Juan Ignacio de Ibarra.
In memoriam

El día 3 de enero nos sorprendía la triste noticia del fallecimiento de Juan Ignacio de Ibarra. Su figura fue rápidamente reconocida y ensalzada por muchos, especialmente sus compañeros de profesión, periodistas que valoraban sus cualidades y magisterio en este ámbito profesional. Todos le reconocían su papel protagonista como fundador de la actual Escuela Superior de Arte Dramático. Esta era su casa, su proyecto más querido, la ilusión heredada porque Murcia contara con la mejor formación para los actores que como él, sentían la palabra y el amor a las tablas.

Sirvan estos tres testimonios de elegía: al hermano, al compañero, al maestro y pongan voz a todos los que tenemos tanto que agradecerle.

En memoria y gratitud a Juan Ignacio de Ibarra, fundador de la actual Escuela Superior de Arte Dramático de Murcia

"Mándanme ingenios nobles" que escriba unas notas a propósito de este primer centenario de nuestra hoy Escuela Superior de Arte Dramático de Murcia y sobre quien fuera su director y fundador, Juan Ignacio de Ibarra.

Aunque se trate de un breve apunte, se me hace difícil. Quizá debería adoptar un modo académico para que tenga cabida en esta revista científica, pero eso merecería hacerse con más tiempo y más espacio; no voy a hacerlo, y mis colegas sabrán disculparlo. Porque lo que realmente quisiera es volver a hablar con este hombre fecundo al que llamaba hermano, como si aún pudiéramos oírnos. Aunque tampoco resulte fácil porque, como hermano, no cabría aquí tanto recuerdo, tanto agradecimiento, ni sabría yo expresarlo.

Confiados en que el tiempo nos concedería, generoso, nuevos plazos -a él que tan bien sabía saciarlo de trabajo y regocijo-, habíamos comenzado a grabar nuestras conversaciones y sus recuerdos de la Escuela, de sus primeros años en el teatro como alumno de nuestro padre Juan de Ibarra, de su incorporación como profesor, del largo proceso que llevo desde aquella aula en el hueco de una escalera a la actual sede y estatus...

Para quien quiera emprender la bella labor de historiar nuestra Escuela podrá servir esa información como fuente y orientación, destacando hechos determinantes, explicando entresijos administrativos, negociaciones, gestiones, ayudas y dificultades, personajes y etapas fundamentales. Se habrá de extender y documentar navegando en archivos y hemerotecas, pero para ello no faltan en nuestra Escuela investigadores capaces (como podrá comprobar quien lea el magnífico trabajo de Cristina Pina en el volumen 2 de esta revista).

Por ahora, habrá que dejar para otra ocasión algunas cuestiones relativas al Arte Dramático en aquella Escuela y a la visión al respecto de Juan Ignacio; pero quisiera hacer alguna sugerencia, dar testimonio de algo de lo que viví y, en especial, de lo que él me ha contado.

En primer lugar, cualquier aproximación a la historia de nuestra Escuela necesita -como todas- entender los enormes y profundos cambios producidos respecto de las circunstancias y momento en que vivíamos. Por otra parte, nuestros recuerdos están siempre tan condicionados... De esas conversaciones grabadas podría también extraerse un ameno anecdotario que ayudara a ilustrar el contexto, la atmósfera y los escenarios de aquellos acontecimientos que iban a llevar a nuestra Escuela hasta donde hoy estamos.

Por su profesión y por su herencia, Juan Ignacio adoraba la palabra y nuestro idioma, la destreza oratoria desplegada en los clásicos, los personajes apasionados. Uno de los monólogos que más le gustaba era el de Marco Antonio ante el cuerpo caído de Julio César, en la tragedia de Shakespeare. Se lo oí recitar y citar a Juan Ignacio más de una vez, y me viene rondando en la memoria desde que he pensado en estas notas. En su nombre me permitiré citar, y aunque yo solo he venido a recordarle "no a ensalzarlo", tampoco seré yo quien ahora haga cuenta de sus errores, solo diré que si en algún momento fue "la suya una falta grave, gravemente la pagó".

