Ángel Fernández Montesinos:
el premio es no dejar de trabajar

Antonio Castro Jiménez

Director de la revista Artescénicas.
Academia de las Artes Escénicas de España

Resumen: Recorrido por la carrera de uno de los decanos de la dirección escénica, el murciano Ángel Fernández Montesinos. Desde sus comienzos en el teatro universitario de Murcia hasta Barrio de las Letras, el último montaje que ha dirigido, Fernández Montesinos ha cultivado casi todos los géneros escénicos, con preferencia por los musicales, sean revistas o zarzuelas. Para este sencillo análisis del conjunto de su obra, he contado con opiniones directas del protagonista con las que ilustrar los distintos apartados en los que he agrupado sus montajes.

Palabras clave: Musicales, comedia, actrices, Siglo de Oro, Director, Murcia.

Abstract: A retrospective of the career of one of the Dean's of Stage Direction, Murcia native Ángel Fernández Montesinos. From his beginnings in Murcia's University Theater to the last production he has directed, 'Barrio de las Letras', Fernández Montesinos has directed almost all the stage genres, with a preference for musicals, especially comedy or zarzuelas. For this analysis of his work, I have reached out to the man himself. His viewpoints help illustrate each section in which his productions have been grouped for this article.

Keywords: Musicals, comedy, actresses, 'Golden Age', Director, Murcia.







"Ángel Fernández Montesinos nació frente al Romea de Murcia y cada vez que se asomaba al balcón veía el edificio del teatro; siempre lo miraba."

El teatro que he vivido
Edición de Ángel Martínez Roger

No tardó mucho aquel niño que se asomaba a la fachada del teatro para ver descargar los decorados, en meterse dentro de él. Fernández Montesinos, cuya familia nada tenía que ver con la escena, ha vivido en los teatros y, a sus 91 años, si no lo sigue haciendo es porque no le encargan proyectos. Cabeza e ideas, tiene. Además de una memoria prodigiosa que le permite recitar de corrido todos los repartos de los espectáculos que ha dirigido y, casi, de los que ha visto. En esta etapa de su vida puede reflexionar sobre su carrera, sus logros y sus asignaturas pendientes.

1. La piel de nuestros dientes

Figura 1. Programa de La piel de nuestros dientes. Fuente: Programa de mano (1958)

Los aficionados murcianos tenían la costumbre de esperar ante el Romea la salida del público de la primera función. Les preguntaban la opinión y, si era buena, compraban entrada para la sesión de noche. Ángel se pegaba a aquellos espectadores para escuchar sus comentarios mientras esperaba la salida de los artistas. En 1958, después de que su maestro Alberto González Vergel emprendiera rumbos teatrales más ambiciosos, Fernández Montesinos logró poner en pie, con el teatro universitario, La piel de nuestros dientes, un drama entonces difícil de Thornton Wilder. Como apenas tenían medios técnicos, apañaron unos reflectores y focos con grandes botes de tomate, a los que ponían papeles de colores. Aquel fue el inicio de una carrera que le permitió salir de su ciudad a presentar los montajes universitarios en Madrid o en el teatro Reggio de Parma. No pasó inadvertido su talento por lo que recibió encargos del Pequeño Teatro Dido: El libro del Buen Amor (Doña Endrina) y La viuda valenciana, estrenadas ambas en 1960:

"El libro del Buen amor no fue el primer encargo. Me llamó Josefina Sánchez Pedreño para proponerme montar La torre de los sueños, una obra de dos personajes escrita por Ricardo López Aranda. Mi orgullo se resintió porque me ofrecían dos actores cuando venía de hacer una función con treinta personajes. Así que, temerariamente, le respondí que no aceptaba. Ligeramente mosqueada Josefina replicó: ¿Y qué quieres hacer? Ni corto ni perezoso le dije: El libro del Buen Amor. Y aceptaron. Lo estrenamos el 31 de mayo de 1960".

Después hizo La viuda valenciana, en la que trabajó por primera vez con Carmen Bernardos. Inmediatamente después coincidieron en El sistema Ribadier y cuando, en 1961, la Bernardos montó compañía, encargó a Ángel la dirección de Culpables, su primera incursión en el teatro de suspense.

El joven Ángel con apenas 25 años se instaló en Madrid, en un colegio mayor de la Ciudad Universitaria, que le correspondía como parte del premio conseguido con La piel de nuestros dientes. Ya no ha abandonado esta ciudad, salvo para cumplir compromisos nacionales o internacionales, como el que le llevó al teatro Nacional de Caracas con la compañía lírica Isaac Albéniz, en 1977, o a Cuba a principio de los años noventa.

