El cuadrado de la avaricia
Marcos Montagud Gaona
Ganador de las Primeras Batallas Dramatúrgicas de 2023 de la ESAD de Murcia,
Prólogo
En una habitación desordenada. Iluminada por la luz del sol que se cuela por las rendijas de una persiana. Llena de ceniceros llenos, envases vacíos y ropa sucia.
Chaval — (A público.) No tiene sentido que me presente. Primero porque a la gente le da igual quien soy. Si a mí me da igual quien soy, imagínate al resto. Y segundo porque si aquí, en esta habitación, hubiera público, esta imagen sería mi presentación. Creo que un chaval de 24 años tirado en la cama con ropa de calle a las 6 de la tarde con una botella de coca cola vacía tirada en el suelo sin hacer nada dice lo suficiente como para que no haga falta una presentación.
Si en esta habitación hubiera público, tendría que ponerme de pie, y elegantemente, exponer cómo me siento, para que el contraste entre lo que digo y la imagen que proyecto de mí suscite algún tipo de interés. De todas formas todo esto da igual, porque aquí soy el único espectador e intérprete. El cielo que se cuela por la ventana también. Él también es intérprete. Debería subir más la persiana, pero no me quiero levantar. Levantarse es una acrobacia agilipollada.
Levantarse es una acrobacia agilipollada. Es sorprendente la cantidad de estupideces que es capaz de pensar mi cerebro cuando toma aire después de haberse pasado el día embotado con shorts de youtube y tik toks. He visto tantas gilipolleces hoy que me cuesta desarrollar los pensamientos.
Consumo titulares. Pienso en titulares. Tengo hambre. Me apetece una hamburguesa metida en un donut. Soy un pedazo de mierda. Levantarse es una acrobacia agilipollada. Soy un pedazo de mierda. No soy capaz de pasar de ahí.
Si hubiera un público aquí, y fuera como yo, esto ya estaría siendo demasiado largo como para mantener su atención. Los videos de tik tok son más cortos que esto. Por eso llevo un rato sin mirar el cielo. Por eso no me he levantado.
Tengo 24 años. Estoy tirado en la cama sin hacer nada con ropa de calle. Debería estar en clase. Me apetece una hamburguesa metida en un donut. Tengo depresión y mucho morro. No soy capaz de mantener la atención más de 15 segundos. Y soy un pedazo de mierda.
Profesor — Deberías estar en clase.
Chaval — Si, eso ya lo he dicho.
Profesor — ¿Cómo llevas el texto?
Chaval — (A público) Estudio arte dramático. Dirección y dramaturgia. Por eso os estoy imaginando. Suena guay ¿eh? (Relamiendo la frase) Estudio arte dramático. Dirección y dramaturgia. Me serviría bastante para ligar si no tuviera novia. Bueno, y si no estuviera gordo y triste. (A profesor.) El texto bien, ahí va.
Profesor — No me has mandado nada.
Chaval — Estoy trabajando en ello. (A público.) Mentira.
Profesor — ¿Has podido avanzar entonces?
Chaval — Sí, claro. (A público.) Cuando esté apunto de acabar el cuatri escribiré rápido cualquier mierda y se la pasaré. Si soy capaz de hacerle creer que el texto está lo suficientemente trabajado como para que lo único que pueda decirme es que no tengo talento, me tendrá que aprobar. No puede suspenderme por no tener talento. (Al profesor.) He pensado que puede ser interesante un personaje que se llama Tomiko. Es un doctor Coreano, que ve algo en el trabajo que le sorprende tanto que acaba cometiendo un homicidio.
Profesor — ¿Tomiko?
Chaval — Tomiko.
Profesor — ¿Y mata a alguien porque se sorprende?
Chaval — Sí, se sorprende tanto que pierde el control de su cuerpo.
Profesor — Vuelve al cuadrado de la avaricia.
Chaval — Ya no se llama así.
Profesor — Como se llame. Era interesante. Vuelve al cuadrado de la avaricia.
Chaval — Creo que voy a desarrollar más a Tomiko.
Profesor — Un coreano perdiendo el control de su cuerpo no es tan gracioso como piensas.
Chaval — Sí lo es.
Profesor — Es hasta racista.
Chaval — Creo que no te lo estás imaginando bien.
Profesor — Vuelve al cuadrado de la avaricia.
Chaval — Si no me he levantado a subir un poco la persiana para ver mejor el cielo, ¿Por qué crees que me voy a levantar a escribir un texto para aprobar una asignatura a la que estoy faltando por pura pereza justamente ahora?
Profesor — ¿No te dolía la cabeza?
Chaval — Me duele.
Profesor — No es un texto para aprobar una asignatura. Es un texto que no has querido continuar porque es mucho más fácil empezar 200 textos y no acabar ninguno, que enfrentarte al hecho de que igual no queda tan bien como esperas.
Chaval — Como esperan.
Profesor — Nadie espera nada de ti.
Chaval — Eso es cruel.
Profesor — Si no me quieres entender es tu problema. Es lo más bonito que te puedo decir.
(Silencio.)
Dale vueltas a lo de que cada uno tiene su infierno. El infierno es un espacio muy interesante a tratar desde una visión contemporánea.
Chaval — Por eso he dejado de escribirla. Quiero hablar de “el infierno”, no del infierno de cada uno. Me acompleja que me recomiendes darle vueltas a algo que siento que no soy capaz de abarcar. Con Tomiko no lo paso mal. Tomiko mata y ya.
Profesor — Bueno, pon las excusas que quieras. Ahí afuera está el cielo esperándote. Y ahí dentro tienes tu infierno escondido. Cuando tengas valor para asomarte a alguno de los dos buscando algo, escribe lo que encuentres.
