Fedra en el laberinto.
Versión a partir de la obra de Racine

Fulgencio M. Lax

Profesor ESAD Murcia
Murcia/2019
Texto escrito para el Taller de 4º de interpretación dirigido por Eva Torres
Escuela Superior de Arte Dramático de Murcia

«Fedra en el laberinto es una lectura contemporánea del mito de Fedra, desnudando la obra de su concepto de personaje y situando la trama en un universo dramático coral, recorrido por la violencia de género y la trata de personas.

Todas las Fedra, todas las Aricia, las Ismene, las Panope y las Enone del mundo aparecen sumergidas en un laberinto del que no encuentran la salida porque para ellas no existe. Centrifugan su existencia en el escabroso mundo de los night club y se hunden, cada vez más, en un oscuro pozo de angustia y desesperación. Al otro lado de la cuerda están Teseo, un proxeneta que solo ve en ellas una caja registradora; Terámenes, que se alza como un despiadado hombre de confianza que no duda en utilizar la violencia más extrema con el fin de mantenerlas a todas sumidas en el miedo para que sean más rentables. Al final de esta cadena está Hipólito, el único rayo de esperanza que podría salvarnos a todos de la oscura esclavitud a la que están sometidas estas mujeres, pero le vence la cobardía y decide seguir los pasos de su padre.

La tragedia está servida, los sueños han desaparecido, apenas se escucha un latido y, en el laberinto, solo hay oscuridad, tristeza y silencio. Mucho silencio».



Personajes

Teseo.- Proxeneta

Fedra.- Mujer

Hipólito.- Aprendiz de proxeneta y cobarde

Aricia.- Mujer

Terámenes.- Violento y sicópata

Enone.- Mujer

Ismene.- Mujer

Panope.- Mujer



Frente al público se alza una muralla de gestos torcidos y desfigurados por el viento. Apenas un suspiro recorre la mirada de aquellas mujeres sometidas a ser carne de prostíbulo. Los hombres guardan silencio, amarrados al poste de la rabia y aguardando a que llegue Caronte y abra los candados de sus cadenas.

0

El día a día se convierte en el duro golpear de un látigo que no cesa en su ondulante recorrido. Una y otra vez. Y otra vez. Y otra vez, hasta que hace salpicar la sangre.

ESCENA I

Todos nuestros personajes están a la vista del público sentados al fondo del escenario, esperando a que el destino los vaya llamando para su representación. Sobre un taburete, se encuentra sentada una prostituta en espera de que le llegue el turno. La luz de la cabina de sexo aún está en rojo. Solo hará su strip-tease cuando haya público suficiente y se encienda la luz verde.

MUJER/PANOPE.-(Al público.) Mi trabajo consiste en hacer que los clientes terminen lo antes posible y atender a otro y a otro y a otro. Cuantos más mejor.

Me llamo Vihainen. Mis padres son de Rumanía pero yo nací aquí, en España. Como mi nombre es difícil de pronunciar, todos me llaman Vicky. Tengo 25 años pero siempre digo que tengo 22. Parece ser que es la edad que más les gusta a los clientes.

Trabajo todos los días de 4:00 de la tarde a 6:00 de la madrugada. Todos los días esperando y todos los días buscando algún momento de descanso para pensar un poco en mí, en la quietud, en el silencio. Mi precio no es alto. 60.- ? media hora, más 6.- ? para la sábana y el condón. Tengo que hacer veinte servicios todos los días, incluidas las copas. El resto es todo para mí, excepto los gastos de lavandería y los condones. No está mal el acuerdo, aunque cuando me toca bailar todo se lo queda la casa, como hoy, que apenas sacaré para pagar la cena y la cama. Cuando estamos con la regla nos toca bailar y yo estoy en estos días con el periodo. Nos suelen dar esponjas para la sangre y poder seguir haciendo clientes en las habitaciones, pero yo soy alérgica al gel que llevan, por eso me toca bailar. Cuando se encienda la luz verde querrá decir que ha entrado alguien en la cabina y que tendré trabajo para él. Yo tengo muy mal periodo porque me duelen mucho las piernas y las caderas. De una forma u otra es la parte de mi cuerpo que más utilizo.

(Se enciende la luz verde.)

¡Luz verde!

(La sala se oscurece. El foco recoge a la prostituta que ha empezado una sensual y erótica danza. Cuando termina de bailar se encienden un cigarrillo y se sientan otra vez frente al público.)

MUJER/PANOPE.- Me llamo Vihainen. Mis padres son de Rumanía, pero yo nací aquí, en España. Como mi nombre es difícil de pronunciar, todos me llaman Vicky. Tengo 25 años pero a todos les digo que tengo 22. Parece ser que es la edad que más les gusta a los clientes.

(La luz va descendiendo lentamente hasta que la oscuridad y la música hacen desaparecer a Vihainen.)

ESCENA II

(Terámenes, en un lateral del escenario, como si estuviera golpeando sacos de arena diluidos en el aire, no deja de gritar. Al otro extremo, el cuerpo de una de las prostitutas, a la que las sombras impiden ver el rostro, recibe los golpes enfurecidos y sin control. En uno de los intervalos Panope, con una máscara neutra, se dirige al público.)

TERÁMENES.- ¡Veinte clientes al día! ¡Veinte! ¿No sabes contar? Diez clientes a 60 euros son 600 euros al día. Y a esto súmale las copas. Eso es lo que tienes que poner encima de la mesa. ¿Me oyes? ¿Quieres que te lo repita? Entran todos los días más de trescientos tíos en el local, si no eres capaz de hacerte a diez estás acabada. Las putas como tú no tienen futuro y si un cliente pide hacerlo sin condón, le cobras cien euros más y te callas la boca. ¡Me oyes! ¡Contesta! ¿Me oyes?

MUJER/PANOPE.- (Al público, saliéndose de la escena.) Soy de un pueblo del que ya ni me acuerdo. Tengo veinticinco años, pero me obligan a decir que tengo veintidós. Si alguien conoce a mis padres, díganles que fallecí en un accidente, que lo leyeron en un periódico. Son buenas personas. Díganles que fallecí. Vine con un contrato de trabajo y, nada más llegar, me quitaron el pasaporte y me golpearon y me violaron una y otra vez hasta que me rompieron por dentro y por fuera. Al principio todo era odio y dolor. Ahora ya no. Ahora soy fuerte. Ahora gano dinero y ahorro para ser más fuerte aún. No me importan los tíos ni si son demasiados servicios para una noche. Diez minutos y otro. Diez minutos y otro y, algunos, con solo un golpe de piernas no llegan ni a los treinta segundos. Y caja y más caja. Así de simple y así de rápido.

TERÁMENES.-(Volviendo con la Mujer) ¡Te mato! ¿Me oyes? (De un empujón la tira al suelo y, después de descargar la rabia contra ella golpeándole continuamente la cabeza contra el suelo, se da cuenta de que está muerta.) ¡Joder! Estas putas no aguantan una mierda. (La Mujer/Panope lo mira desde la distancia y, sumisa, se retira.)

I

(La fina capa que deja la lluvia sobre la piel, se convierte en una afilada lámina de cristal que todo lo corta. La sangre apenas brota y los gritos se ahogan sin llegar a explotar.)

ESCENA I.1: HIPÓLITO, TERÁMENES y ARICIA

HIPÓLITO.- Eres demasiado duro. Deberías tratarlas mejor.

TERÁMENES.- ¿Mejor?

HIPÓLITO.- Relájate un poco que las tienes acojonadas.

TERÁMENES.- Bueno, a esta ya la voy a acojonar poco.

HIPÓLITO.- ¿Otra? En tres meses te has cargados a dos.

TERÁMENES.- Eran las más viejas y ya no producían.

HIPÓLITO.- Si mi padre estuviera aquí no te hubieras atrevido.

TERÁMENES.- Son putas. Son solo putas. Yo sigo instrucciones de tu padre y tú deberías aprender, que algún día el negocio será tuyo.

HIPÓLITO.- Pero. Pero.esto. ¡Joder! ¡Joder! ¡Limpia esto y que no lo vean las demás!

TERÁMENES.- Lo tienen que ver las demás para que sepan qué es lo que les puede pasar si se relajan y no cumplen.

HIPÓLITO.- O te controlas o te controlas. Te he dicho que limpies esto y que no lo vean las demás. No he visto que esto lo hicieras cuando estaba aquí mi padre.

TERÁMENES.- Porque no prestas atención.

HIPÓLITO.- Termina. Llévatela de aquí y antes de pasarte otra vez piénsalo y dímelo. Y no dejes rastro, que no se entere nadie. Ahora soy yo el que da las instrucciones.

TERÁMENES.- Bien.

HIPÓLITO.- ¿Bien entendido?

TERÁMENES.- Sí. Bien entendido.

HIPÓLITO.- (Después de una pausa en la que quizá se encienda un cigarrillo.) Llevamos más de seis meses sin saber nada de él y eso me preocupa.

TERÁMENES.- Tranquilo. Cuando viaja para traer mercancía siempre se pierde una larga temporada. Habrá encontrado alguna periquita y se estará dando un homenaje. No es la primera vez.

HIPÓLITO.- Ya, pero tengo una mala impresión. Mientras él está por ahí buscando chicas para el negocio yo estoy aquí sin hacer nada. Bueno, al menos intento que no te las vayas cargando de una en una.

TERÁMENES.- ¿Y por dónde vas a empezar? Está ilocalizable. Al principio pensé que estaba en los puti clubs de la Junquera. Pregunté en el Paradis, en el Lady's Dallas, en el Delicias. Siempre quiso traerse las chicas de allí porque son más baratas y ya están en España, pero lo vieron hace tiempo y ahora no saben por dónde para.

HIPÓLITO.- Es capaz de haber ido al mismo infierno si piensa que allí hay negocio. A ver si se ha enamorado.

TERÁMENES.- Tu padre no es de esos. Las putas son las putas.

HIPÓLITO.- Siempre he admirado a mi padre por las cosas que tú me has contado de él, pero no sé si yo valgo para hacer lo que él hace. Recuerdo que leía en el colegio las aventuras de Teseo, tan intrépido héroe mitológico, consolando a los mortales de la ausencia de Alcides, los monstruos que él ahogó, los bandidos castigados: Procusto y Cerción, Escirón y Sinis, y los huesos dispersos del gigante de Epidauro, y la sangre del Minotauro humeando en Creta. Yo pensaba que ese era mi padre y ese quería ser yo. Pero tan solo eran las imágenes de un niño.

TERÁMENES.- Yo no soy tan leído como tú. Y tu padre tampoco.

HIPÓLITO.- Mi padre tiene la fortaleza para llevarlo todo y tener éxito. ¿Y yo? ¿Qué puedo ofrecer yo? ¿Cómo puedo sustituirlo en su ausencia? ¿Con qué autoridad me pongo delante de Fedra y de las demás? Tiene que dar señales de dónde está o tendré que salir a buscarlo. O simplemente saldré, sin más objetivos. Tengo que marcharme porque aquí, solo, bajo la continua mirada de Fedra, me voy a volver loco.

TERÁMENES.- Mala mujer.

HIPÓLITO.- Pero mi padre la defiende.

TERÁMENES.- Para tu padre es una puta con privilegios, pero una puta. No lo olvides. Una puta como las demás.