Figura 2. Ángel Fernández Montesinos junto a Antonio Castro Jiménez. Fuente: Castro, A. (2008)

De un teatro casi artesanal y, por supuesto, totalmente aficionado, pasó al profesional de la mano de Alfonso Paso y la empresa del teatro Lara: Aurelia y sus hombres, 1961. El joven director creyó que, al texto del prolífico dramaturgo, le iría bien un recorte. Ante el reparo de exponérselo directamente, optó por hablar con Conrado Blanco, el empresario. Este le animó a comentar a Paso sus ideas y se encontró con que las aceptó a la primera. El corte se hizo. Habían transcurrido solamente tres años desde su primera dirección. Durante sus cinco primeros años en Madrid firmó 32 montajes.

2. Comedias y vodeviles

A Alfonso Paso debió gustarle el trabajo de dirección de Ángel porque en los dos años siguientes al estreno de Aurelia y sus hombres le confió otras cinco comedias. Seguramente porque Montesinos era capaz de poner en escena las obras con la misma rapidez con que Paso las escribía. Parece lógico que los productores privados no confiaran inicialmente grandes presupuestos a un novato. Las comedias intrascendentes, los vodeviles, eran las más populares entre el público. Y en ellas se especializó nuestro protagonista. Tal vez no intencionadamente, sino a consecuencia de los encargos que iba recibiendo. Cuando ya tuvo una carrera consolidada siguió entregado a este género ligero, que no fácil. ¿Qué necesitan, según Montesinos, una buena comedia, un buen vodevil?:

"Un argumento más o menos divertido; equívocos y darles a las historias un aire de verdad para que el público crea que todo aquello que está viendo, y que es imposible que ocurra realmente, es verosímil en un escenario. En el teatro de boulevard, o en el de misterio, que también he hecho, es muy importante la situación. Yo me he defendido en todos los espectáculos porque sabía lo que iba a contar: la historia que habían escrito los autores, no la mía. Y con una técnica de cara a la producción: que al levantarse el telón pareciera que habíamos gastado un millón, cuando solo había costado medio".

Uno de los maestros del género vodevilesco entre los siglos XIX y XX fue el francés Georges Feydeau. Continuador del estilo de Labiche o Hennequin, creó media docena de farsas y vodeviles, algunas todavía en repertorio. En España fue relativamente popular y representado en la segunda década del siglo XX, pero después cayó prácticamente en el olvido. Fernández Montesinos lo rescató en su segundo trabajo profesional: El sistema Ribadier, 1960. Creo que esta comedia no ha vuelto a representarse desde entonces.

Un texto del anónimo traductor en el programa de mano del teatro Infanta Beatriz, señala:

Feydeau es un autor que vuelve ahora a estar de moda en todo el mundo, interpretándolo las más ilustres compañías. En Francia, figura en el repertorio de los teatros nacionales y Jean-Louis Barrault, montó Ocúpate de Amelia detrás de un título de Kafka.1

Más habitual es ver en nuestros escenarios Ocúpate de Amelia y Con la pulga (o mosca) tras la oreja. Cada vez será menos frecuente porque estas obras requieren un montaje escénico bastante complicado y, sobre todo, unos repartos extensos. La empresa privada no está ahora para esos gastos y los teatros públicos españoles difícilmente se decantarán por un vodevil y francés. Ocúpate de Amelia, 1961, fue el segundo Feydeau que dirigió Montesinos con un reparto apabullante en el que estaban, entre otros, Amparo Soler Leal, Irene Gutiérrez Caba, José Luis Pellicena o Enriqueta Carballeira. Con la mosca en la oreja, la dirigiría un cuarto de siglo más tarde, con producción de Juanjo Seoane. Hasta la Reina doña Sofía asistió al estreno en el madrileño teatro Albéniz el 30 de noviembre de 1988.

Tras los dos primeros montajes de Fernández Montesinos, los directores José María Morera y Luis Escobar, también se interesaron por el autor francés.

A lo largo de todos estos años Montesinos ha sido relativamente fiel a los escritores franceses: Gerard Lauzier, Marc Camoletti, Pierrete Bruno. Les ha sido infiel con el británico Ray Cooney (auténtico rey del género tras ¡Sé infiel y no mires con quién!) en, al menos, tres ocasiones: Dos igual a uno, 1985; Batas blancas no ofenden, 1989 y Demasiado para una noche, 1992.