A estas alturas, todo el que sepa algo de la historia del teatro murciano sabe cuánto ha supuesto su legado; pero su motivación no era sólo como murciano (un murciano que quiso con pasión a su tierra y trabajó tanto por ella), sino como hijo de un actor que, en lugar del mundo profesional de Madrid, eligió -como él- familia y patria chica. Un actor y profesor del entones Conservatorio de Música y Declamación, que luchó por el reconocimiento del Arte Dramático en nuestras enseñanzas, pero que murió sin verlo hecho realidad. Así se lo dijo antes de morir a su hijo Juan Ignacio y este juró cumplir aquel sueño. Por eso, la primera de las aulas que encontramos al entrar a nuestra Escuela lleva el nombre de Juan de Ibarra.

Titular de algún modo lo que Juan Ignacio de Ibarra ha significado para esta Escuela Superior de Arte Dramático tampoco es fácil para mí; valga el modo en que la página oficial de la misma se refirió a él en su obituario. Fue su fundador, sí, su creador (o creedor, porque ante todo creyó), o quizá fue sencillamente su corazón. Sí, para hacer aquello se necesitaba un corazón como el de Juan Ignacio.

Y antes de concluir estas notas, debe constar lo que una y otra vez, desde lo hondo de ese corazón suyo, me recordaba en nuestras últimas conversaciones, porque es muestra de su valor y el de quienes nombra: "esta Escuela -me dijo- está en deuda con aquellos sin los que yo no hubiera podido hacerla: Jacobo Fernández Aguilar, Antonio de Béjar y Mariano de Paco".

Vosotros sabréis ponerle la voz e imaginar sus ojos, yo aquí solo me sumo para decir en alto nuestro agradecimiento también a vosotros y el afecto con que os recordamos.

Descansa en paz, hermano.

Juan C. de Ibarra

Profesor de Interpretación de ESAD Murcia

Se fue discretamente. Sin hacer ruido. Lo esperaban para comer, pero el fatum le había comprometido una cita previamente que le impidió incluso la disculpa.

Fue su marcha, lógicamente, la antítesis de lo que yo, allá por el 75, había conocido cuando hablé con él por primera vez llegando a Radio Juventud: aquello era un tornado al que acompañaba una cohorte de acólitos -devenidos, con el tiempo, en ilustres plumas de la prensa deportiva, políticos o directores de empresa- y para quienes era "el Maestro".

Y lo fue, para ellos y para todos, de sus dos grandes pasiones: el Deporte y el Teatro. Nunca, nadie vistió con literatura tan excelsa una crónica deportiva y nunca nadie tuvo la capacidad de relatar un partido de fútbol como si de un espectáculo teatral se tratase o hermanándolo con una comedia clásica y apuntillando el trabajo con los versos que cierran una pieza maestra.

Y puedo asegurar, porque muchas veces estuve junto a él cuando hacía ese trabajo, que lo llevaba a cabo sin el menor esfuerzo, con la mayor naturalidad, sin búsqueda de términos, frases o finales perfectos. Todo le venía como dado y lo plasmaba con ese espíritu jovial y alegre que siempre le caracterizó y que le hacía vivir tan intensamente que pareciera que cada acto era el último sorbo de la vida restante.

¡Hoy recuerdo tantas cosas de ti, Juan Ignacio¡ Desde la primera vez que hablamos y que fue sobre teatro infantil, hasta aquella clase que me diste sobre Teatro Kabuki (otra de tus pasiones) en el Festival de Nancy o sobre las similitudes sociológicas entre el circo romano y el fútbol actual, frente al Coliseo de Roma (con la sonrisa socarrona de Béjar en manifiesto disenso con tus aseveraciones de fondo), o sobre la sonoridad de los espacios teatrales haciéndome subir hasta la última grada del Teatro de Epidauro para corroborarlo..¡Hablamos de tantas cosas y recuerdo tantas cosas!