HIPÓLITO.- Como las demás no, tiene una hija con ella.

TERÁMENES.- Que es tu hermana. Pero no te equivoques. Es solo una puta con la que tiene una hija, nada más.

HIPÓLITO.- ¿Como Aricia?

TERÁMENES.- Como todas, aunque esa también tiene sus privilegios. Joven y hermosa la reclaman los clientes sin parar. Es una buena fuente de ingresos y eso lo sabe tu padre. Por eso la cuida. O las tratas como putas o el negocio se va a la mierda. ¿Lo quieres ver? (Coge a Aricia y la trae a un primer plano. Ella está asustada. Hipólito está algo perplejo.) ¿Cómo te llamas? ¡Que cómo te llamas!

ARICIA.- Aricia.

TERÁMENES.- ¡Más fuerte!

ARCIA.- Aricia.

TERÁMENES.- Y ¿qué eres?

ARICIA.- No te entiendo. ¿Qué pasa?

TERÁMENES.- ¡Que qué coño eres!

ARICIA.- (Muy asustada.) Una puta.

TERÁMENES.- ¿Una puta de qué?

ARICIA.- (Derrotada.) Una puta de mierda.

TERÁMENES.- (Soltando una carcajada la empuja y la devuelve a su sitio.) ¿Ves?

HIPÓLITO.- Mi padre las rechaza. Las humilla cada vez que puede. ¿Tengo que tratar a Aricia como a una puta? Tan joven.

TERÁMENES.- El destino es el destino. Si te gusta Aricia échale un rato. ¿Quién va a decir nada? Puedes coger a la que quieras y disfrutar sin límites de tiempo. ¿O acaso ahora tienes escrúpulos? Se te ve flojo de un tiempo a esta parte. Aricia ha sabido meterte el veneno en el cuerpo. Te tiene cogido por el morro del elefante. No dejes que se te meta en la cabeza.

HIPÓLITO.- No digas tonterías. Me marcho. Me voy a marchar.

TERÁMENES.- Tú mismo.

ESCENA II.1: SE INCORPORA ENONE

TERÁMENES.-(Gritándole.) ¿Qué quieres? ¿Quién te ha llamado? ¿A quién le has pedido permiso para dejar el trabajo?

ENONE.- Fedra está hablando de suicidarse. Dice que no puede más. La tristeza la está destrozando y tengo miedo de que cumpla su promesa.

HIPÓLITO.- ¿Su promesa?

ENONE.- Quitarse la vida.

TERÁMENES.- ¡Bah! Siempre está igual. Ni puto caso.

ESCENA III.1: TERÁMENES, ISMENE

(Terámenes, ocupando un espacio de poder y seguridad frente a un indiferente horizonte, enciende un cigarrillo. Ismene se le acercará sumisa.)

ISMENE.- ¿Me habías llamado?

TERÁMENES.- Sí, acércate, quiero decirte algo. Acércate más. ¡Coño, acércate más! que me vas a obligar a tener que hablarte a gritos. ¿Qué crees que pasó anoche?

ISMENE.- ¿Anoche?

TERÁMENES.- (Acariciándole el rostro.) Sí, anoche.

ISMENE.- Que nos acostamos.

TERÁMENES.- ¿Y te hice daño?

ISMENE.- No.

TERÁMENES.- ¿Te pegué?

ISMENE.- No.

TERÁMENES.- ¿Te traté bien?

ISMENE.- Sí.

TERÁMENES.- (Después de una ligera pausa.) ¿Te gustaría que fuera algunas veces a tu habitación?

ISMENE.- Siempre vienes a mi habitación.

TERÁMENES.- Pero ayer fue distinto.

ISMENE.-(Con temor porque Terámenes es imprevisible.) Sí.

TERÁMENES.- Me gustas. Me gustas mucho. Si no quieres no pasa nada. Solo es eso.

ISMENE.- Sí que quiero. Tú también me gustas y me gusta que me cuides y que me digas palabras bonitas.

TERÁMENES.- ¿Y yo te digo palabras bonitas?

ISMENE.- Ayer, sí.

TERÁMENES.- Y sabes que, si yo no digo nada de todo esto, tú no debes contar nada.

ISMENE.- Sí.

TERÁMENES.- (Después de una ligera pausa.) ¿Te gusto?

ISMENE.- Sí. Y me haces sentir bien.

TERÁMENES.-(Que está a punto de dejar salir al macarra que lleva dentro, pero se contiene.) ¿Te hago sentir bien? Hay que joderse. (La besa y se marcha, dejando a Ismene sola en el escenario.)

ESCENA IV.1: ISMENE

ISMENE.- (Que aún no ha podido quitarse el miedo y la sorpresa de encima.) ¿Qué significa esto? ¿Qué hay detrás de las palabras de Terámenes? No es la primera vez que aparece de madrugada por mi habitación y se mete en mi cama y, literalmente, me viola. Me viola sin contemplación alguna y yo ya no grito, solo quiero que termine cuanto antes y que se marche. Excepto anoche. Anoche fue todo muy diferente. Era ya de madrugada cuando había terminado el último servicio. Me había duchado y quitado la mugre de estar toda la noche boca arriba y con las piernas abiertas. Me había puesto mi pijama de color rosa. Tengo dos pijamas, uno de color rosa y otro azul. Anoche llevaba puesto el de color rosa. Curiosamente llamó a mi puerta y me pidió permiso para entrar. Y entró sin brusquedad y se sentó en los pies de la cama y me dijo que, esa noche, estaba muy guapa y que le gustaba cómo me quedaba el pijama y no me dijo que me lo quitara y me acarició el pelo y me besó en la frente y yo me dejé llevar porque necesitaba que alguien, fuera quien fuera, me abrazara con un poco de ternura. Y me preguntó si quería que durmiera conmigo. Fue la primera vez que me lo preguntó, que me pidió permiso y yo no entendía nada pero me dejé llevar. Y no quiso que me desnudara. En la cama me abrazó y se quedó dormido y entonces yo vi a otro hombre. Vi a un hombre débil, desprotegido, lleno de demonios y entonces creo que empecé a quererlo. Y luego hicimos el amor. ¡¡Dios mío!! hicimos el amor. Hice el amor con Terámenes. No se lo he contado a ninguna de mis compañeras porque no lo creerían. Este será mi secreto. Hice el amor. Y ahora me ha dicho que le gusto y yo no entiendo nada pero me da igual. Nada puede ser peor de cómo estoy ahora y quiero ver esto como un chorro de aire fresco que se ha colado por alguna rendija de mi alma.

ESCENA V.1: ENONE Y FEDRA

FEDRA.- ¿Sabes que yo vengo de una familia acomodada? ¿Sabes que llevan varios años que no saben nada de mí? ¿Sabes que no sé si mis padres viven o no? ¿Sabes que me siento como un despojo? Las vísceras de una ternera colgadas en la tabla de una carnicería tienen más dignidad que yo.

ENONE.- Mírame bien. ¿Acaso crees que tú saliste de la nada? ¿Que antes que tú no ha habido otra? Yo también he sido joven y, por experiencia, sé más que tú. De esto sé más que tú. Eso nos pasa a todas, al menos las que estamos aquí.

FEDRA.- ¿Sabes que tengo miedo todos los días y todas las horas de todos los días?

ENONE.- Pues tú tienes ciertos privilegios. Imagínate las demás.

FEDRA.- Cuando estaba en el instituto hicimos una obra de teatro. No puedo recordar el nombre, como no puedo recordar tantas cosas. Se me ha ido borrando la memoria a base de golpes y de violaciones. Las palabras que decía mi personaje, y que me aprendí de memoria, eran tan hermosas y tan tristes que me veo reflejada:

Noble y brillante progenitor de una triste familia. Mi madre alardeaba de ser tu descendiente, y tú ahora te sonrojas ante mi triste estado. ¡Oh Sol! A verte vengo por última vez.

ENONE.- ¿Lo dices en serio?

FEDRA.-(Contenida.) Sí.

ENONE.- ¿Con qué derecho te atreves a atentar contra tu vida teniendo una hija? Cuando está Teseo. Ahora está Hipólito... Los odio a todos. A todos.

FEDRA.- ¿Qué nombre has pronunciado?

ENONE.- Yo también le odio. Le odio con todas mis fuerzas.

FEDRA.- Sin Teseo aquí estoy perdida. Al menos él no dejaba que me pusieran la mano encima.

ENONE.- Pero las palizas.

FEDRA.- Solo me las daba uno y no como ahora, que lo van a poder hacer todos si él no viene pronto. Si muestro mi interés por Hipólito.

ENONE.- ¿Cómo? ¿Tienes remordimientos? Ellos tienen las manos manchadas, no nosotras.

FEDRA.- Mis manos están limpias de crímenes. Todo lo demás está lleno de tristeza. Y de soledad. Y de dolor. Si muestro mi interés por Hipólito.

ENONE.- No entiendo qué me quieres decir.

FEDRA.- Ya he dicho bastante. Ahórrame el resto.

ENONE.- Si estás dispuesta a quitarte la vida, hazlo. Yo tengo la esperanza de salir de aquí, de marcharme, de perder de vista todo esto y no me voy a rendir por nada del mundo. Sabes que siempre he estado contigo.

FEDRA.- Te asombrarías si rompo mi silencio.

ENONE.- ¿Es peor que verte morir?

FEDRA.- ¿Acaso no hace tiempo que ya estamos muertas? Hipólito será nuestra salvación.

ENONE.- ¿Estás hablando de amor?

FEDRA.- ¿Enamorada?

ENONE.- ¿De quién?

FEDRA.- ¿De quién? De quién sea. (Una dolorosa y punzante pausa.) Por ese a quien tanto desprecio.

ENONE.- ¿Hipólito? Pero lo desprecias.

FEDRA.- De quién sea, Enone. Y tú eres quien ha dicho su nombre.

ENONE.- Mi sangre se congela en mis venas al oírte.

(Fedra se coloca una túnica y comienza el monólogo con una máscara de mano que dejará a un lado en las primeras frases. La idea es crear en el imaginario del espectador la figura del personaje. Una vez creado volveremos sobre el original de nuestro texto)

FEDRA.- En vano con mis propias manos quemaba incienso en los altares; en tanto que mis labios invocaban el nombre de la Diosa, yo adoraba a Hipólito; veía siempre su imagen, incluso al pie del altar en que humeaba mi ofrenda. Todo lo ofrecía a ese dios al que no osaba nombrar. Lo evitaba en todas partes. ¡Oh colmo de la desdicha?: mis ojos veían sus rasgos en el rostro de su padre. Incluso contra mí misma me atreví, en fin, a rebelarme: me esforcé en combatirlo. Mi delito me inspira un natural horror; odio la vida.

(Fedra ya se ha despojado de su túnica y de su máscara.)

Querría con mi muerte huir de aquí y desaparecer. Ya no me quedan esperanzas ni dignidad. Este amor puede ser un amor infame pero ¿qué puedo hacer? ¿Qué más da un amor verdadero o falso si me ese puede ser el camino de mi salvación? Me he confesado contigo y no me arrepiento, con tal de que respetes mi decisión, y no me abrumes más con injustos reproches.