Figura 3. La casa de los siete balcones. Fuente: Castro, A. (2004)

Tal vez por esta insistencia en géneros cómicos, su relación con los autores españoles del siglo XX no fue tan frecuente como cabría de esperar. No podemos dejar de reseñar que sí ha estrenado, o reestrenado, algunas obras de Jaime Salom, Pemán, Jorge Llopis, López Rubio, Ricardo López Aranda o Antonio Gala. Y mucho menor ha sido el interés por los humoristas españoles de ese siglo, Arniches, Jardiel, Muñoz Seca o Mihura.

Maestro de la zarzuela, los musicales de factura española, la comedia de boulevard o el vodevil, en los más de 140 montajes que ha dirigido, se echan en falta títulos del gran repertorio nacional o internacional. En su lista no aparecen ni un Hamlet, ni Fuenteovejuna o un Molière. ¿Por qué esa carencia? Lo cuenta Ángel Fernández Montesinos:

"Yo empiezo con Thornton Wilder, Lope de Vega (La viuda valenciana) o el Arcipreste de Hita (El libro del buen amor). Pero, a partir de ese momento, empiezan a llamarme para montajes comerciales. Yo he trabajado casi siempre con la empresa privada. He sido un director de escenarios, no de despachos oficiales. Los productores querían hacer buenos espectáculos, que permanecieran temporada en Madrid y salieran con largas giras. Yo montaba comedias sin problemas, con una buena factura que aparentaba ser más cara de lo que era, y entré en esa dinámica. Y tampoco me llamaron para proyectos de otra envergadura dramática".

Como reseñamos más adelante, su contacto con el teatro clásico, con la Compañía Nacional, no se produciría hasta avanzado el siglo XXI y no con un texto áureo, sino contemporáneo.

3. Los musicales

Durante su infancia, la radio era el único medio de comunicación no escrito, que llegaba a todos los rincones del país. En las décadas de los treinta y los cuarenta del pasado siglo la programación estaba férreamente controlada y los mayores atractivos eran los seriales y la música. Dada la situación en España, los temas que se radiaban preferentemente eran los populares, las coplas y las zarzuelas. Ángel creció con ellas y aprendió el repertorio. A esta afición se sumó otra por las modas escénicas: la Revista. Fueron las décadas de reinado de Celia Gámez, la primera en el escalafón revisteril, pero no la única. Estos espectáculos, convenientemente vigilados por la censura, aportaban un poco de color en aquella terrible posguerra. Proporcionaban un espejismo de alegría gracias a las plumas, las lentejuelas, la pasarela y la imprescindible escalera de la apoteosis final. Para un niño, y para un adolescente, aquellos cartelones multicolores y las fotografías de señoras ligeramente ataviadas como nunca salían las actrices serias, debían ser fascinantes. Fernández Montesinos también se sintió hipnotizado por la Revista y, entre sus propósitos teatrales, estaba montar espectáculos musicales.

La oportunidad le llegó casi inmediatamente después de profesionalizarse. El maestro Manuel Moreno Buendía era murciano, como Ángel, y solo dos años más joven. Al comenzar la década de los sesenta todavía no era el gran compositor de zarzuela o ballet en que se convirtió. Elder Barber (Elda Perla Barbero) era una cantante argentina que había aterrizado en España en 1958 haciéndose rápidamente popular en la música ligera. Moreno y Elder, que ya habían contraído matrimonio, idearon un musical para la presentación de la cantante en teatro. Se tituló Carolina y se estrenó en el teatro Maravillas el 13 de abril de 1963. No ha pasado a la historia de los musicales patrios y Elder Barber acabaría retirándose antes de que terminara esa década.