1. La luz
Ambiente oscuro. Una azotea. En el borde de la cornisa, un chaval disponiéndose a saltar y arrepintiéndose al momento. Se repite la acción varias veces. Aparece entonces un ser con un andar tranquilo y un micrófono que nos habla directamente.
Lucifer — (Haciendo una pausa larga mientras se dispone a decir algo creando una gran expectación.) Hola peña. Soy Lucifer. La historia que os voy a contar es un poco compleja así que prestad mucha atención a todo para no perderos. No puedo garantizar que tenga mucho sentido, pero ahora que ya os he avisado de que es compleja, si no la entendéis pensaréis que es porque sois medio tontos y no porque no la he sabido contar. Este tipo es Álvaro. Álvaro, saluda. No nos oye. Álvaro ha decidido saltar desde la azotea de su piso. (Pausa dramática.) Para morirse. Para morirse aposta, en plan suicidio. Muy oscurito este principio la verdad. En realidad aún no lo ha decidido del todo. Si lo hubiera decidido posiblemente habría saltado hace 5 minutos. Sorprendentemente nadie se está dando cuenta de que está ahí arriba. La verdad es que da un poquito de pena. Está subido ahí porque invirtió todo el dinero de sus padres en NFTS. Los NFTS son fotos digitales que se supone valen ciberdinero porque tienen un código que/ Bueno, no os voy a explicar lo que son los NFTS. Si tenéis curiosidad, os metéis en youtube. El caso es que ha perdido todo el dinero. Vaya putada. Da un poco de risa también. Oigamos lo que está pensando.
Álvaro — No me quiero morir.
Lucifer — No me digas Álvaro.
Álvaro — En el fondo sabía que no iba a ser capaz de saltar. Lo sabía. Aunque la verdad es que esperaba que hubiese mucha gente gritándome que no lo hiciera. O al menos mucha gente mirando y un poli con un megáfono diciéndo algo como: Esta no es la solución, chaval. Pero todo el mundo está pasando de mí. ¿Debería gritar para que me miren? Bueno, si ya he decidido que no me voy a tirar es un poco lamentable.
Lucifer — Lo es.
Álvaro — Voy a bajarme y ya está.
Lucifer — Pero no está. Álvaro se resbala y aquí es donde empieza la historia.
Álvaro — (Cayendo a cámara lenta.) Es mentira lo de la luz.
Y lo del túnel.
Ni luz, ni túnel.
Nada.
Sólo unos segundos para pensar. (Pausa.)
Al menos no duele.
Espero que el cielo exista para preguntarle a Dios por qué ha decidido reírse así en mi cara.
Vaya putada.
Tampoco hay una película con los highlights de la vida.
Me habría gustado verla.
Pero al menos no duele.
No, no duele nada ya.
Y la felicidad es la ausencia de dolor según…
No recuerdo el nombre.
Da igual. No quiero desperdiciar los segundos que me quedan intentando recordar el nombre de un tío que se cree que puede definir lo que es la felicidad.
Prefiero despedirme.
Adiós.
No sé.
Amé de verdad.
No lo hice todo bien.
Pero eso ya da igual.
Amé de verdad.
Ahora ya no duele nada.
Voy a echar de menos el dolor.
Nadie me oye, pero os hablo a todos vosotros.
Nos veremos dónde se desvanece la carne.
Lucifer — Chof. Así suena. Chof. (Lucifer se ríe un rato repitiendo una y otra vez el sonido que ha hecho Álvaro al caer al asfalto) Y ahora sí que sí. Vamos a mi casa. Por fin. Os va a flipar, la tengo muy bonita. Sé que la canción que voy a poner deja de gustaros cuando cumplís los 16 años, pero a mi me parece un temazo muy adecuado para la presentación. Música, maestro.
Suena la instrumental de Highway to Hell
Bajo la tierra que pisáis, en dirección al núcleo de la tierra, hay un lugar donde los pecados se pagan. Bienvenidos al infierno. Al borde de la laguna estigia. El cuadrado de la avaricia.
Durante este viaje está prohibido sacar fotos o escribir comedias. Por su seguridad les recomendamos no venir. Quiero decir; es el puto infierno.
Esta zona por la que estamos pasando es el purgatorio. A su derecha la famosa puerta del infierno en la que pone: Bienvenide al dolor eterno. Veréis que estamos adaptándonos a los nuevos tiempos. Si tomáis una profunda bocanada de aire notaréis que huele a putísima mierda. Esto es algo en lo que ponemos mucho empeño aquí. En muchos lugares se olvidan de que el olfato también forma parte de la experiencia.
Ahora estamos pasando por el círculo de los no bautizados. Está un poco abandonado. Pero sigue siendo precioso.
Notaréis como la sangre bombea en vuestro pene y vagina. Acabamos de entrar en el círculo de la lujuria, el favorito de los turistas. La verdad es que molaba más cuando había gente. De vez en cuando se cuela un diablillo a meterse el dedo por el culo pero poco más. Y al fin llegamos. Aquí es dónde reside la razón del abandono del resto de círculos. El abarrotado y maravilloso cuadrado de la avaricia.
(La música cesa de forma abrupta.)
Vamos con la historia de Álvaro.
2. La cola
Álvaro aparece en una fila de gente entre una mujer y un ser vivo con forma humanoide. Le están aplastando. Parece que acaba de aparecer en un lugar en el que no cabe. El resto de seres esperan a que avance la fila. Algunos con más apariencia humana que otros. Algunos con más ansias que otros. Pero todos sólo esperan.
Mía — (Desde atrás.) Ey tío, no empujes.
Álvaro — No te he empujado.
Mía — Sí que me has empujado. Estás empujando.
No empujes. (Álvaro da un paso al lado para salir del pelotón.) No te cueles. Te estás colando. Ey, se está colando.
Pikita — Pikita
Mía — Es que me está empujando.
Álvaro — Yo no te estoy empujando. A mí me empujan.