Escena VI.1: FEDRA, ENONE, PANOPE

PANOPE.-(Entra angustiada) ¿Conocéis la noticia? ¿Conocéis la noticia? La muerte. Vuestro esposo ha muerto (Fedra tan solo hace un ligero gesto de sorpresa, que puede ser interpretado como cierta altivez e indiferencia) y parece ser que solo tú lo ignoras.

ENONE.- ¿Qué dices?

PANOPE .- Hipólito acaba de conocer la muerte de su padre.

FEDRA .- Me quedo impasible. Y con mucho miedo.

ENONE.- Era tu esposo.

FEDRA.- Y mi verdugo. Y el tuyo. Y el tuyo.

ENONE.- Pero tú tienes ciertos privilegios.

FEDRA.- El único privilegio que yo tenía era que solo me pegaba uno. Solo me acostaba con quién él decía. Con quien pagaba la cifra que él ponía. O gratis, si pensaba que podía ser un buen regalo en sus negocios.

ENONE.- Llevo muchos años en esto, más de los que yo quisiera. A nosotras nos tratan como un urinario todos los días, así es que mira tú la diferencia.

PANOPE.- Ahora el negocio está en la herencia que puede quedar a tu hija, lo que puede llevarse Hipólito o lo que puede llevarse Aricia.

FEDRA.- ¿Aricia? ¿Qué pinta en todo esto Aricia?

PANOPE.- Hipólito tiene a Aricia entre ceja y ceja. Lo sabe todo el mundo. Yo solo quiero avisarte, aunque a mí me da igual.

FEDRA.- La muerte es una gran liberadora. La de mi esposo me hace libre pero a la vez me deja atrapada en estas paredes. Cada vez me quedan menos fuerzas.

EONE.- Basta, Panope. Basta de momento. Gracias por tu valiosa advertencia, pero basta de momento.

Escena VII.1: FEDRA, ENONE

ENONE.- ¿Quieres suicidarte ahora? Ahora que eres libre.

FEDRA.- La muerte siempre nos hace libres, venga de un sitio o venga de otro.

ENONE.- Si el tirano de tu esposo ha muerto tú debes tomar el negocio. Debes ocupar su lugar. Tienes una hija a la que defender ¿o quieres que figure también en el mostrador del club? En unos pocos años la pondrán a la venta y eso lo sabes. Busca la complicidad de Hipólito y ponte por encima de Aricia. Hipólito es la solución.

FEDRA.- Tienes razón. Mi hija. será la fuente de mis fuerzas.

CORO primero

(En todos los coros, tanto los coreutas como el corifeo, llevan máscaras para que el espectador no identifique el contenido del coro con la caracterización de su personaje.)

Corifeo.- Puedes golpear todo lo fuerte que quieras.

Coreutas: La muerte me hizo inmune al dolor.

Corifeo.- Todos los días pasan por encima de mi cuerpo todos los hombres del mundo y me llenan de sus fluidos.

Coreutas.- La muerte me hizo inmune al dolor.

Corifeo.- Por mi alma pueden correr todos los ríos del mundo.

Coreutas.- La arena del desierto no deja que se formen pantanos.

Corifeo.- Como una marioneta de trapo articulo mi cabeza, mi tronco y mis extremidades. Y articulo palabras y abro y cierro los párpados, pero todo en silencio. En el más absoluto de los silencios.

Coreutas.- La muerte me hizo inmune al dolor.

II

(La traición asoma indecisa por entre las cortinas sin llegar a iniciar la danza que tenía ensayada. La música ha perdido su pentagrama y las ventanas apenas dejan entrar el aire.)

Escena I.2: ARICIA, ISMENE

ARICIA.- ¿Hipólito me busca y quiere despedirse?

ISMENE.- Sí.

ARICIA.- No me lo creo.

ISMENE.- Pues es cierto.

ARICIA.- No me lo creo ¿Será algún engaño para castigarme? ¿Acaso hice algo mal?

ISMENE.- Él nunca te ha golpeado.

ARICIA.- Pero lo ha hecho Terámenes y él no lo ha evitado. Ayer hice quince clientes, cinco más del mínimo y tuve buenas propinas. No me puedo creer que quiera castigarme.

ISMENE.- A lo mejor no es eso. La muerte de Teseo produce su primer efecto. Prepárate para ver de cerca el poco cariño que le tenían al patriarca. Si haces las cosas bien, puedes quedarte con todo el negocio y librarte de tener que rendir cuentas de los servicios que das o que no das.

ARICIA.- ¿No será un rumor sin fundamento? ¿Dejo de ser prostituta así de fácil?

ISMENE.- No.

ARICIA.- ¿Pasaré a ser una nueva Fedra?

ISMENE.- Espero que no. Sobre la muerte de Teseo se difunden increíbles historias. Al ir a negociar la compra de nuevas mujeres, se encaprichó de una que fue su perdición.

ARICIA.- Otra amante.

ISMENE.- Vienen más chicas. Ha desaparecido otra. No conozco su nombre pero oí cómo Terámenes la llevaba al despacho y luego ya no está por ningún sitio.

ARICIA.- La habrá llevado a otro club.

ISMENE.- Hace un mes pasó lo mismo. La violencia es cada vez mayor. Han subido el mínimo de clientes y si no cumples. Pero tú estás a salvo de eso porque Teseo te protege de alguna forma.

ARICIA.- ¿Eso crees? Qué equivocada estás. ¿Y si Teseo no hubiera muerto? ¿Y si regresa con esa nueva amante y nos manda a todas a la profundidad de la cloaca en la que estamos ahora?

ISMENE.- Teseo ha muerto y solo tú lo dudas. Hipólito lleva ahora las riendas de los clubes y Fedra está conspirando para sacar tajada. Y en medio estamos las demás.

ARICIA.- ¿Y crees que Hipólito se pondrá de mi parte? ¿Crees que será para mí más humano que su padre?

ISMENE.- Lo creo.

ARICIA .- ¿Conoces bien a Hipólito? No tiene ningún tipo de piedad. Me trata como a una puta, me desprecia y me humilla.

ISMENE.- Sé todo lo que se dice acerca de su frialdad, pero he visto a vuestro lado al altivo Hipólito. Y precisamente, al verlo, su fama de orgulloso ha redoblado la curiosidad que sentía por él. Su actitud no parece responder a esa fama: en cuanto lo habéis mirado, le he visto confuso. Sus ojos, que en vano querían evitar los vuestros, languidecían y no podían apartarse de ti. Yo diría que sus ojos lo delatan aunque su lengua guarde silencio.

(Aricia se coloca una túnica y comienza el monólogo con una máscara de mano que dejará a un lado en las primeras frases.)

ARICIA.- Ismene, ¡cuán ávidamente escucha mi corazón tus palabras que, quizá, no tienen fundamento! A ti, que me conoces bien, ¿te parece posible que yo, triste juguete de un hado implacable, corazón nutrido de amargura y de llanto, deba conocer el amor y sus locas pesadumbres? Última descendiente de un rey, noble hijo de la Tierra, solo yo he escapado a los furores de una guerra. Sabes que, siempre contraria al amor, a veces, daba gracias al injusto Teseo, cuyo oportuno rigor favorecía mi desdén. Pero entonces mis ojos no habían visto a su hijo. No es solo porque, al verle, fácilmente hechizada, amé en él su belleza, su encanto tan elogiado, dones con que la Naturaleza quiso honrarle, que él mismo desprecia y que parece ignorar. En vano Fedra se jactaba de la pasión de Teseo: yo soy más orgullosa y rehuyo la fácil gloria de lograr un homenaje que se ha ofrecido a otras, y entrar en un corazón abierto a todos los vientos. Pero, querida Ismene, qué imprudencia la mía, no me será tan fácil vencer su resistencia. Me oirás, quizá, humilde mi fracaso, quejarme del orgullo que tanto admiro hoy. ¿Amar yo a Hipólito?

Escena II.2: HIPÓLITO, ARICIA, ISMENE

(Aricia se apoya en la presencia de Ismene.)

HIPÓLITO.- Sabes muy bien que mi padre ha muerto. Ahora yo puedo liberarte del trabajo diario del club. Desde ahora mismo puedes hacer lo que quieras. Quedarte o marcharte. Lo que quieras.

ARICIA.- ¿Estás hablando conmigo?

HIPÓLITO.- Sí

ARICIA.- ¿Nadie me va a volver pegar?

HIPÓLITO.- Nadie.

ARICIA.- ¿Nadie me va a obligar a acostarme con nadie que yo no quiera?

HIPÓLITO.- Nadie.

ARICIA.- ¿Nadie va a entrar en mi habitación sin que yo lo permita?

HIPÓLITO.- Nadie.

ARICIA.- ¿Nadie va a volver a violarme?

HIPÓLITO.- No.

ARICIA.- Entonces, ahora me das una libertad. Después de todo a lo que me habéis sometido no sé a dónde ir.

HIPÓLITO.-(Guardando un ligero silencio.) Yo me marcho de aquí y he pensado que tú puedes trabajar más cerca de mí.

ARICIA.- ¿Yo?

HIPÓLITO.- Fedra quiere quedarse con todo. Tú puedes ser mi mujer de confianza.

ARICIA.- (A Ismene.)¿Tú qué piensas, Ismene?

HIPÓLITO.- ¿Qué tiene que ver ella con lo que tú decidas?

ARICIA.- Todavía no he dicho nada y ya me estás imponiendo con quién hablo y con quién no hablo. (Con firmeza.) ¿Tú qué piensas, Ismene?

ISMENE.- Yo pienso que quizá Hipólito sea sincero, pero ya sabes que la sinceridad, entre estas paredes, tiene un color muy oscuro.

ARICIA.- ¿Y Terámenes? ¿Qué va a pasar con Terámenes?

HIPÓLITO.- Hará todo lo que tú le mandes.

ARICIA.- Estoy algo asombrada. ¿No es un engaño? ¿Puedo creer en tal decisión? ¿Cómo has trasformado todo el odio que me tienes en una propuesta así?

HIPÓLITO.- ¿Odiaros yo? Ahora que no está mi padre puedo hablaros de otra forma. Cómo me hubiera gustado poder deciros otras cosas. Me he resistido, pero.

ARICIA.- ¿Cómo?

HIPÓLITO.- He hablado demasiado pronto y he empezado a romper mi silencio. Me reí del amor y de la sensibilidad y, en apenas un instante, todo se me vino abajo. Yo no suelo utilizar palabras bellas para expresar mis sentimientos. Piensa que este lenguaje es extraño para mí. No rechaces las palabras que nunca habría dicho sino fuera por ti.

Escena III.2: HIPÓLITO, ARICIA, TERÁMENES, ISMENE

(Entra Terámenes con absoluta indiferencia hacia Ismene. Ella le mira intentando descubrir algún gesto de complicidad, que solo existirá al final de la escena.)

TERÁMENES.- Fedra te busca.

HIPÓLITO.- ¿A mí?

TERÁMENES.- Ignoro lo que quiere, pero Fedra se ha enterado de que te quieres marchar y quiere hablar contigo antes de que te vayas.

HIPÓLITO.- ¿Fedra? ¿Qué puedo decirle? ¿Y qué puede esperar...?

TERÁMENES.- Jajajaja. No me digas que ahora le vas a tener miedo.