En 1963 la Gámez estaba ya cercana a los 60 años y su estrella declinaba. Eso no fue obstáculo para que decidiera dar un paso adelante en los musicales y pasarse a la opereta. Le hicieron a su medida ¡Buenos días, amor!, estrenada en La Zarzuela el 6 de diciembre de 1963. Fernández Montesinos fue el director de escena. Enrique Llovet ni lo citó en su crítica de ABC. Pero los responsables del teatro sí debieron apreciar su trabajo porque, cuenta Montesinos:

"Estando en Canarias haciendo temporada de comedias con Carlos Ballesteros y Aurora Redondo, me llamaron del teatro de La Zarzuela. En realidad, llamaron a diez directores para ofrecerles títulos. Yo dije que sí enseguida y me adjudicaron La Calesera, la única que nadie había elegido. Para mí fue un título estupendo, porque en esa zarzuela está el mejor Alonso con una de las mejores historias del género. Llegaba al teatro con todo sabido, texto, música, dramaturgia, cambios de decorados. Hasta el punto de que al comenzar a ensayar el pasodoble con el ballet le indiqué a Alberto Lorca, el coreógrafo, unas posiciones de los bailarines distintas a las que él había pensado. Me hizo caso y cuando ensayamos ya con orquesta, coro, decorado. vio el resultado y exclamó: ¡Pero qué niño más listo!"

La Calesera, estrenada el 26 de febrero de 1965, fue el primero de los montajes zarzueleros en ese teatro dirigido por Fernández Montesinos. No debió hacerlo mal porque en los años siguiente estrenaría otros nueve títulos, algunos desconocidos como El joven piloto, 1968 o Maravilla, 1969. Lo habitual era que Ángel tuviera simultáneamente en cartel cuatro o cinco espectáculos por año. Aclaro que entonces los montajes de éxito se eternizaban en las carteleras, por lo que daba tiempo a que el director estrenara uno antes de que el anterior se hubiera caído de cartel.

Sin olvidarnos de otros espectáculos, como los montados para Paquita Rico, la vertiente musical de Ángel está marcada por dos títulos: ¡Por la calle de Alcalá!, y ¡Mamá, quiero ser artista! El primero, gestado con socio y amigo Juan José Arteche en 1983, era una antología con los mejores números de la revista española. Ya en 1969 había hecho un primer intento, en colaboración con Arozamena, con Tiovivo madrileño, una antología sobre los comienzos del género chico y la revista.

Por la calle de Alcalá estuvo servido estelarmente por Esperanza Roy y Francisco Valladares. La puesta en escena fue extraordinariamente lujosa y el éxito, apoteósico. Se eternizó en las carteleras y hasta fue trasplantado a México. Resistió el terrible incendio que se declaró en los sótanos del teatro Alcázar, donde se representaba. Ante el cierre obligado se trasladaron al Calderón, donde siguió el éxito. Cuatro años más tarde, estrenaron la segunda parte. Del Paralelo barcelonés lo llamaron para que repitiera la fórmula en Volver al ayer, 1984. Entretanto, en 1986, Concha Velasco había producido el mayor éxito musical de su carrera: ¡Mamá, quiero ser artista! Montesinos, Arteche, Aresu y Algueró crearon algo más que una revista: un musical español. La canción que daba título al espectáculo se incorporó al repertorio popular como lo había hecho el ¡Gracias por venir! de Lina Morgan.

El director de escena aún montaría otros dos espectáculos de creación propia y de carácter antológico: Antología del bolero, 1993 (estrenada en Cuba) y Estamos en el aire, 1999, un nostálgico recorrido por la historia de aquel medio que le abrió la mente a la música. Todavía en 2005 se arriesgó a llevar al musical la magnífica comedia de Mihura, Maribel y la extraña familia. La comedia se seguirá representando.

Gracias a esta experiencia musical, la televisión lo llamó en 1996 para realizar algunos programas. Pero su actividad en este medio ha sido muy escasa.

4. Las divas

Hasta ahora he sacado a relucir grandes divas de la escena como Carmen Bernardos, la Gámez, Concha Velasco o Esperanza Roy. Creo que Montesinos ha trabajado con las estrellas más destacadas de cada época. Ha repetido con muchas de ellas, por lo que debe poseer la clave para entenderse bien con ellas. A Mary Carrillo la dirigió por primera vez en el año 1961: Aurelia y sus hombres. Todavía no era la gran señora de la escena en que se fue convirtiendo. Pero era una primera actriz con mucho carácter. Diez años después Montesinos le proporcionó uno de sus grandes éxitos: La mamma, 1970. Y todavía trabajarían juntos en Coqueluche, 1977 y en Los buenos días perdidos, 1991. Lola Membrives sí que era una de las grandes el año 1961 cuando, a las órdenes de Ángel, protagonizó Cuando tú me necesites. Doña Lola tenía entonces 75 años y era una leyenda viva a ambos lados del Atlántico. A lo largo de su carrera, este director tuvo a sus órdenes a muchas de las estrellas rutilantes que, a su prestigio, unían un carácter difícil: Paquita Rico, Analía Gadé, Conchita Montes, Amparo Soler Leal o la rutilante Roy. ¿Cómo hacía Fernández Montesinos para congeniar con tantas divas de la escena?