Mía — No empujéis.
Domidomi — Domidomi
Mía — Él es el que empuja.
Álvaro — Dejad de empujar.
Mía — Deja de empujar tú.
Álvaro — ¿Dónde estoy?
Mía — Mira, la cola empieza ahí. Ese tío es el último.
Álvaro — ¿Qué cola?
Mía — ¡Que no empujes!
Álvaro — Yo no soy, me están empujando. ¿Qué cola dices? ¿Dónde estoy?
Mía — ¿Qué cola dices? ¿Dónde estoy? Vete para atrás.
Álvaro — Esto es…¿el cielo?
Mía — Llámalo cómo quieras.
Álvaro — ¿He muerto?
Mía — No, en realidad sigues vivo. Has tenido un sueño muy largo y esta es la vida real. Tu vida anterior ha sido mentira.
Álvaro — ¿En serio?
Mía — No. Eso no tiene ni pies ni cabeza. Y si fuese el caso, ¿cómo lo sabría yo?
Álvaro — Entonces este es el sueño.
(Mía le mete un bofetón)
Álvaro — ¿Qué te crees que haces?
Mía — Resolver una crisis existencial. Estás despierto. Y muerto. Ahora aparta.
Álvaro — (A Washuwashu) Perdone, ¿Usted sabe dónde estoy?
Mía — No habla castellano.
Álvaro — Sorry, do you know where I am?
Washuwashu — Washuwashu.
Álvaro — ¿Qué idioma es ese?
Mía — Catalán cerrado.
Álvaro — Deja de vacilarme. ¿Por qué el suelo está tan pegajoso?
Mía — Mira, yo sé que tienes que asumir muchas cosas, pero agradecería que te echases a un lado para hacerlo. (Gritando hacia atrás) ¡Al próximo que empuje le meto las dos piernas, los dos brazos y la cabeza en el culo y lo chuto a la mierda!
Álvaro — Does someone speak spanish?
Mía — Estás en el infierno.
Álvaro — ¿En el infierno?
Mía — Sí.
Washuwashu — Washuwashu.
Mía — Washuwashu dice hola.
Álvaro — ¿En serio?
Mía — (Al de atrás.) No empujes, gilipollas. (A Álvaro) Por dios, estate atento se nos acaban de colar 5.
Álvaro — ¿Para qué es esta cola?
Washuwashu — Washuwashu.
Mía — Es para apuntarse a unas olimpiadas demoníacas.
Nadie habla castellano aquí. Nadie habla ningún idioma. Échame una mano.
Álvaro — No se puede hablar contigo. ¿Puedes dejar de vacilarme?
Mía — (Suspira.) No hablan ningún idioma porque son demonios que ya llevan tiempo aquí. Hablan…lo que pueden.
Álvaro — ¿Y tú?
Mía — ¡Kamikami me tienes hasta el puto coño con tanto empujoncito!
Kamikami — Kamikami.
Mía — No, “kamikami”, no. La próxima te espachurro el cráneo. (Vuelve a Álvaro) Yo, igual que tú. Llevo poco aquí.
Álvaro — Vale, ¿ y esta cola para que es?
Mía — Ya te lo he dicho.
Álvaro — No me lo has dicho.
Washuwashu — Washuwashu.
Álvaro — ¿Entre ellos se entienden?
Mía — Ya casi nos toca.
Álvaro — ¿Y a nosotros? ¿A nosotros nos entienden?
Mía — Nos toca. (Entran a un despacho donde hay un semidemonio burocrático.) Castellano, por favor.
Semidemonio burocrático — Bienvenidos al despacho demoníaco.
Doy por hecho que están aquí para apuntarse a las olimpiadas demoníacas tercera edición. ¿Vienen juntos?
(A la vez.)
Mía — No
Álvaro — Sí
Washuwashu — Washuwashu.
Semidemonio burocrático — De acuerdo. ¿Quieren inscribirse?
Mía — Si.
Semidemonio burocrático — Inscritos.
Álvaro — ¿Pero qué es eso?
Semidemonio burocrático — ¿Es esta su dirección?
Álvaro — No me tiré. No me rendí. Esto es un error.
Mía — Sí
Semidemonio burocrático le mete un botellazo en la nuca a Álvaro y este queda inconsciente.
3. La casa
Álvaro se despierta en una casa muy poco espaciosa. A su lado están los cuerpos inertes de Mía y Washuwashu.
Álvaro — ¿Qué ha pasado? ¿Dónde estoy? ¡Ayuda! ¡Han matado a mis amigos! Bueno, nos estábamos conociendo, pero/
Mía — Ya en casa.
Álvaro — ¡Estáis vivos!
Mía — No. Y tú tampoco. Te cuesta pillar las cosas, eh.
Washuwashu — Washuwashu.
Álvaro — ¿Qué ha pasado?
Mía — Nos han traído a casa. En teletransporte demoníaco.
Álvaro — ¿Teletransporte demoníaco?
Mía — Sí, como no hay coches ni nada hacen esto (Le mete un botellazo en la nuca a Washuwashu y éste cae desplomado.) Y te traen unos diablillos a casa. Es cómo un teletransporte.
Álvaro — Pero eso es super peligroso.
Mía — Creo que vas a entender todo mejor cuándo asumas que estás muerto. ¿Cuántas veces necesitas que te lo repita? Porque no sé cuántas palabras me quedan.
Álvaro — Es que no puedo acostumbrarme a estar muerto.
Mía — Claro que puedes. ¿O no se adaptan los niños a estar vivos? Yo creo que estar vivo es bastante más desconcertante.
Álvaro — ¿Puedes explicarme por favor dónde estoy?
Mía — Cuadrado de la avaricia. Distrito 564. En mi casa. Bueno, y la de Wasuwashu. Y ahora la tuya.
