choisis. Saint-Pourçain-sur-Sioule: La petite collection de Bleu autour, 19-63.
RIGOLET, Yann (Spring/Summer 2009): “Pérennité et présence d’un mythe. Jeanne d’Arc, l’Européenne?”. Canadian Journal of History. Nº 44, 1: 63-93.
Textos objeto de estudio publicados en Le Radical. Journal politique et littéraire:
AUCLERT, Hubertine (domingo 30 mayo 1897a). “L’ennemie de la femme”. Le Radical. Journal politique et littéraire, rubrique “Le Féminisme”. 17e Année, nº 150: 2.
— (domingo 3 octubre 1897b). “Le nom de la femme”. Le Radical. Journal politique et littéraire, rubrique “Le Féminisme”. 17e Année, nº 276: 2-3.
— (lunes 18 abril 1898): “L’académie et la langue”. Le Radical. Journal politique et littéraire, rubrique “Le Féminisme”. 18e Année, nº 108 : 2.
— (jueves 25 mayo 1899). “Notre Jeanne”. Le Radical. Journal politique et littéraire, rubrique “Le Féminisme”. 19e Année, nº 145: 2.
— (domingo 12 agosto 1900). “Féminisez la langue”. Le Radical. Journal politique et littéraire, rubrique “Le Féminisme”. 20e Année, nº 224: 2.
— (sábado 21 diciembre 1901). “Gardez votre nom”. Le Radical. Journal politique et littéraire, rubrique “Le Féminisme”. 21e Année, nº 355: 2.
— (domingo 30 mayo 1909): “Notre ancêtre”. Le Radical. Journal politique et littéraire, rubrique “Le Féminisme”. 29e Année, nº 150: 2.
1 La biografía de Hubertine Auclert (1848-1914) ha sido abordada con minuciosidad por el estudioso Steven C. Hause en 1987. Por su parte, Geneviève Fraisse ha sacado en 2007 una publicación con la colaboración del propio Hause, en la que se reproducen algunos de sus textos más representativos.
2 Aún cuando Richer y Deraismes defienden los derechos políticos plenos para la mujer, se muestran cautelosos en los avances que reclaman y se limitan a exigir derechos civiles. Piensan que la igualdad política sólo se llegará a adquirir en futuras generaciones. Por lo demás, señala Hause que en materia económica se manifestaban principalmente por la mujer burguesa. Por todo ello, Auclert se mostraría pronto decepcionada de sus maestros y se distanciaría de ellos: “Mais ils la décevront vite: en 1875, elle considère leur programme frileux, leur stratégie, trop modérée [...]. Ainsi, Léon Richer et Maria Deraismes s’affirment certes attachés au principe des droits politiques pleins et entiers pour les femmes, mais ils pensent que la défense de ce principe doit attendre, qu’elle sera l’affaire des générations suivantes. Et les droits économiques en faveur desquels ils se mobilisent sont principalement ceux des femmes de la bourgeoisie, non ceux des ouvrières [...]. Hubertine n’allait pas tarder à les provoquer tant sur le fond que sur leur action” (Hause 2007: 24-26).
3 Esta igualdad integral entre el hombre y la mujer también abarcaba el ámbito sexual. Auclert reclamaba así una única y misma moralidad para ambos. Con todo, es de notar que Hubertine defendía el concepto tradicional de virtud moral, debido a las consecuencias perniciosas que una actuación femenina licenciosa desencadenaría en la propia vida de la mujer. Por ello, no sólo instaba a que la mujer no siguiera la moral licenciosa masculina, sino que también se mostró convencida de que el feminismo ni podía ni debía apoyar la emancipación sexual: “She demanded the end of the sexual double standard, of course, championing «one single and same morality» for men and women. But she hastened to add that she did not wish women to follow masculine licentiousness. […] Her analysis of the socioeconomic position of women concluded that sexual emancipation would leave many women alone with children that they could not support. Auclert feared that many such women would be driven to prostitution […]. Hence, sexual emancipation held inacceptable consequences, and feminists must oppose it” (Hause 1987: 77).
4 La estancia en Argelia de Auclert vino condicionada por su amigo y pretendiente Antonin Lévrier. Cuando éste fue destinado a Orán como juez de paz, Hubertine lo acompañó a Argelia, donde se casó con él, y no regresaría a París hasta la muerte de su esposo, en 1892: “In early 1888, Lévrier received a post as juge de paix in Frenda (Oran), Algeria. […] Lévrier then learned that he was critically ill. […] Auclert decided that she would turn aside no more to brood upon love’s bitter mystery; she would go to Algeria and marry Lévrier” (Hause 1987: 131).