"Yo intentaba demostrarles que mis propuestas les iban muy bien a sus características. Además, las trataba con mucho cariño. Con el actor tienes que ser un poco sicólogo, médico, diplomático. A una señora mayor, a una actriz veterana, no la puedes tratar como a un figurante. En el momento que sienten cierto mimo y cariño se relajan. Además, que tenía profunda admiración por todas. Piensa que siendo niño las había visto desde el paraíso del Romea. Cuando me tocaba trabajar con ellas, era un sueño cumplido para mí. Pongo un ejemplo. Los Vieneses se presentaron en Murcia el año 1941, con Franz Joham al frente. Los vi con 11 años. En 1994 me llaman para hacer en Barcelona Volver al ayer, un montaje sobre la historia del Paralelo. Y pedí contratar a Franz Joham. Había pasado medio siglo y aquel niño dirigía ahora a la estrella. Cuando se lo conté, se quedó mudo de la emoción. ¿Qué le iba a decir? Pues, haga usted lo que hacía siempre en el escenario".

Figura 4. Fernández Montesinos junto a Concha Velasco. Fuente: Castro, A. (2008)

5. Actores fieles

A lo largo de toda su carrera Fernández Montesinos ha mantenido una encomiable fidelidad a muchos de los actores que le acompañaron en sus principios. Francisco Valladares, Emiliano Redondo, Manuel Andrés. estuvieron ya en El libro del buen amor y después figurarían intermitentemente en los repartos hasta que fueron desapareciendo. Con Valladares mantuvo una intensa amistad y ambos se beneficiaron de ella aprovechando ese conocimiento. Montesinos no dudó en confiar a Valladares el protagonista masculino de su antología Por la calle de Alcalá. Sabía que Paco cantaba muy bien y tenía una extraordinaria vis cómica. Después, junto a Concha Velasco, harían ¡Mamá quiero ser artista! Y es que la Velasco es otra de las actrices que se pusieron en manos de Fernández Montesinos tras el éxito de Por la calle de Alcalá, para intentar modernizar el musical español. Concha ya había sido dirigida por Ángel el año 1979 en Filomena Marturano. 28 años más tarde remontarían esta obra con ella como protagonista, teniendo la actriz entonces una edad más ajustada a la del personaje que en la primera versión.

Figura 5. Fernández Montesinos junto a Paco Valladares. Fuente: Castro, A. (2008)

Seguramente Emiliano Redondo, con participación en veinte montajes, fue el actor que más trabajó con este director entre 1960 (Doña Endrina) y 2007 (Mi hijo y yo). Manuel Andrés aparece en ocho montajes.

Además de las grandes damas de la escena, que he citado, ha repetido con actrices de solvencia siempre que ha podido. María Garralón ha trabajado, al menos, en cinco montajes. La gran Irene Gutiérrez Caba también participó en cinco montajes de este director. Beatriz Carvajal y Alicia Hermida se incluyen entre las 'repetidoras'. Los desaparecidos Pepa Rosado y Rafael Castejón, así como sus hijos Jesús y Rafael, fueron habituales en las producciones humorísticas y de zarzuela.

¿Por qué esa fidelidad hacia los mismos actores? ¿Comodidad de director? ¿Confianza en sus cualidades? Fernández Montesinos:

"Lo hacía por dos razones. La primera, porque como ya había trabajado con ellos sabía cómo eran y los admiraba. Podía imaginar perfectamente en qué personaje estaría perfecto cada uno de ellos. La segunda razón es que, al trabajar repetidamente, me entendían a la primera, con una mirada o un gesto sabían qué quería y yo estaba convencido de que podían hacerlo".

Durante la etapa con Los Títeres, el teatro nacional que con Montesinos se prolongó desde 1962 hasta 1977, sí se mantuvo una compañía más o menos estable.

Viendo los repartos comprobamos que en estas producciones para el público juvenil intervenían actores consagrados y otros que irían aumentando su prestigio, como Ramón Pons, Enrique San Francisco, Tina Sáinz o María José Alfonso. Con esta última actriz trabajó la primera vez en 1962. Se reencontró con ella 55 años más tarde en Barrio de las Letras.