Álvaro — No quiero molestar. Puedo buscar un sitio dónde quedarme.
Mía — Para no querer molestar, molestas bastante. Y no vas a encontrar un sitio. Puedes quedarte. Me caes bien.
Álvaro — ¿Que he hecho yo para que me manden al infierno? No salté. Me caí. ¿Me han castigado por ser torpe? ¿Te caigo bien? ¿Cómo eres cuando alguien te cae mal?
Mía — Esto no es el infierno.
Alvaro — ¿Como que no es el infierno?
Mía — Para mí no lo es. Es un sitio que se llama infierno al que vienes después de morir. Pero no “el infierno’’. El infierno está en otro sitio. Esto sólo se llama así.
Álvaro — ¿Es como una simulación del infierno? No estoy entendiendo una mierda.
(Wasuwashu despierta.)
Mía — No, osea, hablo del término infierno. Es más como una reflexión.
Washuwashu — Washuwashu.
Álvaro — ¿Qué dice?
Mía — Dice que sí, que sí que es el infierno.
Washuwashu — Washuwashu.
Mía — Y que deje de comerte la cabeza con mis movidas. Que la etimología otro día. Y que si quieres un vaso de agua.
Álvaro — ¿Todo eso ha dicho?
Mía — Sí.
Álvaro — Pues… No tengo sed. ¿Por qué no/ Bueno, porque estoy muerto. ¿No? (Mía le responde con una mirada.)
Un vaso de agua estaría bien.
(Silencio largo. Le dan un vaso de agua a Álvaro.)
Washuwashu — Washuwashu.
Álvaro — ¿Qué?
Mía — Que si estás nervioso por lo de mañana. Y que si te has enterado de que nos hemos apuntado a unas olimpiadas.
Álvaro — Washuwashu habla muy rápido.
Mía — Es conciso pero poético. No es como de un idioma a otro.
Álvaro — Pues…me vendría bien una explicación de lo de mañana.
Wasuwashu — Wasuwashu.
Mía — No, Washuwashu, se lo explico yo, que acabamos antes.
4. Contexto
Lucifer — Imagino que al igual que Álvaro, tendréis muchas preguntas. Y creo que es un buen momento para daros algo de contexto.
(Lucifer escupe un humo muy denso por la boca en el que se ve representado todo lo que narra y añade una reverberación fuerte a su voz)
Este sitio no siempre ha sido así. Hace muchos años, todo lo que veis estaba cubierto por fuego, lodo, y monstruos encargados de torturar a las almas en pena que osasen desafiar lo que dios, o el destino, o quien sea o quienes sea que manden, habían impuesto como moral.
Yo tampoco sé quién está a cargo de todo esto, y tampoco sé por qué se siente con el poder de decidir qué es lo que está bien y qué es lo que está mal, pero llamémoslo dios para entendernos. Mi trabajo era castigar.
Acepté mi rol, y era bueno. Era el mejor. Era amo y señor del sufrimiento; viva representación del mal. Concepto materializado, que da algo de sentido a vuestra absurda existencia.
Este era el imperio del dolor y la culpa. Y yo, la estatua de carne en ascuas que lo presidía. Pero todos los imperios caen. Y éste, no iba a ser distinto.
Todo era más sencillo cuando el hombre se parecía más al animal que a mí. A medida que ahí arriba el culto a lo material iba a pasando a ser el motor principal del hombre, cada vez había más gente destinada al círculo de la avaricia. Y yo no era capaz de entender por qué. Me preguntaba si es que el hombre había dejado de ser lujurioso, glotón o asesino. Y fui descubriendo que el problema no residía tanto en la ausencia de esos pecados, si no en la raíz de los mismos. Cuando se mata por poseer, cuando se folla por poseer, cuando se come por poseer, todos aquellos pecados que un día fueron dignos de su propio círculo, quedan opacados ante el más incisivo de todos: La avaricia.
Si esto que ocurre es algo natural, si esta es vuestra evolución ¿por qué quien sea que hiciese esto no lo predijo? ¿Por qué no estábamos preparados para que pasase ésto? Era posible que/ Existía la posibilidad de que/ quizá, habiais conseguido trascender aquello que se esperaba de vosotros. Quizá algunos de vosotros habiais conseguido ser dioses de vuestros iguales. Todo para venerar al pecado en el que habéis descubierto que reside el poder.
(Disipa el humo de un soplido y recupera su voz natural.)
Tuve que hacer reformas. En un círculo es difícil hacer un plan urbanístico en el que quepan edificios. Tuve que adaptarme a esta nueva realidad, dejar de torturar, para centrarme en…bueno, que la gente quepa. Y aún así, no fue suficiente. Intenté comunicarme con dios para pedirle ayuda, pero, ¿A vosotros os responde? Porque a mi no. Fue entonces cuando caí. Si no puedo hablar con el pasota de la nube -yo es que me lo imagino en una nube- hablaré con los dioses de la tierra. Igual ellos pueden cambiar todo esto. La caída de su imperio está tardando más de la cuenta, y no sabemos qué consecuencias podría sufrir la tierra si se completase el aforo del cuadrado. Es algo que les afecta directamente. No les puede dar igual. Es imposible que les de igual. Sólo tienen que saberlo. Con que lo sepan ya está. Solo falta que alguien diga: hay que parar. Hay que volver a acercarse al animal. Con eso bastará.
Yo no puedo ser quien suba a avisar porque tengo que encargarme de mandar aquí, pero puedo reencarnar a una de estas almas. ¿Pero a cuál? Fue entonces cuando se me ocurrió poner en marcha las olimpiadas demoníacas primera edición.
En las que habéis visto a Álvaro apuntarse, las terceras, eran el último intento antes del plan B.
Y fue en éstas en las que/ Bueno, no quiero adelantarme, sigamos con la historia. Quiero enseñaros el número musical que hice para la ceremonia de inauguración.