ARICIA.- No puedes negarte a escucharla. Esa es la tónica diaria. Nos ignoráis y no atendéis para nada a nuestras lágrimas. A pesar de que no sea de fiar tienes que tener un poco de piedad.

HIPÓLITO.- Pero no quiero que tú estés delante. (Se aparta de Terámenes y le habla a Aricia al oído.) Me gustaría que pensaras en mí de otra forma. No soy el ogro que crees que soy.

TERÁMENES.- ¿Vaya, ahora tienes secretitos con las putas?(Acaricia el pelo de Ismene con una cierta complicidad.)

HIPÓLITO.- ¡Basta!

ARICIA.- Márchate si tienes que hacerlo y yo acepto tu propuesta. Espero que no sea un engaño más y pronto regresen de nuevo los golpes y las humillaciones.

Escena IV.2: HIPÓLITO, TERÁMENES

TERÁMENES.- Amigo, yo haré lo que tú digas pero a estas no se les puede dejar ni un ápice de margen porque te comen. Son putas, se comportan como putas y trabajan como putas. Su cerebro no existe, tan solo la carne, que es una hermosa caja registradora.

HIPÓLITO.- ¿Tú eres siempre así? ¿No bajas en ningún momento la guardia?

TERÁMENES.- Métete esto en la cabeza: Su cerebro no existe, tan solo la carne, que es una hermosa caja registradora.

HIPÓLITO.- Tú tienes la mano muy ligera.

TERÁMENES.- No hay mucho más que explicar. Fedra está llegando.

Escena V.2: FEDRA, HIPÓLITO, ENONE

FEDRA .- (A Enone.) Olvido, al verle, lo que vengo a decirle. Ahora es cuando verdaderamente tengo miedo.

ENONE.- Acordaos de esa hija que solo te tiene a ti.

FEDRA.- (A Hipólito.) Se dice que te vas pronto. Siento la muerte de tu padre y de mi esposo y te suplico que no te olvides de esa niña que también perdió a su padre y que algún día también será testigo de la muerte de su madre. Solo tú puedes protegerla, aunque temo haberos hecho insensible a sus gritos. Tengo miedo de que nuestros odios se ceben con ella. Es solo una niña.

HIPÓLITO.- No voy a caer tan bajo.

FEDRA.- Aunque me odies, no me quejo. Siempre has pensado que quería dañarte; no puedes leer en el fondo de mi corazón. Me he ofrecido como blanco de tu enemistad. No he podido sufrir vivir cerca de ti. En público, en privado, contra ti he hablado; he querido poner mares entre los dos. Incluso he prohibido que fuera pronunciado tu nombre delante de mí. No obstante, si el castigo se mide por la ofensa, si solo el odio puede atraer tu odio, jamás hubo una mujer más digna de piedad.

HIPÓLITO .- Una madre celosa de los derechos de su hija perdona rara vez al hijo de otra esposa. Cualquier otra también se habría sentido celosa y, quizá, hecho objeto de mayores ultrajes. Quizá Teseo aún está vivo. A mi padre hay un ángel de la guarda que lo protege. Parece un dios que no hay quién lo tumbe.

FEDRA.- No se vuelve del reino de los muertos. Él no ha muerto, ya que respira en ti. Ante mis ojos siempre creo ver a mi esposo. Lo veo, le hablo y mi corazón... Lo que piensa mi corazón se muestra aunque yo no quiera.

HIPÓLITO.- Ya veo el efecto prodigioso de vuestro amor. Aun estando muerto, Teseo vive para ti. Tú sigues enamorada de él.

FEDRA.- ¿Por qué no fuiste tú quién me recogió en la misma puerta de mi casa? ¿por qué no fuiste tú quién con palabras y engaños me trajo a un país extraño? ¿por qué no fuiste tú el primero que.? porque no hubiera sido una violación. Porque yo me habría abierto entera para ti. De cuerpo y alma. ¿Por qué no me has tocado ni una sola vez? Yo habría recorrido contigo cada uno de los rincones de este laberinto y no me hubiera importado perderme a tu lado.

HIPÓLITO.- ¡Qué dices! ¿Te olvidas de que Teseo es mi padre y tu esposo? ¿O estoy interpretando mal unas inocentes palabras?

FEDRA.- ¡Cruel! Demasiado bien me has entendido. Te he dicho lo bastante para que no haya equívoco. Amo, y no creas que al amarte me creo inocente y apruebo mi conducta.

HIPÓLITO.- Mientes.

FEDRA.- Tampoco he alimentado con cobarde complacencia el amor que. (La interrumpe Hipólito.)

HIPÓLITO.- Mientes.

FEDRA.- Me odiabas cada vez más. Tus desgracias me atraían aún más hacia ti.

HIPÓLITO.- Mientes.

FEDRA.- He sufrido, me he consumido en lágrimas. Te bastaría el verme para convencerte, si tus ojos pudieran detenerse en mí un instante.

HIPÓLITO.- Mientes.

FEDRA.- Véngate, castígame por este amor. ¡La viuda de Teseo se atreve amar a Hipólito! Mira mi corazón.

HIPÓLITO.- Mientes. (Le da un empujón y la coge por el pelo. Le habla de forma amenazante.) Mientes, pedazo de puta. ¡Mientes! Podría ser todo cierto y aun así. Aun así. (Cargado de dudas se marcha.)

ENONE.-Fedra¿qué haces? Evita a los testigos. Vente conmigo, huye de una vergüenza asegurada. O de una venganza, pero huye.

Escena VI.2: TERÁMENES

(Al público.)

TERÁMENES.- Cinco locales, 135 chicas que producen 1200 euros diarios como mínimo cada una de ellas, sin contar las consumiciones ni las salidas fuera del local, que duplican el coste del servicio. Además tenemos trabajando 23 travestis y dos locales de chicos de compañía. Es todo un imperio que hay que controlar. Aquí no valen sentimientos ni enamoramientos. El amor es algo que cuesta 60 euros y dura apenas unos minutos, algunas veces menos. Ellas saben hacerlo para que dure lo menos posible y pueda entrar otro cliente y otro y otro y otro y otro. Así es este negocio. Y así lo tiene que entender Hipólito si quiere que esto funcione. Que ponga a Aricia o a quien quiera al frente da lo mismo, la maquinaria impone su ley y esta es la que es. O produces o produces. No está de más que si te gusta una chica la cojas y te la trajines, pero cuando hayas terminado te limpias y la devuelves al salón para que siga haciendo clientes. Hipólito tiene que aprender. De todas formas dicen que han visto a Teseo comprando chicas en la frontera de Rumanía con la República Checa. Si es así no tardará en aparecer y todo volverá a la normalidad.(Después de una pausa.) Y sí. Sí bajo la guardia porque no soy de piedra, pero el negocio es el negocio. Así, sin más.

Escena VII.2: HIPÓLITO, TERÁMENES

TERÁMENES.- ¿Es Fedra quién huye? Te veo pálido.

HIPÓLITO.- Tengo que marcharme lo antes posible.

TERÁMENES.- Bueno, si quieres irte lo puedes hacer ahora mismo, pero Fedra quiere manejarte.

HIPÓLITO.- ¿A mí? No lo creo.

TERÁMENES.- Lo ha intentado hacer con todos. No te fíes, sin embargo tengo una buena noticia.

HIPÓLITO.- ¿Una buena noticia entre todo esto?

TERÁMENES.- Dicen que han visto a Teseo en la frontera entre Rumanía y Ucrania. Un tipo clavado a él iba reclutando camareras para un hotel en Marbella. Puede ser o puede no ser.

HIPÓLITO.- ¿En Marbella?

TERÁMENES.- Ya conoces a tu padre.

HIPÓLITO.- Mira a ver si el rumor es cierto y si viene de fuera o se ha generado aquí dentro. No me fio de nadie. Ahora más que nunca hay que defender el negocio.

Escena VIII.2: ISMENE, PANOPE, ENONE y ARICIA

(Mientras Ismene, Panope y Aricia hablan de sus orígenes, Enone, como una hada silenciosa, va recorriendo sus palabras dejando un halo protector alrededor de cada una de ellas.)

ISMENE.- Yo nací en una hermosa ciudad de la costa mediterránea. ¿Qué más da la que sea? Murcia, Valencia, Marsella, Nápoles.

PANOPE.- Yo nací en un pueblo en medio de un hermoso valle.

ISMENE.- Todos los días veía el mar nada más levantarme.

PANOPE.- Yo los árboles y las montañas.

ARICIA.- Desde mi ventana tan solo veía el cuarto de baño de la casa de enfrente. Mi habitación daba a un patio de luces donde toda la chiquillería nos juntábamos a jugar bajo la atenta mirada de nuestras madres. Luego crecí y nunca volví más a ese patio.

ISMENE.- Llegué de vacaciones y me enamoré de un chico y fui valiente y defendí con todas mis fuerzas el amor que le tenía. Yo siempre quise ser una mujer enamorada.

PANOPE.- Yo también quise siempre ser una mujer enamorada. Mi primer amor fue un vecino con el que jugaba todos los días. Un día desapareció y, después, ya todo fue distinto.

ARICIA.- ¿Quién no quiere enamorarse? Esa es la peor de las debilidades. Yo me enamoré de un profesor que me rompió el alma.

ISMENE.- Una mañana se esfumó y ya no le volví a ver más. El siguiente que entró por la puerta de mi habitación fue Terámenes.

PANOPE.- Los sueños se quedaron tan atrás que ya ni me acuerdo. Los tíos me dan igual. Ahora soy fuerte. Muy fuerte.

ISMENE.- Todo había sido un engaño. Un engaño. Dios mío, todo había sido un engaño. Yo quería ser maestra y dar clase a los niños y tener una familia y estar enamorada.

PANOPE.- A mí me hubiera gustado ser enfermera.

ARICIA.- Recuerdo que, de pequeña, me encantaba jugar en la calle. Una de las cosas que más me gustaba era patinar. Cuando cumplí diez años mi papá me regaló unos patines, eran los patines más bonitos que había visto nunca, tenían cuatro ruedas rosas de purpurina. Me sentía como una patinadora profesional, levantaba las piernas sin caerme, daba vueltas, me elevaba como si estuviera volando. Parecía un pájaro que acababa de salir de su jaula.

Desde ese día salía a patinar todas las tardes, soñaba que algún día, cuando fuera, mayor, sería patinadora profesional y que mis padres estarían muy orgullosos de mí. Hasta que un día sin darme cuenta, termine aquí y todos mis sueños se quebraron.

ISMENE.- (Acercándose a la figura de Terámenes que, por supuesto no la oye ni la ve.) Me cogió de los pelos y me sacó de mi casa medio desnuda. Me metió en un coche y estuve más de un mes encerrada en una habitación que casi siempre estaba a oscuras. Solo sentía como entraba Terámenes con otros hombres y uno detrás de otro. Uno detrás de otro. Al principio gritaba, pero luego solo guardaba silencio y esperaba, como una madeja de trapo, a que la tormenta pasara. Siempre uno detrás de otro con la voz y la risa de Terámenes de fondo. Uno detrás de otro. (Una ligera pausa y saliéndose de este personaje y encarnando a otro totalmente distinto pero perfectamente reconocible. Apartada de Panope.) En cambio ahora. No sé qué pensar. Necesito esos abrazos. Los necesito mucho, aunque vengan de Terámenes.