5 Las dos movilizaciones feministas más importantes convocadas por Auclert tuvieron lugar en 1885. La primera de ellas sería la manifestación al pie de la estatua de Juana de Arco con motivo del aniversario de su ejecución y la segunda, al día siguiente, la del cortejo fúnebre de Victor Hugo, que había abogado en su día por los derechos de la mujer (Hause 2007: 40 y Hause 1987: 122): “Auclert organized the march to lay a wreath at the gilded statue of Jeanne d’Arc on the Place des Pyramides. The second march, the very next day later, was part of a vast public demonstration, the funeral cortege of Victor Hugo. […] Auclert secured a position for Suffrage des femmes with other political groups at the end of the procession”.
6 La propia Hubertine lo explica en Le vote des femmes, donde reproduce la carta que había enviado al Prefecto después de que se le denegara la posibilidad de ser electora: “Puisque je n’ai pas le droit de contrôler l’emploi de mon argent, je ne veux plus en donner. Je ne veux pas être, par ma complaisance, complice de la vaste exploitation que l’autocratie masculine se croit le droit d’exercer à l’égard des femmes. Je n’ai pas de droits, donc je n’ai pas de charges; je ne vote pas, je ne paye pas” (Auclert 1908: 137). Ante la respuesta del Prefecto que aduce la ley de impuestos, responderá de nuevo Auclert: “Si Français ne signifie pas Française devant le droit; Français ne peut signifier Française devant l’impôt” (Auclert 1908: 143).
7 Este sobrenombre le fue atribuido por la prensa, en particular por el periódico L’éclair, según señala Hause, con motivo del incidente de la urna de votos, tras el cual fue detenida: “Hubertine Auclert explique au tribunal qu’elle est «l’ennemie de la violence» et s’en tire avec une modeste amende. À la presse, elle confie qu’elle ne regrette pas son acte [...]. Alors que Le Matin considère qu’elle a commis un «sacrilège», L’éclair lui trouve un surnom, qui ne la quittera plus: «la suffragette française»” (Hause 2007: 56).
8 “Elle n’en persiste pas moins à militer pour un élargissement des droits humains, en usant du seul moyen d’action politique dont dispose alors les femmes: la pétition. Entre 1880 et 1887, pour revendiquer le suffrage des femmes, elle en adresse une vingtaine aux assemblées parlementaires, sans compter celles qu’elle destine aux conseils municipaux et généraux” (Hause 2007: 36-38).
9 “She brought the political rights of French women into political discourse. She articulated and forced the political subculture to consider an idea that had no other advocates”.
10 “En dépit d’un arrêté préfectoral interdisant de compter les votes en faveur des femmes, des sympathisants rapportent qu’Hubertine Auclert obtient 590 voix dans un bureau de 14.000 votants, ce qui la place en cinquième position, devant deux candidats conservateurs” (Hause 2007: 62).
11 Hause reproduce en el Apéndice I de su libro el listado de los más de 400 artículos de Auclert publicados en Le Radical (Hause 1987: 227-236).
12 Hause señala la existencia de un manuscrito de Auclert intitulado precisamente Las peores enemigas de las mujeres son las mujeres: “It reawakened her sense of martyrdom, which she revealed in an unpublished manuscript entitled «The Worse Enemies of Women are Women». […] The sense of persecution shown here and its vivid description had previously been a leitmotif in Auclert’s diary” (Hause 1987: 137-8).
13 Nótese, por lo demás, que a lo largo del discurso que desarrolla en todos sus artículos, Auclert se cuida mucho de feminizar siempre el lenguaje que emplea, recurriendo a inusitados e innovadores términos para la época, como pudieran ser los sustantivos femeninos “soldates” o “doctoresses” (soldadas y doctoras).
14 Hause destaca la subordinación de la mujer por medio del lenguaje como uno de los nuevos temas abordados por Auclert en Le Radical desde 1880: “Her essays in Le Radical show that Auclert’s thinking had remained essentially unchanged, with one major exception, since the early 1880’s. She had found new issues to add to her lexicon of feminist revindications, especially a strong interest in the subordination of women through language” (Hause 1987: 161).