5. Prólogo 2
Profesor — A ver que me aclare.
Chaval — Dime.
Profesor — A ver.
Chaval — ¿Qué pasa?
Profesor — Es ocurrente.
Chaval — Faltan cosas, pero/
Profesor — Sí, sí, está en proceso, eso lo entiendo, pero a ver…
Chaval — Dime.
Profesor — ¿Hola peña soy Lucifer?
Chaval — ¿Qué pasa? Es Lucifer.
Profesor — Con ese tipo de expresiones entiendo que lo que pretendes es hacer gracia ¿No?
Chaval — Dice hola peña como podría decir cualquier otra cosa.
Profesor — Y ese es el problema. Me da la sensación de que te apoyas demasiado en una comedia simplona y efectista para no tener que afrontar la complejidad poética que pide la idea.
Chaval — ¿Qué me dices de la estructura?
Profesor — Lo de la cola hay que recortarlo. Cinco páginas gritando “no empujes” son demasiadas.
Chaval — A mí no me lo parece.
Profesor — ¿Y las botellas?
Chaval — ¿Qué pasa con las botellas? Son un recurso escénico.
Profesor — Eso lo entiendo, pero no dicen nada.
Chaval — Paso. Voy a volver a la historia de Tomiko. Nuestro doctor llega por la mañana al hospital sin saber que va a cometer un homicidio…
Profesor — Y desvelas demasiado pronto el pastel.
Chaval — ¿El pastel?
Profesor— El pastel.
Chaval — ¿Qué pastel?
Profesor — Todo esto que cuenta Lucifer…lo explica como muy rápido, muy pronto ¿no? Además es un poco simplista la reflexión que ofrece al espectador.
Chaval — Es que el mundo es simple.
Profesor — Sí, para quien cree entenderlo.
Chaval — Pues si yo creo entenderlo y tú crees no entenderlo, ¿quién de los dos tiene una visión más clara de lo que ve?
Profesor — Yo. Que la avaricia está mal lo sabemos todos. Pero hay algo debajo. Rasca. Hay algo debajo de eso que es mucho más interesante.
Chaval — Pues dime que es.
Profesor — Es que esta no es mi obra.
Chaval — ¿Y entonces qué haces aquí?
Profesor — ¿Prefieres estar tirado en la cama viendo tik toks notando como te vas haciendo más estupido a cada segundo que pasa mientras te come el olor a porro y a ropa sucia?
Chaval — Sí. (Silencio.)
Profesor — Sabes que eso no es verdad.
6. Primera prueba
Álvaro tocándose la cabeza, como resintiéndose de un golpe. Están todos en línea. Delante de un lago rojo enorme cubierto de un humo denso.
Álvaro — ¿Ahora dónde estamos?
Mía — Shh. Que empieza.
Suena Devil Came to Me de Dover y Lucifer hace un baile tan cutre como espectacular. Explosiones. Acrobacias. Pasos de baile de distintos estilos. Cambios de luces constantes y efectistas. Algo así como si un niño de 6 años dirigiese una ópera de Wagner. Al acabar se dirige al micrófono dramáticamente y en el silencio más absoluto que existe, carraspea suavemente y empieza a hablar.
Lucifer — Hola peña.
Profesor y chaval irrumpen en la escena. Desde este momento interrumpirán la acción sin previo aviso.
Profesor — ¿En serio?
Chaval — Shh. Que empieza.
Lucifer — Que den comienzo las olimpiadas demoníacas tercera edición.
(Lucifer sopla y el humo se desvance.)
Lucifer — (Con reverberación) Primera prueba: Los círculos mortales de la laguna Estigia.
Álvaro — Eso son las zamburguesas. Las de humor amarillo.
Lucifer — ¿Qué?
Álvaro — Nada, que es que eso, son las zamburguesas. Una prueba de humor amarillo.
Silencio.
Lucifer — No, pero aquí si pisas una de las que no está sujeta, te hundes.
Álvaro — Sí, como en humor amarillo.
Lucifer — Ya.
Mía — (Susurrando) Álvaro.
Álvaro — Dime.
Mía — ¿Te puedes callar la boca? No por nada eh, es que igual debatir el nombre de la prueba con Lucifer no es la mejor idea.
Álvaro — No, si el nombre me parece perfecto pero es que/
Lucifer —Bueno, Primera prueba: Las zamburguesas demoníacas.
Álvaro — Yo no quería tampoco/ quiero decir, que los círculos mortales de la laguna Estigia me parece buen nombre también. Es sólo que…voy a callarme.
Lucifer — La prueba se juega de forma individual. Empezamos a la de tres. Tú, Nikita, detrás de la línea, que te veo.
Washuwashu — Washuwashu.
Lucifer —Si, Washuwashu, ya lo he visto, se lo he dicho ya. Cuando diga tres. Diré una dos y tres y en el tres empezamos. No diré ya después. No es “un. dos. tres. ya”. El tres es el que marca el inicio. Bueno, mejor digo ya, que es más claro. Pues en el tres no. En el ya. ¿Vale? Que nadie empiece en el tres, diré “un. dos. tres. ya.”, y ahí, en el ya. ¿Entendido?
Un.
Dos.
Tres.
Ya.
(De golpe Álvaro se queda solo y se siente un silencio sepulcral.)
Álvaro — ¿Hola? ¿Hay alguien ahí? (Suspira.) Allá vamos.
Lucifer — (Durante esta intervención vemos silenciado todo lo que narra) Pero no vamos. Álvaro es un cagado y se resiste a saltar. Tiene que pensar en la vida que ha perdido. Hacer un monólogo interno que le de fuerza y valor. Tras diez minutos de chapa intrapersonal suena en su cabeza una música épica como en los animes que ha visto y decide saltar como el héroe que siente que es.