CORO segundo

Coreuta 1.- Nada más entrar por esa puerta, Terámenes me desnudó y me golpeó fuertemente en los riñones con una toalla mojada.

Coreuta 2.- Al principio no entendí porque me pegaban de esa manera y porqué la toalla estaba mojada, pero luego supe que el paño mojado no deja señales.

Coreuta 3.- Después me violó una y otra vez. Yo solo quería que eyaculara lo más rápido posible para que aquello terminara, pero no fue así.

Coreuta 4.- Luego vino Hipólito. Oía sus carcajadas mientras Terámenes me abofeteaba para que no perdiera el conocimiento. Utilizaron todos los orificios de mi cuerpo.

Coreuta 5.- Como un trapo me dejaron tendida en el suelo. Una mujer entró y me lavó. Me dijo palabras tranquilizadoras y recogió las lágrimas de mi llanto. Entonces oí la puerta y vi a Teseo.

Coreuta 6.- Entró tranquilo, dijo mi nombre con suavidad y me acarició el cabello. Y se montó encima de mí hasta que me manchó toda la cara con su semen. Y entonces me gritó y me apretó el rostro con sus manos haciendo tanta fuerza que creí que me iba a romper las mandíbulas.

Coreuta 7.- ¡Y ahora a trabajar! ¿Me oyes? ¡A trabajar!

Corifeo

Al principio no entendí por qué me pegaban de esa manera y por qué la toalla estaba mojada, pero luego supe que el paño mojado no deja señales. Después me violó una y otra vez. Yo solo quería que eyaculara lo más rápido posible para que aquello terminara, pero no fue así. Luego vino Hipólito. Oía sus carcajadas mientras Terámenes me abofeteaba para que no perdiera el conocimiento. Utilizaron todos los orificios de mi cuerpo. Cabeza, tronco y extremidades. Como un trapo me dejaron tendida en el suelo. Una mujer entró y me lavó. Me dijo palabras tranquilizadoras y recogió las lágrimas de mi llanto. Entonces oí la puerta y vi a Teseo. Entró tranquilo, dijo mi nombre con suavidad y me acarició el cabello. Y se montó encima de mí hasta que me manchó toda la cara con su semen. Y entonces me gritó y me apretó el rostro con sus manos haciendo tanta fuerza que creí que me iba a romper las mandíbulas. ¡Y ahora a trabajar! ¿Me oyes? ¡A trabajar!

III

Escena I.3: FEDRA, ENONE

FEDRA.- He dicho lo que jamás debí haber pronunciado. He dejado al descubierto mis cartas y me las ha tirado a la cara sin importarle nada.

ENONE.- Compadeciéndote así no haces más que hacerte más daño. Huye de aquí. Tu puedes hacerlo porque no te vigilan como a nosotras.

FEDRA.- ¿Huir? ¿A dónde? ¿Tú tienes donde ir?

ENONE.- No.

FEDRA.- Yo tampoco. Solo tengo alrededor silencio y más allá más silencio. Y la oscuridad, y la nada. Y el miedo. Y luego otra vez el silencio. No tengo a nadie Enone. No tengo a nadie.

ENONE.- Me tienes a mí, Fedra, y a tu hija.

FEDRA.- He sido imprudente, conoce mis cartas y sabe que soy débil. (Una pausa en la que Fedra busca algún refugio en su interior para curar la equivocación que ha cometido.) Estoy segura de que Hipólito ha oído hablar de amor por vez primera vez de mis labios. Él opone al amor un corazón inaccesible: busquemos un punto sensible por donde atacarle. ¿Su codicia? Ve a buscar de mi parte al joven ambicioso. Recurre a cualquier medio para convencerle.

Escena II.3: FEDRA, sola.

(Se coloca la túnica y coge una máscara de mano.)

FEDRA.- ¡Oh, tú. Venus implacable, que ves hasta dónde me he rebajado! ¿acaso no he sido ya bastante humillada? Ya no puede ir más lejos tu crueldad. Tu triunfo es total; todos tus dardos han dado en el blanco. Cruel, si quieres una nueva victoria, ataca a un enemigo que ofrezca alguna resistencia. Pero, ¿ya estás de vuelta, Enone? Entonces, me detesta. Ni siquiera te escucha.

ESCENA III.3: HIPÓLITO Y TERÁMENES

(Han oído hablar sola a Fedra.)

HIPÓLITO.- A esta puta le falta miedo. Pero sin hacerle mucho daño. Solo asústala un poco. Apriétale las clavijas para que sepa quién manda y que no se puede ir con tonterías. Esté yo aquí o no.

TERÁMENES.- Solo asustarla.

HIPÓLITO.- Sí, solo asustarla, que no se te vaya a ir la mano.

Escena IV.3: TERÁMENES, FEDRA

TERÁMENES.- Hola Fedra. ¿Sola?

FEDRA.- Descansando.

TERÁMENES.- ¿Descuidando el negocio?

FEDRA.- Yo no descuido nada.

TERÁMENES.- ¿Cuántos has hecho hoy? ¿Uno, dos? ¿ninguno?

FEDRA.- Sabes muy bien que yo no tengo que hacer nada.

TERÁMENES.- (Cogiéndola del cuello.) Pues yo creo que sí. Yo creo que sí que tienes que trabajar, como cualquier puta de mierda. O haces la jornada o mañana te llevo a hacer la carretera al polígono industrial. ¿Me oyes? 20 chupar, 30 un completo. 20 chupar, 30 un completo.

FEDRA.- Eres un cobarde. Si estuviera aquí Teseo no te atreverías.

TERÁMENES.- ¿No? ¿Crees que no? (En ese momento Fedra descubre la sombra oculta de Hipólito y ella se derrumba, quedando tirada en medio del escenario.)

Escena V.3: HIPÓLITO, ARICIA

HIPÓLITO.- Te estoy buscando por todos sitios y me da la impresión de que me huyes.

ARICIA.- Sabes que no.

HIPÓLITO.- ¿No?

ARICIA.- ¿Cómo explicas que desde que habláramos vengas todas las madrugadas a mi habitación y entres sin llamar y, sin decir nada, te metas en mi cama y me abraces y me hagas el amor? ¿Eso es huir?

HIPÓLITO.- Nunca pensé que podría enamorarme. No sé.

ARICIA.- ¿Enamorarte de una puta?

HIPÓLITO.- No digas eso. Al fin y al cabo nos hemos conocido aquí, pero nos marcharemos y dejaremos todo esto atrás.

ARICIA.- ¿Ahora quieres que me marche contigo?

HIPÓLITO.- Sí.

ARICIA.- ¿Lo dices de verdad?

HIPÓLITO.- Podrían mentir mis palabras pero ¿crees que mis ojos mienten?

ARICIA.- ¿Tus ojos? ¿Me preguntas si creo que tus ojos mienten? (Tras una ligera pausa que lo mira muy atentamente.)No. Confío en que no. Yo no sé el tiempo que hace que nadie me abraza por amor, que nadie me besa en los labios porque a los babosos que se me echan encima no se lo permito. No sé el tiempo que hace que nadie me susurra al oído. Ya ni me acuerdo de que alguien quiera dormir conmigo sin manosearme, tan solo guardando la sonrisa del placer de estar juntos. Yo no sé el tiempo que hace.

HIPÓLITO.- Ahora estoy yo. ¿No confías en mí?

ARICIA.- (Responde desde un silencio contenido.) ¿Confiar en ti? Claro, cómo no hacerlo. Necesito confiar en ti y tú me tratas bien.

HIPÓLITO.- Pero ¿me quieres?

ARICIA.- No me pegas.

HIPÓLITO.- Pero ¿me quieres?

ARICIA.- Ni me maltratas. Claro que te quiero. Cómo no voy a quererte y, sin embargo, una nube negra recorre mis pensamientos, como si anunciara una tremenda tormenta antes de una dura batalla.

HIPÓLITO.- Qué exagerada eres.

ARICIA.- Sí, es verdad. Creo que soy algo exagerada.

Escena VI.3: FEDRA, ENONE

ENONE.- Levanta, Fedra. Levanta, Teseo está vivo. Ha regresado. Teseo está entre nosotros. Ahora podrás defenderte.

FEDRA.- ¿Teseo? Empiezo a confundir a los verdugos. Indignamente he confesado un amor que verdadero o falso es mi perdición. Él vive: no quiero saber nada más.

ENONE.- Siempre te ha defendido.

FEDRA.- ¿Qué dices?

ENONE.- Con él siempre has tenido privilegios.

FEDRA.- A cualquier cosa llamas tú privilegios. Me defendí ante Hipólito de la peor manera. Como una cobarde. Mi esposo va a aparecer y su hijo vendrá con él. ¿Crees que va a ocultarle todo lo que le dije? Me utilizará para hundirme delante de su padre ¿Podrá contener el horror que siente por mí? Si yo fuera valiente moriría. Si estuviera sola. . Que solo sea la muerte la que me libere de tanto miedo.

ENONE.- Guarda silencio. A nosotras nos protege el silencio. Mira hacia el suelo y, de reojo, vigila para ver por dónde vendrá el golpe para intentar amortiguarlo, pero no levantes la cabeza. Abandónate a otros pensamientos y deja a un lado tu cuerpo. Que lo usen, lo manoseen, lo toquen, lo violen las veces que quieran, pero que no invadan tus pensamientos. No puedes defenderte de otra forma. Nosotras no podemos defendernos de otra forma. Nos han convertido en putas y nos tratan como a putas. Por eso mismo no debemos dejar de ser mujeres, aunque sea en secreto. En silencio, como única defensa. La alternativa es la muerte.

FEDRA.-¿Acaso puede alguna de nosotras amar si no es en silencio? Mi querida Enone. Yo nunca le amé. Le veo cómo le he visto siempre: Como un monstruo espantoso.

ENONE.- Le tememos al padre y al hijo, y a ese pedazo de animal que es Terámenes. Cuéntale que Hipólito está permitiendo que Terámenes mate a las chicas a golpes. Cuando revise los libros se dará cuenta de que faltan chicas y que no han sido vendidas ni trasladadas. Cuando pregunte ¿dónde están? ¿qué le van a decir? "Se me fue la mano, se me fue la mano con una, con dos, con tres." Solo tienes que hacer que crea que el responsable es Hipólito. ¿Quién te desmentirá?

FEDRA.- ¿Y tú crees que será suficiente?

ENONE.- Tiene que ser suficiente. La contabilidad habla a tu favor. Yo hablaré con Teseo y espero que, indignado, tome cartas en el asunto. Tú olvidarás el suicidio y nosotras, espero, que ganemos en paz. Solo eso. Prepárate, que viene Teseo.

FEDRA.- Haz lo que quieras, me pongo en tus manos.

Escena VII.3: TERÁMENES, ISMENE

ISMENE.- Dame un beso.

TERÁMENES.- ¿Otro?

ISMENE.- Ojalá pudieras darme todos los besos porque quiero todos los besos que tú puedas darme.

TERÁMENES.- Estás loca.

ISMENE.- ¿Sí?

TERÁMENES.- Venga, al trabajo, que no pueden vernos así.

Escena VIII.3: TESEO Y TERÁMENES

TESEO.- 42 chicas nuevas. 15 menores de edad y cinco muy menores de edad que vamos a vender.