Hoy, que no quiero recordar tu muerte sino tu vida, es la hora del resumen y hay que calibrar deudores y acreedores para ver la resultante final. No me viene a la memoria ninguno entre los últimos, pero entre los primeros hay tres muy destacados de esos que, como tu decías, "ganan por varios cuerpos" trayéndote a la relación un símil hípico: la prensa deportiva, el Real Murcia y sobre todo el teatro y su enseñanza o, lo que es lo mismo, la Escuela Superior de Arte Dramático.

Y esta, que no es mas que una quimera, una entelequia, un sueño de tu padre al que le prometes cumplimiento en su lecho de muerte, es la mayor muestra de lo ilimitado de tu osadía, del cumplimiento final de tus promesas y de la fuerza que la empatía y la unión amalgamada con la amistad pueden conseguir. Pasó de un piso alquilado con derecho a cocina a la titularidad de un palacete frente a la Catedral, de cuatro alumnos cazados a lazo entre los que querían actuar en la ciudad, a centenares de aspirantes provinentes de todo el mundo en busca de una de las pocas y codiciadas plazas que oferta, de la inexistencia académica a la estancia en el Espacio Europeo de Educación Superior, de la nulidad jurídica a la posesión del marco legislativo/normativo más exigente. Y éste, precisamente, es el magisterio, querido Maestro, que más te agradezco: haberme enseñado a hacer los sueños realidades tangibles, aunque creo que mi ignorancia no ha hecho factible el aprendizaje.

Juan Ángel Serrano Masegoso

Director ESAD Murcia (1997-2013)

Antonio de Bejar, Juan Ignacio de Ibarra y Jacobo Fernández Aguilar (1983)

Para la ESAD, este año que ahora cerramos ha sido especialmente intenso, las palabras de mis compañeros lo atestiguan, y muy a nuestro pesar, nunca imaginamos que en el marco de las celebraciones del 100 aniversario de los estudios de enseñanzas artísticas en la Región de Murcia, este homenaje iba a adquirir este profundo significado.

En los preparativos del I Encuentro de Enseñanzas Artísticas de la Región de Murcia: Diálogos en la ESAD se fraguó la idea del documental Décadas de Tablas: 20 conversaciones sobre la Escuela Superior de Arte Dramático, para atestiguar quienes somos. El magistral documento audiovisual comienza con las palabras de D. Juan Ignacio de Ibarra "no teníamos nada, estábamos solos y aquello empezó a espumar.en la grandeza de lo que sabíamos que estamos haciendo".

Estas palabras enraízan en lo más profundo de la vocación de la galería de directores que han dejado su impronta en esta casa, gracias a este visionario.

D. Juan Ignacio de Ibarra (1982-1993), D. Antonio Morales (1993-1997), y D. Juan Ángel Serrano Masegoso (1997-2013).

Mis recuerdos me llevan a la adolescencia cuando cursaba mis estudios en la entonces Escuela Superior de Arte Dramático y Danza, en el año 1986; su amable sonrisa es una imagen siempre presente, que tras la experiencia en la Dirección de esta Escuela hace más significativo poder resaltar este rasgo en mi recuerdo. Años más tarde, fue muy importante para mí su presencia y vinculación con la Escuela en las invitaciones a las que pudo asistir, se sabía en su casa, pero como esos padres discretos prefería "no molestar".

Con la misma tenacidad con la conseguiste mostrar todo lo que esta Escuela podía ofrecer recojo el testigo y responsabilidad de tu legado.

Sonia Murcia Molina

Directora ESAD Murcia desde 2014

Juan Ignacio de Ibarra, Antonio Morales, Juan Ángel Serrano Masegoso y Sonia Murcia Molina. Directores de la Escuela Superior de Arte Dramático 1982-2019.