Y se resbala. Otra vez. Se resbala otra vez. Y suena chof otra vez.
Vamos a verlo a cámara lenta para ver en qué piensa. Creo que puede ser interesante.
Álvaro — Soy gilipollas. Me cago en mi reputísima madre. Soy la persona más gilipollas del planeta. Si se hiciera una lista con los gilipollas del mundo, o bueno, de la existencia, o bueno, gilipollas en general… Porque no estoy en el mundo y no sé si tras morir existo. ¿Existo? Pienso luego existo. ¿Ser gilipollas hace que exista menos? Me cago en dios ¿cómo puedo haber perdido dos oportunidades de vivir resbalándome? Perdón mamá por cagarme en tí. Me sale solo. Bueno, tampoco tengo porque justificarme. Sólo lo he pensado. Y lo que piensas y no dices no está mal. ¿O sí lo está? ¿Por eso estoy en el infierno? ¿Por lo que he pensado? No. Seguramente esté en el infierno por ser un supermegapedazo de turbogilipollas con una ultraputísima madre.
Lucifer — Pues no era interesante. Perdonad.
Álvaro queda sumergido en el agua y escucha una voz grave que retumba en todo su cuerpo.
Voz — ¿Quieres volver a intentarlo? Debes saber que por cada intento un jugador aleatorio será eliminado.
Lucifer — Venga Álvaro. Saca el héroe que llevas dentro. Salva a alguien que no se haya resbalado antes de saltar. Dile que no quieres continuar.
Álvaro — (A la voz) Sí que quiero continuar.
Lucifer — O no. Haz lo que quieras.
Álvaro aparece fuera del agua. Esta vez se lo piensa más. Pero salta. Y en la primera zamburguesa vuelve a caer.
Voz — ¿Quieres volver a intentarlo? Debes saber que por cada intento un jugador aleatorio será eliminado.
Profesor — No entiendo el juego.
Chaval — Es que si no veías humor amarillo…
Profesor — No es eso, es que, ¿por qué ese juego?
Lucifer — En otro lugar están Washuwashu y Mía cubiertos de agua y barro.
Washuwashu — Washuwashu.
Mía — Si. Ha sido raro. Pero había que rendirse. No merece la pena quitarle esta oportunidad a alguien que la quiera de verdad. Espero que Álvaro consiga pasar.
Lucifer — En 10 segundos daremos por finalizada la prueba todos aquellos que se hayan quedado intentándolo quedarán automáticamente eliminados.
Mía — ¿Qué?
Lucifer — Diez. Nueve. Ocho.
Mía — ¿No es un poco injusto eso?
Lucifer — El mundo es injusto. Siete. Seis. Cinco. Cuatro. Tres. Dos. Uno. Cero.
(Silencio largo. Cae Álvaro de arriba.) Ya. Era en el ya. “Tres, dos, uno, cero, ya.” Álvaro, ponte con ellos (Señalando a Washuwashu y Mía.) Prueba cerrada. Si estáis aquí es que pasáis a la segunda fase.
7. Prólogo 3
Profesor — Humor amarillo entonces.
Chaval — Humor amarillo.
Profesor — Me vas a explicar por qué o…
Chaval — Porque me hace gracia. Bueno, más importante que eso. Porque me hacía gracia.
Profesor — Te hacía gracia porque eras un niño. Hace gracia a niños. ¿Esto es ahora un espectáculo infantil o cómo?
Chaval — Créeme que ahora consumo mierda peor que humor amarillo. Yo veía esto pensando que era algo prohibido. Eran chinos metiéndose hostias y dos tíos doblándolo sin saber qué era lo que decían. Era como algo gamberro.
Profesor — ¿A dónde quieres llegar con esto?
Chaval — Déjame acabar. Y un día mi abuela se despertó de la siesta antes de que acabase el programa y lo vió un rato conmigo. Y le gustó.
Profesor — Y entonces ya no lo sentiste como algo prohibido y dejó de gustarte. Y por eso lo haces aquí. Para tocarme las narices a mí y volver a sentir ese espíritu gamberro.
Básico. Estereotípico. Adolescente.
Chaval — Me gustó más cuando lo vi con mi abuela, y es un recuerdo que guardo con cariño. Y ya está. Me pides que meta cosas de verdad y cuando las meto me lo echas en cara.
Elitista. Soberbio. Adulto.
Profesor — ¿Tiene algo que ver tu abuela con la historia? ¿Sale tu abuela en la siguiente escena compitiendo en los troncos locos del grand prix? ¿A que no? Pues es gratuito. Y lo gratuito es básico, estereotípico, y sobre todo adolescente. Justifica algo. Alguna cosa. Lo que sea. A estas alturas ya me da igual el qué.
Chaval — Tu problema es que necesitas que todo esté justificado. Humor amarillo no estaba justificado, eran chinos hostiandose. Tik tok no está justificado, es mierda de 15 segundos. La vida no está justificada. No existen arcos de personaje en la vida real. Y los que fingís que si es porque os aterra no tener el control de lo que pasa. Y esto que acabo de decir es simple. Simplista, como dices tú. Y negarlo es elitista, soberbio, y sobretodo adulto.
(Silencio.)
¿Qué?
Profesor — Nada, estoy esperando el punchline. La broma. Porque no me puedo creer que hayas dicho algo serio sin meter treinta gags. ¿Quieres hablar de tu abuela?
Chaval — No. Quiero hablar con mi abuela. Y que me responda cosas con sentido. Y meterla en una obra no va a ayudar a que eso sea posible.
Profesor — Hueles a mierda.
Chaval — ¿Perdón?
Profesor — Sube la persiana. Hueles a mierda.
Chaval — Que subas la puta persiana y te duches. Que das asco. (Mira a su alrededor. Se toca la cabeza.) ¿Qué hora es?
Una montaña. Luz anaranjada.