TERÁMENES.- ¿No nos las quedamos nosotros?

TESEO.- Jajaja. No, es demasiado expuesto. Las vamos a llevar a la agencia para que las ofrezcan a peticiones especiales.

TERÁMENES.- ¿Cuándo llegan?

TESEO.- He hecho tres grupos y ahora están haciendo turismo en el norte de Italia. Llegarán aquí en diez días.

TERÁMENES.- Entonces ha sido un buen viaje.

TESEO.- Sí, la próxima vez tienes que venir conmigo. A ver si mi hijo espabila y puede controlar el negocio, aunque sea un par de meses. Como cuando teníamos veinte años. ¿Recuerdas?

TERÁMENES.- Cada tiempo tiene lo suyo, pero anda que no hemos corrido.

TESEO.- Cuéntame cómo están las cosas aquí antes de que vea a Hipólito y a Fedra.

TERÁMENES.- Pues he seguido tus instrucciones al pie de la letra. Me he librado de cuatro chicas, aunque Hipólito cree que solo han sido dos. El resto están acojonadas y han subido los ingresos más de un 20%. Tu hijo todavía está un poco verde y tiene demasiados escrúpulos. Se le ha metido en la cabeza Aricia y no sé. No sé.

TESEO.- ¿Aricia? No tiene un pelo de tonta, pero es tan peligrosa como mi Fedra. Que se la quede una temporada. El chico es joven y tiene que disfrutar. Sácala del catálogo y que la disfrute unos meses. Luego ya veremos. ¿Y Fedra?

TERÁMENES.- Como siempre. Dando problemas, pero nada que no se pueda controlar. Sigue con clientes, pero va por libre.

TESEO.- Vale, déjala. Es la madre de mi hija. Que trabaje pero sin forzar la máquina, aunque si se empeña en complicar las cosas, la metemos en el paquete.

TERÁMENES.- ¿Solo a ella? ¿Dejamos a alguna más? (Pensando en Ismene.)

TESEO.- De este local a todas.Tenemos que trasladar por lo menos a quince para hacer sitio a las nuevas. Mira a ver si las podemos colocar por mil euros cada una. Es un buen precio.

TERÁMENES.- Es barato.

TESEO.- Sí, pero así son los negocios. Vendemos barato para cobrar caro.

Escena IX.3: TESEO, TERÁMENES, HIPÓLITO

TESEO.- Vaya, vaya. El gran jefe, mi querido hijo Hipólito.

HIPÓLITO.- El gran jefe eres tú, yo solo soy un aprendiz.

TESEO.- (A Terámenes.) ¿Y aprende bien? Mira que tienes a un buen maestro.

HIPÓLITO.- Si, claro que aprendo, pero hay tantas cosas.

TERÁMENES.- Progresa adecuadamente, como cuando íbamos al colegio.

TESEO.- Entonces, ¿no hay nada especial que contar? Ingresos, gastos, beneficios. Ingresos, gastos, beneficios. Y nada de droga en mis locales.

HIPÓLITO.- (Mirando a Terámenes.) Nada en especial. Han sido meses de rutina. Y ya sabes que yo pienso como tú. Nada de droga en los locales.

TESEO.- Bien, bien, bien. Si es así te voy a hacer un regalo. Te vas a coger a Aricia y la vas a tener contigo hasta que te canses. Y luego, si la quieres cambiar, ya me dices por quién y lo organizamos. ¿Qué te parece?

HIPÓLITO.- (Con un cierto tono de duda que puede confundirse con la sorpresa.) Bien.

TESEO.- Pues prepárate porque viene un cargamento de chochitos nuevos y vamos a tener que hacer renovación.

Escena X.3: TESEO, HIPÓLITO, FEDRA, ENONE, TERÁMENES

TESEO.- (Manoseando a Fedra de la forma más "babosa" posible.) Fedra, Fedra, Fedra. ¿Me has echado de menos? ¿Has estado muy sola? Ya estoy aquí. Ya estoy de vuelta y como puede ver todo el mundo, no estoy muerto. ¿No dices nada? ¿Me recibes con el silencio? ¿Cómo está nuestra hija?

FEDRA.- Hay tantas cosas que tengo que contarte.

TESEO.- Te he preguntado por nuestra hija.

FEDRA.- (Guardando unos instantes de silencio.) ¿Nuestra hija? Eres incapaz de recordar su nombre. (Teseo la coge por el cuello con violencia.)

TESEO.- Dime qué son esas cosas que tienes que contarme. Puedes empezar cuando quieras. (Teseo se sienta y Terámenes e Hipólito se colocan detrás suyo.) A ver qué es lo que tienes que contarme.

FEDRA.- (Muerta de miedo.) Yo. Enone.

ENONE.- Creo que tienes que mirar los libros y ver si todo cuadra.

TESEO.-¿Te he preguntado algo? ¿Qué coño haces aquí? Terámenes, llévatela y enséñale modales a esta puta de mierda.

ENONE.- Terámenesme va a dar una paliza, pero tú mira los libros a ver si todo te cuadra.

FEDRA.- Teseo, no.

TESEO.- ¡¡Calla!! (Y Terámenes se la lleva arrastrando hasta el fondo del escenario. Allí se diluye la escena y pasan de ser personajes a ser los actores que aguardan a que el universo dramático reclame su presencia.)

Escena XI.3: TESEO, HIPÓLITO, FEDRA

TESEO.- Hipólito, ¿Qué significa esto?

HIPÓLITO.- Solo Fedra puede explicar este misterio.

(Hipólito se coloca una máscara de mano que dejará a un lado en las primeras frases.)

HIPÓLITO.- Mas ahora ¿qué otras ocupaciones podrían retenerme? ¿No podría, huyendo de un indigno reposo, teñir mis jabalinas con sangre más gloriosa? Vos no habíais alcanzado la edad a la que llego y ya, más de un tirano, más de un monstruo feroz, había experimentado de vuestro brazo el peso. Permitid que mi audacia ose servir de algo.

TESEO.- (Con Hipólito presente ante el público, no existe para la intervención de Teseo.) Regreso después de estar unos meses fuera trabajando y buscando recursos para mantener el negocio y hacerlo crecer y ¿qué me encuentro cuando regreso? Solo mi fiel amigo Terámenes es capaz de mantener su palabra y ser honesto con la amistad que nos une y la confianza que he depositado en él. Honestidad es lo que le falta a Hipólito. Y valentía. En este negocio no caben dudas. Y Fedra. En el momento en el que la niña tenga una edad suficiente. Incluso es posible que la venda, saque una buena tajada y me quite tanta molestia de encima. He conseguido mantener la droga alejada de mis locales pero. Estoy perdiendo dinero en favor de las chicas y ¿cómo me lo agradecen?

Me tengo que deshacer de Fedra y de Aricia y de todas las que ya llevan un tiempo aquí. Se van cogiendo vicios y confianzas que no son buenas para el negocio.

Escena XII.3: TERÁMENES y ENONE

TERÁMENES.- Si vuelves a intervenir en una conversación donde no tienes permiso y a nadie le importa lo que tú digas te mato allí mismo. Y sabes que soy capaz de hacerlo.

(Enone, que al principio está aterrada, va cobrando la confianza y el valor del que lo tiene todo perdido.)

ENONE.- Si crees que una paliza más o una violación más o una vejación y humillación más van a poder conmigo te equivocas. Puedes empezar cuando quieras. (Enone se desnuda por completo y levanta los brazos como su fuera a ser cacheada. Detrás de ella, como fantasmas que recorren el ambiente, se colocan Aricia, Ismene, Panope, Fedra y todas las prostitutas del local.) Tus golpes y tus insultos ya no hacen efecto.

TERÁMENES.- (Con una cierta impotencia.) Sabes que puedo hacerte mucho daño. No me desafíes, pedazo de puta. Puedo rajarte y quedarme tan tranquilo.

ENONE.- Puedes rajarme.

TERÁMENES.- Puedo golpearte hasta no dejarte un hueso entero.

ENONE.- Puedes golpearme.

TERÁMENES.- Puedo matarte. ¡Puedo matarte!

ENONE.- Efectivamente. Puedes matarme. (Terámenes lanza un grito de impotencia y le ordena que se marche.)

TERÁMENES.- ¡Marchate! ¡Vete, pedazo de puta! ¡Vete! (Enone se marcha.)

ESCENA XIII.3: ISMENE, TERÁMENES

(Ismene, que ha oído los gritos, sale y ve cómo Terámenes mastica sus demonios en una esquina del escenario.)

ISMENE.- Terámenes, ¿qué te pasa? Te veo muy serio. ¿Puedo ayudarte? Sabes que puedes confiar en mí y no quiero ver que lo pasas mal. No te quiero ver así. Ojalá todas pudieran ver al Terámenes que yo conozco.

TERÁMENES.- (Mirándola de reojo y con claros síntomas de desprecio.) ¿Y cuál es el que tú conoces?

ISMENE.- Conozco a un Terámenes sensible, cariñoso, tranquilo, amable. Conozco a un Terámenes que te empeñas en esconder y no dejar que asome por ningún lado. Ese es el Terámenes que yo quiero.

TERÁMENES.-(Cogiéndola del cuello.) ¿Al que tú quieres?, ¿al que tú quieres? ¿Crees que porque haya follado contigo y haya tenido la paciencia de escucharte me conoces? ¿Al que tú quieres, pedazo de puta? ¿Crees que me fio de ti? Largo de aquí. ¡Largo!

CORO tercero

(Panope, poseída por Eros, dios del sexo y del amor, ofrece su cuerpo a los asistentes en una arrebatadora danza en la que va quedándose, poco a poco, desnuda al ritmo de una mágica música. Cuando termina su danza, desmonta el brillo de su personaje y se enfrenta a la violencia con la que convive dando la cara al público.)

Panope.- Efectivamente, puedes matarme. Nuestras palabras son sonidos que viajan por el aire pidiendo socorro.

Los vientos son muros infranqueables de silencios. De carcajadas. De golpes. Y de silencio. De mucho silencio.

Efectivamente. Puedes matarme. Las palabras solo son sonidos. La tormenta sopla con todas sus fuerzas. Hay tanta quietud. ¿Es la muerte?

¿Es la muerte?

¿Es la muerte?

Los vientos son muros infranqueables de silencios. De carcajadas. De golpes. De silencio. Y de miedo. De mucho miedo.

IV

(Enone, después de haber desafiado a Terámenes y haberse hecho fuerte, queda en el centro del escenario ejerciendo todo su poder. También toda su debilidad.)

Escena I.4: TESEO, ENONE

TESEO.- Enone, Enone, Enone. ¿Cuánto tiempo llevamos juntos? ¿Tres, cuatro, cinco años. diez? ¿Toda la vida? ¿Ya lo has olvidado todo?

ENONE.- Yo nunca olvidado nada.

TESEO.- ¿Te he tratado mal? ¿Crees que te he tratado mal? ¿Te he forzado alguna vez? Sabes que necesito a personas tan importantes como tú en este negocio. Tú sabes todo lo que pasa dentro de estas paredes. ¿Fedra ha intentado traicionarme? ¿Me ha traicionado Hipólito o ha sido Terámenes? ¿Qué es lo que sabes?

