
El interés por la ciencia no me ha abandonado por el momento. Cuando disfrutaba mis días en el colegio, llegaba a preguntar el porqué de los colores y el olor fétido de algunas de las rocas que tenía detrás de la urbanización donde vivía, en Algezares. La geología me ha fascinado y el porqué de muchas situaciones asociadas a esta disciplina, también. Ya siendo profesor de educación secundaria, he trabajado con mis alumnos en el instituto algunas raras cualidades de algunas rocas. Por ejemplo, en la ciudad de Calatorao, en Zaragoza, hay un tipo de “piedra” de coloración oscura que, cuando se la golpea, huele a huevo podrido. ¿Por qué? Este tipo de roca, de fácil manejo por parte de escultores, ha permitido crear varias de las obras que podemos contemplar en complejos urbanísticos y monumentales (caso del “Valle de los Caídos” en Cuelgamuros, Madrid). En este último caso, valga como ejemplo la obra de Juan de Ávalos, La Piedad, ubicada en la entrada de la Basílica de la Santa Cruz.

Por suerte, los alumnos han podido tener en sus manos dos fragmentos importantes de este tipo de roca caliza, oscura, de Calatorao (Zaragoza).

La práctica consiste en frotar los fragmentos de roca y comprobar cómo se desprende ese olor fétido descrito en las mismas (figura 16).


La génesis de las rocas es compleja y no es este el lugar para describirlo de un modo preciso. Sí que debemos recordar que existen tres tipos de rocas según su formación: las rocas ígneas o magmáticas, las rocas sedimentarias y las rocas metamórficas. Las primeras proceden del enfriamiento de un magma (fundido rocoso). Las últimas se forman a partir de aumentar la presión y/o temperatura a una roca preexistente, en un lugar de la superficie o del interior de la corteza terrestre. Finalmente, nuestro objeto de estudio, se lo llevan las rocas sedimentarias. Estas proceden de la acumulación de un sedimento con partículas de tamaño variable, por la precipitación química de sales (yeso, caliza…) o incluso por el depósito de un crecimiento masivo de organismos. En el caso de las calizas descritas en esta experiencia, pudieron formarse en un antiguo mar donde se depositaron grandiosas cantidades de una sal química, el carbonato de calcio (CaCO3), junto a una importante cantidad de materia orgánica, trazas de sulfato de calcio (CaSO4) y hierro. La actividad microbiana fue muy activa en aquella masa de agua, con un metabolismo ausente de oxígeno, permitiendo utilizar el anión sulfato (SO42-) para transformarlo en sulfuro (pan>) para transformarlo en sulfuro (S2-, responsable del olor a huevo podrido) y así obtener la energía necesaria para vivir. Parte de este último ion quedó en el interior de la primitiva matriz de la roca incipiente que se iba formando, frente al restante que se combinaba con las trazas de hierro, dando lugar a un precipitado negro de sulfuro de hierro que determinaría el color final de la roca.

Una sugerencia como futura experiencia es la construcción de una maqueta de volcán con el alumnado y proceder con la experiencia nº 2 de esta monografía. En el interior de la maqueta podremos alojar un recipiente cilíndrico, a modo de nuestra probeta, que haría las veces de cámara magmática.