Álvaro — (Tocándose la cabeza resintiéndose de otro botellazo.) ¿Dónde estamos?
Profesor — Es tarde. Ya casi no entra luz por los agujeros esos.
Mía — No lo sé. Parece una montaña.
Profesor — Me voy a ir.
Mia — No te preocupes, estamos Washuwashu y yo aquí.
Chaval se asoma a un agujerito de la persiana.
Álvaro — Está atardeciendo.
Mía — Aquí no atardece, será fuego en el horizonte.
Álvaro — Pues es bonito.
Mía — Lo es.
Chaval — Aunque sigo aquí.
Álvaro — Aunque sigo aquí.
Mía — Si. Seguimos aquí. Pero ya es algo cercano a estar vivo lo de ver algo parecido a un atardecer. Aunque sea fuego.
Álvaro — Lo malo es que el fuego no se puede tocar.
Chaval — El atardecer tampoco, imbécil.
Mía — El atardecer tampoco, imbécil
Washuwashu — Washuwashu.
Mía, Álvaro y chaval miran a Washuwashu y sonríen con ternura.
Chaval — (Para sí mismo.) Pues si, Washuwashu, un atardecer es técnicamente fuego en el horizonte, pero no es lo mismo. Hay matices en el lenguaje.
Álvaro, Mía y Washuwashu miran al horizonte con la sonrisa de quien recuerda una infancia feliz. Chaval se vuelve a la cama con el móvil.
8. La montaña
Álvaro — ¿Qué ha pasado?
Mía — Creo que hemos pasado de ronda.
Álvaro — No. Yo me rendí.
Mía — Y yo. Y él.
Álvaro — No lo entiendo.
Mía — Nosotros tampoco. Pero bueno, ya está.
Álvaro — ¿Por qué te has rendido?
Mía — ¿Qué más te da? (Pausa.) ¿Y tú?
Álvaro — Yo… No lo sé. No quiero estar muerto. Porque ha sido por error. No me tocaba morir. Pero ha sido un error mío. Que otro pague por lo torpe que soy es injusto.
Mía — No lo creo
Álvaro — ¿Y eso por qué?
Mía — Porque tienes una razón legítima para volver. Tú mismo lo has dicho. No deberías estar muerto. Te has resbalado. No te has fumado 200 cigarrillos al día. Lo tuyo es distinto.
Álvaro — Legítima. Me parece flipante que uses palabras tan antiguas.
Mía — Legítima no es una palabra antigua.
Álvaro — Seguro que tu también tienes una razón legítima para volver
Mía — No me conoces.
Álvaro — Pues déjame que te conozca.
Mía — Yo quiero volver a nacer para crecer, cumplir 17 años, fumarme un piti en el parque de debajo de mi casa, no el de la casa que tenga en la nueva vida, mi casa, la que tuve. Y ya.
Alvaro — ¿Ya que?
Mía — Y ya. No quiero volver a vivir, sólo quiero despedirme. Habría dado lo que fuera por una despedida. Y esa no es razón suficiente. Y no sé siquiera si haría algún bien a alguien. Quizá en el contexto que me toque soy una mala persona. Ya lo fui un poco en el que me tocó y eso que me quisieron mucho. El amor no pudo ganar siempre. ¿Por qué asumir el riesgo de empeorar lo que ya fui? No merece la pena, por un piti no. Y a cambio de otro participante, menos.
Álvaro — ¿Vas a seguir jugando?
Mía — Supongo.
Álvaro — Una despedida me parece una razón legítima. Y creo que te machacas demasiado.
Mía — Machaco demasiado. En general.
Álvaro — Sí que es verdad que podrías vacilar un poco menos. Pero no creo que seas mala.
Mía — ¿Sabes lo que te he dicho antes de que esto no era el infierno?
Álvaro — Si, ¿qué pasa con eso?
Mía — ¿Crees que eres libre?
Álvaro — No me lo planteo mucho.
Mía — A veces siento que somos sólo una mezcla de naturaleza y contexto. Nacemos con unas características y el contexto afecta en ellas y eso hace que tomemos decisiones. Sólo eso. Es algo así como el destino pero sin llamarlo destino porque es una palabra que me da rabia.
Álvaro — ¿Destino?
Mía — Si.
Álvaro —¿Por qué te da rabia la palabra destino?
Mía — Me suena a cliché. Está hueca.
Álvaro — Destino. Destino.
Mía — Destino. Suena a que ya no significa nada
Álvaro — Destino. Igual es por decirla sola. Como que si dices una palabra sin nada más suena rara. Calefactor.
Mía — No, no es eso.
Álvaro — Calefactor.
Mía — Estoy casi segura de que no es eso.
Álvaro — Juan estaba jugando a la pelota cuando descubrió que su destino era ser peluquero.
Mía — ¿Qué?
Álvaro — Suena menos rara así.
Mía — ¿El destino de Juan es ser peluquero?
Álvaro — Si. Y lo decide porque tiene alma de peluquero y lo descubre jugando a la pelota. Si Juan no hubiera jugado a la pelota no querría ser peluquero.
Mía — Álvaro, me estaba burlando de ti. Pero gracias por explicar, bastante regular, para niños de 5 años lo que te estaba intentando decir.
Álvaro — No te lo estaba explicando. Lo estaba entendiendo en voz alta.
Mía — El caso es que a veces siento eso.
Álvaro — ¿A veces?
Mía — Si, alguna vez.
Álvaro — ¿Y el resto del tiempo que sientes?
Mía — Culpa.
(Silencio.)
Washuwashu — Washuwashu.
Mía — Eso es el infierno. La culpa. Y cada uno carga con la suya. Y todos juntos con la que compartimos.
Álvaro — Yo siento culpa, creo. Pero no siento que compartamos nada. No entiendo por qué tú sí.