ENONE.- Si estás esperando a que abra la boca para cerrármela de un puñetazo puedes dar todas las vueltas que quieras. Ya dije lo que tenía que decir. Fedra corre peligro. Yo corro peligro y no sé si estás de un lado o de otro.

TESEO.- Daré instrucciones para que te dejen tranquila, para que te recuperes de lo que creas que te tienes que recuperar. Pero quiero que si sabes algo que yo necesite saber, vengas a decírmelo a mí directamente. La puerta de mi despacho siempre estará abierta para ti.

(Enone se mantiene en silencio unos segundos y lo mira altiva, sin miedo. Luego se marcha.)

Escena II.4: TESEO, HIPÓLITO, ISMENE

TESEO.- Qué cierto es el refrán que dice que el ojo del amo engorda al caballo. No creo que nadie me haya robado. Lo peor es que el gallinero está revuelto, que empiecen a pensar por sí solas y crean que pueden tomar decisiones. Esta es la grieta que tengo que sellar. Los libros no me importan, aunque los utilizaré para atornillar un poco a Terámenes y presionar a Hipólito, que parece que no va a aprender nunca.

(Se acerca al fondo del escenario y llama a Hipólito.)

Ven, tengo que hablar contigo.

HIPÓLITO.- ¿Puedo preguntar por qué estás tan serio? ¿Cuestionas mi lealtad?

TESEO.- O aprendes el negocio o lo aprendes o lo aprendes o te marchas, pero si yo salgo fuera y tú te quedas al mando no puede pasar lo que me he encontrado a mi vuelta.

HIPÓLITO.- Terámenes se ha excedido en las palizas a algunas chicas y hemos tenido que hacerlas desaparecer.

TESEO.- No te enteras. Terámenes cumplía instrucciones mías.

HIPÓLITO.- ¿Tuyas?

TESEO.- Sí, mías. En este negocio nadie levanta el vuelo sin que tenga que pagar su precio. Pero salgo unos meses a trabajar. Entérate bien. A trabajar. A traer chicas nuevas que permitan mantener los clubs abiertos y generar más beneficios. Salgo unos meses y cuando regreso me encuentro con que una puta de mierda, esa Enone, se atreve a decirme que mire los libros. ¿Qué ha pasado? ¿Ahora piensan por sí solas? Y Fedra, ¿cuánto poder ha cogido en estos meses? ¿Y Aricia? ¿Qué tienes que decir de Aricia? ¿Te gusta? Pues te la follas y listo, pero ¿qué le has prometido?

(A continuación teatraliza, burlándose, la conversación que Hipólito tuvo con Aricia. )

ARICIA.- ¿Nadie me va a volver pegar?

HIPÓLITO.- Nadie.

ARICIA.- ¿Nadie me va a obligar a acostarme con nadie que yo no quiera?

HIPÓLITO.- Nadie.

ARICIA.- ¿Nadie va a entrar en mi habitación sin que yo lo permita?

HIPÓLITO.- Nadie.

ARICIA.- ¿Nadie va a volver a violarme?

HIPÓLITO.- No. Yo me marcho de aquí y he pensado que tú puedes trabajar más cerca de mí.

ARICIA.- ¿Yo?

HIPÓLITO.- Fedra quiere quedarse con todo. Tú puedes ser mi mujer de confianza.

ARICIA.- ¿Y Terámenes?

HIPÓLITO.- Hará todo lo que tú le mandes.

TESEO.- Hará todo lo que tú le mandes. ¿Todo lo que tú le mandes? ¿Para quién trabaja Terámenes? A ver quiero oírlo. ¿Para quién?

HIPÓLITO.- Para ti, pero. ¿de dónde has sacado esa conversación? No fue así exactamente.

TESEO.- ¿Exactamente? ¿Qué es exactamente? (Va hacia el fondo del escenario y coge de la mano a Ismene y la arroja a los pies de Hipólito.) Palabra por palabra ¿O es que te crees que he llegado hasta donde he llegado siendo un imbécil?

ISMENE.- Por favor Teseo, no me obligues a repetir lo que ya te dije.

TESEO.- Esta es mi mujer de confianza y no Fedra ni Aricia ni tú, hijo, ni tú. Tengo que tener ojos en todos sitios para hacer que funcione el negocio. (A Ismene.) Repite lo que me has contado. ¡Repítelo!

ISMENE.- No puedo pronunciar las palabras, solo escucha mi alma, si es que queda algo en ella que no sea el desierto.

TESEO.- ¡Repítelo!

ISMENE.-

Una hoja en el silencio

del dibujo perdido de un camino.

La tarde amenaza lluvia

y en la roca golpean las bolas de granizo.

El frío. El frío y el miedo. Mucho miedo.

TESEO.- ¿Ves? ¿Me has tomado por imbécil? Mi hijo me toma por imbécil.

HIPÓLITO.- No eres un imbécil y nunca lo he pensado. Siempre te he admirado. Tú sabes que siempre te he admirado pero es como si no hubieras querido escucharlo. Fedra te ha ido envenenando contra mí y, en tu ausencia, ha utilizado todas sus artimañas para manipularme. Y no lo he permitido.

TESEO.- ¡Cobarde! Ese mismo orgullo es el que te condena.

HIPÓLITO.- Aricia siempre me gustó. Yo no soy tan frío como eres tú o Terámenes. Lo he intentado, pero me enamoré sin poderlo evitar.

TESEO.- Vaya, vaya. ¿La quieres? ¿La quieres de verdad? ¿De verdad la quieres? Toda tuya. ¿Ves qué fácil? Toda tuya. Toda.

Escena III.4: TESEO

TESEO.- Miserable. Si crees que porque seas mi hijo te puedes permitir robarme el negocio y hacer trapicheos con mis putas, estás equivocado. Fedra pagará lo suyo, pero tú también pagaras el precio. No puedo dejar sombras detrás de mí que me apuñalen en el momento que les doy la espalda. Esto lo solucionará Terámenes.

Escena IV: FEDRA, TESEO

FEDRA.- He oído los gritos de tu conversación con Hipólito. Los he oído yo y todo el local. Mucho me temo que todo esto terminará, irremediablemente, de una forma desastrosa.

TESEO.- No, han sido solo gritos. Ha sido ingrato y tendrá su castigo.

FEDRA.- Fui miedosa porque en tu hijo hay un odio hacia mi infinito. Amenazó con poner a nuestra hija en la barra y tuve que decir cosas que nunca hubiera dicho. Ni pensado.

TESEO.- (Con una contenida agresividad.) Eres una puta con privilegios, pero no te equivoques. Cualquier día te mando al salón como a todas y a hacer clientes. En cuanto a lo de mi hija (Lo interrumpe Fedra.)

FEDRA.- Nuestra hija.

TESEO.- (Insistiendo.) En cuanto a lo de mi hija, no se hubiera atrevido. De cualquier forma es un trabajo que su madre sabe hacer muy bien y, mírate, no te puedes quejar.

FEDRA.- ¿No me puedo quejar? (Con resignación.) No me puedo quejar.

TESEO.- Me voy unos meses y esto se desmadra. Tú quieres el negocio y mi hijo Hipólito se enamora de Aricia que también quiere el negocio. No han sido bastantes los escarmientos de Terámenes, pero ya estoy yo aquí y todo volverá a la calma. (Le repite estas últimas palabras a Fedra en el oído y se retira al final del escenario. Fedra queda sola.)

Escena V.4: FEDRA

FEDRA.- Me siento fulminada. Ni un ápice de esperanza. No hay luz y todo se hace más difícil todavía. En cualquier momento se desencadena una tormenta o la indiferencia. La indiferencia se ha convertido en el mejor de los refugios. Si llamas la atención estás muerta. Somos máquinas de carne que producen dinero.

Escena VI.4: FEDRA, ENONE

FEDRA.- Querida Enone ¿Me escuchabas? ¿sabes lo que acabo de descubrir?

ENONE.- No, pero tengo miedo por ti. Terámenes no ha logrado ponerme la mano encima y es posible que su violencia descargue sobre mí un golpe que ponga final a todo, pero tú. Tú aún puedes huir.

FEDRA.- Enone, Aricia se ha aliado con Hipólito.

ENONE.- ¿Cómo?

FEDRA.- Hipólito está enamorado. Me lo acaba de decir Teseo.

ENONE.- ¿Aricia?

FEDRA.- Si Hipólito cobra algo de poder en esta empresa, Aricia se convertirá en otra esclava con más privilegios, pero esclava. ¿Acaso puede haber una esclava con privilegios? Hay esclavas más castigadas que otras. La escala no es hacia arriba sino hacia abajo. Hacia abajo. Más abajo. Más abajo todavía y luego está la nada y el silencio. Esto es lo que se nos avecina. Viene un nuevo cargamento de mujeres como nosotras. Engañadas, robadas, castigadas que vienen a sustituir a otro grupo de mujeres que han sido engañadas, robadas y castigadas. Y nosotras hablando de privilegios. Somos esclavas, Enone. Esclavas del siglo XXI.

Aricia es otra víctima más. Como tú y como yo y como las demás. De una forma u otra nuestro cuerpo se convierte en un territorio que el hombre recorre una y otra vez a su antojo. Nuestro cuerpo es un campo de batalla donde nosotras siempre perdemos.

CORO cuarto

Corifeo.- En la carnicería de mi barrio cuelgan los lomos de los corderos, de los cerdos y de las terneras para que los parroquianos puedan elegir la mejor carne. La venden al peso. Solomillo, filetes de lomo, morcillo, carrillera, costillas, cabeza de lomo, codillo, pierna de cordero, punta de pecho, careta.

Coreuta 1.- En la carretera 20 chupar, 30 follar.

Coreuta 2.- En el polígono industrial 20 chupar 30 follar.

Coreuta 3.- En la madrugada de los jardines 20 chupar, 30 follar.

Coreuta 4.- En la misma calle 20 chupar, 30 follar.

Coreuta 5.- En las zonas oscuras 20 chupar, 30 follar.

Coro.- Un paquete de klinex, otro de condones, un tarro de crema, enjuague bucal y un pintalabios. Y el silencio. Y el miedo. Y los golpes metidos en un bolso lleno de angustia.

V

Escena I.5: TESEO y TERÁMEDES

TESEO.- Lo primero que vas a hacer es poner a la venta a Aricia. 2000 euros para el club que la quiera.

TERÁMENES.- ¿Qué le vas a decir a Hipólito?

TESEO.- Nada, que los negocios son los negocios. Si está tan enamorado que vaya detrás de ella. Es justo ¿no? Las cosas se hacen como yo digo. Sea mi hijo o no sea mi hijo. Llevamos muchos años peleando para mantener todo esto y no lo voy a tirar por la borda porque al chico se le haya metido un coño entre ceja y ceja.

TERÁMENES.- ¿2000?

TESEO.- Sí, y si ves que se te pone difícil, metes en el paquete a Panope y a Ismene.

TERÁMENES.- ¿A Ismene también?

TESEO.- Sí, vamos a aligerar el corral.

Escena II.5: HIPÓLITO, ARICIA

ARICIA.- ¿Cómo? Entonces todo lo que me prometisteis.

HIPÓLITO.- Estoy siendo sincero. Yo. siento que si estuvieras más cerca de mí y yo de ti quizá podríamos. Fedra está poniendo las cosas difíciles y yo no quiero seguir aquí y tú.