15 Ya en 1882, año en que empieza a redactar su diario, Auclert se ve a sí misma como a una “mártir” y manifiesta un terrible sentimiento de soledad: “To read her diary is to watch her build her image of being «alone, utterly alone always». […] She perceived herself as a «wretched pariah», a déclassé, a «martyr». Loneliness was the hair shirt of her martyrdom. It proved her dedication, showed her sacrifice. The more she adopted this pose, the more it affected her decisions and became a self-fulfilling prophecy” (Hause 1987: 95).
16 “Jeanne d’Arc, pour pouvoir sauver la France, dut guerroyer et subir les injures qu’endurent aujourd’hui les femmes qui veulent voter afin de sauver la République en faisant le gouvernement de tous et de toutes. Les hommes, au moyen âge, ne ménageaient pas à notre héroïne les sarcasmes dont nos contemporains se servent pour intimider les féministes” (Auclert 1909: 2).
17 En 1884 el republicano radical Joseph Fabre propuso que se adoptara a la doncella de Orléans como patrona de la patria, estableciendo así su figura como emblema republicano de unidad nacional: “Joseph Fabre, inusable propagandiste républicain en sa faveur [celle de Jeanne d’Arc] et instigateur du projet de fête, successivement, en 1884 et 1894, ne disait pas autre chose en déclarant: «Une telle fête, fête de la tolérance et de la liberté, ne serait que la consécration pure et simple d’un souvenir vivant dans toutes les mémoires, dans tous les cœurs, et rapprocherait tous les français [sic], à quelque parti qu’ils appartiennent [...]». Plus encore, la commémoration séculaire et historique de l’héroïne, à Orléans, va également profondément s’enrichir de cette nouvelle fonction de rassemblement républicain. Plus précisément, quand en 1884, Fabre soumet le projet d’adoption de la fête, il propose comme date le jour même de la célébration de la délivrance d’Orléans par l’héroïne le 8 mai” (Rigolet 2009: 69).
La propuesta de Fabre no tendría éxito pero sería recogida más tarde por el nacionalista Maurice Barrès. Finalmente la Cámara de diputados y el Senado la aprobó en 1920, fecha en que se estableció la Fiesta nacional de Juana de Arco y del Patriotismo. Paralelamente, la Iglesia había iniciado su proceso de canonización desde finales del XIX, declarándola venerable en 1894, bienaventurada en 1909, santa en 1920 et santa patrona de Francia en 1922.
Por consiguiente, en este contexto de principios del XX, en que la figura de Juan de Arco empieza a bascular de nuevo del lado de la Iglesia, es donde se sitúa y debe entenderse el reproche de Hubertine Auclert, cuando insta a los republicanos a rescatar la figura de Juana de manos de los monárquicos y de la Iglesia: “Lorsque les républicains cesseront d’être imbus des préjugés qui leur font traiter les femmes en parias, ils ne laisseront point accaparer Jeanne d’Arc par l’Église qui la brûla comme hérétique avant de la déclarer sainte et par les royalistes dont notre libératrice connut l’ingratitude” (Auclert 1909: 2).
18 Es lo que viene a decir Hause en los siguientes términos: “Her constant theme was the political rights of women, but scarcely a feminist issue escaped her attention” (Hause 1987: 161).
19 Se trata sin duda del rasgo que a juicio de Hause mejor caracteriza la personalidad de Auclert y el que ha querido plasmar en su biografía de forma prominente: “The foremost characteristic of Auclert’s personality stressed in this biography is her self-image as a «martyr» (her own word, along with pariah, outcast, and déclassé). Her sense of martyrdom began to develop in her youth […]. Auclert used this self-image to assimilate both political setbacks and her personal problems, to understand her experiences and her feelings” (Hause 1987: xx-xxi).
20 Hause explica muy bien esta confrontación en su libro e incide a lo largo de toda su biografía sobre las cuestiones que distinguían el feminismo moderado y burgués, de Richer y Deraismes, entre otros, del feminismo radical de Auclert: “Hubertine Auclert was sixty years old when she smashed a ballot box in May 1908. That act firmly established the word suffragette in the lexicon of French journalists. […] But French suffragists hastened to repudiate Auclert’s behavior. […] The women who presided over this expansion considered themselves suffragists, not suffragettes, and they emphatically distinguished themselves from Auclert. They held ambivalent attitudes about the mother of their movement. She was an embarrassment as well as a heroine to bourgeois feminists” (Hause 1987: 201).