En los trabajos para la empresa privada enseguida montaba los repartos con muchos de sus fieles. Su manera de trabajar mereció este comentario de Emilio Gutiérrez Caba, juvenil actor en el María Guerrero cuando empezaba su carrera:

"Ángel Fernández Montesinos es un ser encantador, con el cual nunca hay problemas de ningún tipo. Al contrario, te encuentras con la educación y la cortesía sentadas en el patio de butacas. Es absolutamente encantador y de los que invitan a seguir en esta profesión".

6. Siglo XXI

Siendo un veterano de teatros públicos, como el María Guerrero o La Zarzuela, no se ha prodigado en ellos durante los últimos 50 años. El Centro Dramático Nacional le ha ofrecido su sede central en dos ocasiones. En el 2003 le encargaron la recuperación de Don Juan Tenorio con los figurines y decorados de Dalí. Tuvieron que hacer una auténtica reconstrucción de los colores porque todas las fotos que existían del montaje original eran en blanco y negro. En 2015 estrenó en el mismo escenario del María Guerrero un nuevo montaje de Los caciques, aunque con producción privada. Más generoso ha sido el ayuntamiento madrileño, que le ha abierto en repetidas ocasiones el teatro Fernán Gómez y el Español. En este último dirigió el año 2011 una versión musical de Las de Caín.

Figura 6. Fernández Montesinos con la Alfonso y Villora. Fuente: Castro, A. (2017)

El último montaje que ha dirigido hasta ahora se titula Barrio de las Letras. Fue un encargo de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (el único que le han hecho.) con texto de Pedro Víllora y que se estrenó en el teatro de La Comedia el 19 de octubre de 2017. Dos temporadas más tarde, se repuso en el mismo escenario. Ángel vive en ese barrio, a unos pocos metros del teatro Español. Desde sus balcones no ve la fachada, pero puede oír el murmullo del público saliendo de la sala. Sigue acudiendo a sus estrenos (¡Qué pocos le gustan!) bajo la mirada pétrea de Calderón de la Barca y García Lorca, que comparten espacio en la plaza de Santa Ana. El conocimiento directo de las calles por las que pasearon Lope o Cervantes le permitió hilvanar un espectáculo amable, jocoso, en homenaje a tantas generaciones de cómicos que han deambulado por allí en los últimos cuatro siglos. Dice en el programa de mano:

El Barrio de las Letras es, desde hace más de 30 años, 'mi barrio'. Lo he recorrido miles de veces. Distinto y diferente en cada hora del día, pero siempre lleno de encanto y sugerencias. Concurrido durante el día y pleno de misterio y evocación por la noche.2

Esta producción hace la número 145 en el currículo de Ángel, según el libro de memorias que publicó, con edición de Ángel Martínez Roger, el año 2008. En él se recogían 138 detalladas fichas de sus trabajos escénicos. Mi hijo y yo, 2008, es el último que reseña. Después estrenó - o repuso- Zarzuelas y revistas, 2009; Trampa mortal, 2010; Las de Caín, 2011; La verbena de la Paloma, 2011; Juntos y separados, 2015; Los caciques, 2015 y la mencionada Barrio de las Letras, 2017.

Ángel se sube cada año al escenario que toca en la ceremonia de los premios de la Asociación de Directores de Escena (ADE), de la que es fundador y Presidente de Honor. Se encarga de entregar el correspondiente a la mejor dirección joven. Durante la ceremonia, todos esperamos el momento en el que se acerca al micrófono porque sabemos, y no nos defrauda, que nos impartirá una breve lección magistral sobre el teatro. Los profesionales, año tras año, le aclaman en estas presentaciones en directo. A los 91 años considera que el mayor premio de su carrera es no haber dejado de trabajar nunca, aunque lamenta no haber podido montar Nuestra ciudad, de Wilder y un auto sacramental, El hospital de los locos. Si consiguiera poner en pie el primero de estos títulos, el círculo de su profesión se completaría.

Figura 7. Fernández Montesinos con Pimenta y Rafter. Fuente: Castro, A. (2013)

Referencias bibliográficas

Martínez Roger, A. "Ángel Fernández Montesinos, el teatro que he vivido" Asociación de Directores de Escena de España. Madrid, 2008.

La entrevista con don Ángel Fernández Montesinos se realizó en Madrid el 16 de julio de 2021.


1 Programa de mano de El sistema Ribadier. Teatro Infanta Beatriz, 1960.

2 Programa de mano de Barrio de las Letras. Teatro de La Comedia CNTC, 2017.