ARICIA.- Dijiste que me iría contigo.

HIPÓLITO.- (Sin oír sus palabras.) No sé si corres peligro, si estás a salvo o . Mi padre sabe que estoy enamorado de ti y me ha dicho que me quede contigo unos meses, hasta que me canse y luego te sustituya por otra, pero no es eso lo que quiero. No quiero otra Fedra. Yo quiero.

ARICIA.- No lo digas. Aquí no lo digas. No manches esas palabras. (Hipólito hace ademán de acariciarla, pero ella no lo deja.) ¡No me toques! ¡No me toques!

(Aricia continúa masticando sus palabras en silencio y todos podemos ver cómo el abecedario deja una terrible huella en su rostro.)

(Hipólito y Aricia continúan esta escena con una máscara de mano.)

HIPÓLITO.- ¿No lo he explicado ya? Solo vos penetrasteis tan odioso misterio. Solo a vos y a los dioses se abrió mi corazón. No he podido ocultaros, juzgad cómo os amo, lo que hubiera querido ocultarme a mi mismo. Olvidad, si es posible, que os he hablado de ello, Señora; que jamás unos labios tan puros se abran para contar tan horrible aventura.

ARICIA.- ¡Ah, Señor! ¡Cuan dulce para mí sería ese exilio! Unida a vuestra suerte, ¡viviría en éxtasis, olvidando al resto de los mortales! Pero no estando ambos unidos por un dulce lazo, ¿puedo acompañaros en la huída? Pero vos me amáis. Señor ¿Me amáis? (Aricia le habla al vacío, como si las palabras solo existieran en su imaginación y fueran la expresión viva de un deseo ya destrozado.)

ESCENA III.5: TERÁMENES, ARICIA e ISMENE

ARICIA.- ¿Lo sabe Hipólito?

TERÁMENES.- ¿Acaso es él quien dirige el negocio?

ARICIA.- ¿Por qué yo? Cumplo con los clientes, doy buenos beneficios, no me quejo, trabajo más que nadie. Los tíos me buscan y gastan buena pasta en la barra. ¿Qué más queréis?

TERÁMENES.- Coge tus cosas.

ISMENE.- ¿Puedes dejarnos unos minutos a solas?

TERÁMENES.- ¿Te he dado permiso para hablar? Apártate de aquí. Vamos. Apártate. ¡Largo! (Y de un fuerte empujón la tira al suelo.)

ARICIA.- ¿No me puedo despedir de Hipólito?

TERÁMENES.- No.

ARICIA.- ¿Ni de nadie?

TERÁMENES.- No.

ARICIA.- ¿Esto es cosa de Fedra?

TERÁMENES.- No.

(Aricia coge su maleta y se sienta en un lado del escenario.)

ESCENA IV.5: TERÁMENES, PANOPE

TERÁMENES.- Coge tu maleta que te vas de viaje.

PANOPE.- ¿De viaje?

TERÁMENES.- Ya mismo. O te vas sin nada.

PANOPE.- ¿Sin nada? ¿Me dices que me voy a ir sin nada?Aquí no tengo nada, solo ropa, zapatos, un cepillo de dientes. ¿Eso es algo? No me podéis quitar nada más de lo que ya me habéis quitado porque aquí no tengo nada. Nada. Nada. Solo tengo mi alma, que eso no me lo habéis robado.

TERÁMENES.- Mejor, así. El alma no pesa y vas ligera de equipaje. Vamos. (La coge por el cuello y la empuja.) ¡Vamos!

(Panope se sienta al lado de Aricia.)

ESCENA V.5: TERÁMENES, ISMENE.

ISMENE.- No sé qué es lo que ha cambiado dentro de ti o es que no ha cambiado nada y todo ha sido un engaño. ¿Me estás diciendo que coja mi maleta? ¿que haga mi equipaje porque me vendéis a otro club? ¿No soy nada para ti? ¿Ya no soy nada para ti? ¿Lo he sido alguna vez? Dime. Háblame, por favor. Di algo. Por un instante he pensado que eras una persona, que escondías un fondo de humanidad. Por un instante he creído que. ¿No significo nada para ti? ¿Por qué estás tan callado? ¿Por qué no dices nada? Di algo. Por favor, di algo.

TERÁMENES.- Coge tus cosas.

ESCENA VI.5: TERÁMENES, ENONE e ISMENE.

TERÁMENES.- ¡Vamos!

(Enone e Ismene se sientan junto a Panope y a Aricia.)

Escena VII.5: TESEO.

(Teseo coge una máscara de mano que dejará a un lado en las primeras frases.)

TESEO.- Las putas solo son putas y nada más. Este negocio florece si hay paz y tranquilidad y cada uno cumple con su función. Ellas con los tíos para que se dejen la pasta y nosotros cuidando para que esa pasta crezca y crezca y crezca. Esto son los negocios. Y llego y me encuentro con el palomar revuelto. No llevo unos meses fuera y ya se habían repartido el pastel. Fedra porque es la puta que dice ser mi esposa y con la que tengo una hija; Aricia porque es la puta de la que se ha enamorado el inútil de mi hijo. El único del que me puedo fiar es de Terámenes, un fiel amigo desde que empezamos en este negocio. Voy a hacer limpieza y que haya sitio para la nueva remesa. Rejuvenecemos el negocio y aumentamos los ingresos. Es una fórmula fácil de entender.

Escena VIII.5: HIPÓLITO, TESEO, TERÁMENES y FEDRA

HIPÓLITO.- ¡Qué has hecho! ¿Has vendido a Aricia?

TESEO.- He vendido a Aricia y a diez chicas más. ¿Cuál es el problema?

HIPÓLITO.- Te confesé mi interés por ella y te has atrevido a venderla. ¿Soy algo para ti? Piensa si soy algo para ti. He llenado mi vida de momentos que no podría soportar cualquiera. He crecido rodeado de sexo sobre sexo, de palizas, de gritos, de llantos, de una violencia que me ha hecho insensible. Y yo he peleado para no ser así y, en cambio, muchas veces caigo una y otra vez en lo que tú dices que es el negocio.

Solo te pedí que no tocaras a Aricia, que la respetaras porque así quería yo que lo hicieras. Y ha sido lo primero que has traicionado.

TESEO.- ¡Traición! Qué palabra más teatral. Aricia no me importa, tampoco me importa Fedra ni me importa lo que tú pienses. Solo me importa qué es lo que haces cuando yo no estoy. Te dedicas a hacer de jefecillo y a nombrar jefecillas que te calienten la cama. ¿Y el negocio? Para que crezca hay que hacer sitio. Si tanto te interesa Aricia, vete detrás de ella.

HIPÓLITO.- ¿Cuál es el precio que le has puesto? Yo te lo pago y la dejas tranquila.

TESEO.- Y pasa a ser de tu propiedad y así puedes empezar tu propio negocio para hacerme la competencia.

HIPÓLITO.- Aricia va a dejar todo esto.

TESEO.- Aricia va a seguir en este negocio.

HIPÓLITO.- ¿Esto es cosa de Fedra?

TESEO.- No.

HIPÓLITO.- Te lo ha sugerido Fedra. Estoy seguro de que te lo ha sugerido Fedra.

(Mientras Hipólito pronuncia sus palabras, Fedra, con una maleta en la mano, cruza el escenario y se sienta junto al resto de mujeres. Terámenes va dándole empujones.)

FEDRA.- (Dirigiéndose a Teseo cuando se cruza con él.) Y cuidarás de nuestra hija.

TESEO.- Hola amor mío. (Con ironía.) ¿Vas de viaje?

FEDRA.- Cuidarás de nuestra hija.

TESEO.- Cuidaré de mi hija.

FEDRA.- Nuestra hija.

TESEO.- (Haciendo un gesto de desprecio.)

FEDRA.- Me robaste del lado de mi familia. Me robaste el tiempo y me lo robaste todo.

TESEO.- No es personal, solo son negocios.

FEDRA.- (Estas palabras las dice dirigiéndose a Hipólito, que agacha la cabeza.) Y me has convertido en un trozo de carne que va cambiando de manos hasta que me tiren a un basurero porque mi cuerpo ya no responde. Tenía que haber sido valiente y haberme quitado la vida, pero pensé que las cosas podían cambiar y ser diferentes. Fui una cobarde y ahora me veo atrapada una vez más.

(Las mujeres pintan su rostro de blanco, haciendo que el gesto, la expresión viva del alma, desaparezca en el dibujo neutro y agónico de un extraño laberinto. Mientras, Teseo, Hipólito y Terámenes hacen balance del negocio y brindan por los beneficios. )

TESEO.- ¿Cuánto?

TERÁMENES.- 1800 Aricia, 1500 Fedra, 1000 Panope, 1000 Ismene(Al pronunciar el nombre de Ismene se deja entrever, de forma muy lejana, un pequeño quiebro en la voz, pero podría ser tan solo una falsa impresión.) y 1000 Enone.

TESEO.- ¿Enone 1000? Estás hecho un buen vendedor. Sigue.

TERÁMENES.- Del resto no he podido rascar más de 800 euros por cada una.

TESEO.- A las vacas hay que venderlas antes de que se hagan viejas.

TESEO.- Brindemos por el negocio y por las chicas que están por llegar. Venga Hipólito, levanta esa copa. Te toca a ti decir unas palabras. Vamos. (Hipólito no deja de mirar a Aricia e intenta acercarse a ella, pero hay algo en su interior que se lo impide.

HIPÓLITO.- (Levantando la copa y entre dientes.) ¡Por el negocio!

TESEO.- ¿Cómo? No te oigo. ¡Más fuerte!

HIPÓLITO.- (Solo un poco más fuerte.) Por el negocio.

TESEO.- ¡Más, más! ¡Más fuerte!

HIPÓLITO.- (Lleno de rabia y de cobardía.)¡Por el negocio! ¡Por el negocio! ¡Por el negocio!

(Y beben por el negocio mientras las palabras de Hipólito se pierden en el excesivo volumen de la música, se abraza al silencio como una cuchilla y quedan en el aire las palabras del coro.)

CORO quinto

coro.

Coreuta.- Cabeza, tronco y extremidades. La sangre circula del corazón al cerebro cruzando el cuello por la yugular. Ahí es donde late la vida que da juego a las palabras y las riega de contenidos. También está el grito que se ahoga con un ligero corte.

Coreuta 1.- Sin dolor. La muerte alivia el dolor.

Coreuta 2.- Sin sueño. La muerte aleja la vigilia.

Coreuta 3.- Sin palabras. La muerte cierra todos los diccionarios.

Coreuta 4.- Sin corazón. La muerte roba los latidos.

Coreuta 5.- Sin alma. La muerte es la llanura del desierto.

Coro: Amén, Amén, Amén.

EPÍLOGO

Y cuando el dolor

comienza a remitir,

se multiplica la soledad.

-Mi soledad.

Un color destrozado

en la paleta de un arco iris.

Apenas una cuerda

que tensa su arco.

Apenas un susurro

que no deja huellas.

En la plaza

una estatua ecuestre

arranca su cabalgar

pero le puede el silencio.

-Siempre el silencio.



(La luz se va llevando la escena. La música hace tiempo que perdió su camino. Solo las palabras abren la puerta a la oscuridad total.)