Mía — Pues a ver, cómo te explico esto. Yo no he hecho las cosas bien, pero como grupo no hemos hecho tampoco las cosas bien.
Álvaro — ¿Y porque no hayamos hecho las cosas bien me tengo que sentir mal yo?.
Mía — No, no es que sea tu responsabilidad. Es más como que, formas parte. Aunque no puedas evitarlo. Tu contexto es una basura. Miras alrededor y la vida humana está podrida. Triste. Vacía. Acomplejada. Y tu parte de naturaleza no puede hacer nada para evitarlo. Porque es muy posible que tu naturaleza juegue un papel en eso. Y si fuera cierto que somos como a veces juego a sentir que somos para tener pequeños momentos de redención, pues no pasaría nada. Somos peluqueros porque hemos jugado a la pelota y ya. Pero si nos responsabilizamos de donde estamos y de quienes somos, ahí…ahí si hay una culpa colectiva.
Álvaro — Entiendo.
Mía — ¿En serio?
Álvaro — Sí. ¿Quieres que me lo explique a mí mismo en voz alta y así nos aseguramos de que lo he pillado?
Mía — No, te creo.
Álvaro — Eso que dices de la culpa colectiva, de la responsibilidad…ojalá lo pudiéramos sentir todos. Yo creo que tienes que intentar volver.
Mía — ¿A despedirme?
Álvaro — No, a saludar. (Silencio) ¿Me prometes que vas a intentarlo?
Mía — No soy muy de cumplir promesas. Vamos a disfrutar del paisaje. Ya he gastado muchas palabras.
Álvaro — Yo no soy de dar consejos, y lo estoy haciendo.
Mía — (Suspira.) Te lo prometo.
9. Prólogo 4
Profesor — ¿Lo del calefactor que es? ¿una broma?
Chaval — Sí.
Profesor — Pero ¿qué hay de fondo?
Chaval — Nada. Es una broma. Sin más.
Profesor — ¿Como la botella?
Chaval — Como la botella.
Profesor — No puedes meter una broma en los momentos dramáticos.
Chaval — ¿Por qué no?
Profesor — No me he expresado bien. No deberías desperdiciar un momento en el que la gente está atenta para hacerles escuchar una broma.
Chaval — ¿No puede estar la gente atenta de una broma?
Profesor — ¿Quieres que lo esté?
Chaval — ¿Por qué no?
Profesor — ¿Aunque no diga nada?
Chaval — Porque no dice nada.
Profesor — Creo que no entiendo tu tipo de teatro.
Chaval — Y se va así, con que no entiende mi tipo de teatro. Pero no lo dice así. Lo dice como que no le gusta mi tipo de teatro. Y aunque lo estoy haciendo un poco para salir del paso, me jode.
Profesor — ¿Lo estás haciendo para salir del paso? ¿Seguro? Yo creo que tienes algo que contar, y que eres muy bueno evitando hacerlo. Pero no te vas a resistir.
Chaval — Te vas. Te has ido. Diciendo que no lo entiendes. Y no es sólo mi teatro lo que no entiendes.
Profesor — ¿qué más no entiendo? ¿A ti? ¿A tu obra? ¿A tu mundo?
Chaval — Exacto. No entiendes nada de eso
Profesor — Es simple.
Chaval — Por eso no lo entiendes.
Profesor — Y adolescente. Por eso lo entiendo. Porque lo entendí.
(Silencio.)
¿Por qué pierdes el tiempo discutiendo conmigo?
Chaval — ¿Por qué vienes tú a que lo pierda?
Profesor — ¿He venido? ¿Seguro? A lo mejor has necesitado llamarme profesor en una obra para ser capaz de madurar. De hablar con tu parte madura. Igual deberías empezar por aceptar eso. (Chaval le ignora.) O a lo mejor sólo soy un personaje simple y adolescente.
Chaval — Yo nunca te escribiría así.
Profesor — Yo a ti sí.
Chaval — Te habías ido.
Profesor — Si. Es verdad.
(Profesor se va. El chaval lo mira irse. Luego mira por las rendijas de la ventana.)
10. Contexto 2
Lucifer — “Es que es injusto que gane el que se ha rendido mimimi.” Todo el mundo se cree con la potestad de juzgar. Organizad vosotros unas olimpiadas demoníacas, a ver que tal os salen. Además, si os parece injusto es que no habéis entendido nada de la prueba. Aquí no estamos viendo a ver quien salta más. De hecho, en esa prueba, todas las zamburguesas se hundían. Mirad a vuestro alrededor. ¿Qué tipo de mesías necesitáis? Igual me estoy equivocando, pero yo creo que necesitáis a alguien que, de entrada, asuma la derrota.
Si vienen a por mí unas hormigas y las pisoteo hasta que me tengan miedo, han perdido, ¿no? ¿Que hormiga es más probable que organice al resto, la que se sabe derrotada y asume que su estrategia no está funcionando, o aquella que cree poder conmigo y viene corriendo? ¿Cuál?
Lo primero que necesito de un elegido es que asuma su fracaso. Que aprenda a trabajar desde ahí. Toda esta gente que ha pasado de ronda ha perdido. Perdió en vida y ha perdido en las zamburguesas demoníacas. Se siente parte del grupo de perdedores. El grupo de perdedores es el único grupo real. Cuando ganamos lo celebramos mirando al cielo y con los brazos levantados. Cuando perdemos buscamos un abrazo. Ahí es. Ahí es dónde sentimos la verdadera compañía. La colectividad es fruto del fracaso colectivo. Del dolor. La rendición es un camino, que bien andado, una vez asumido y aceptado, nos lleva al conocimiento. Al cambio de estrategia. Ya probé a mandar ganadores. Quiero comprobar que ocurre en vuestro mundo competitivo si la luz es arrojada con un discurso que nace de la derrota.
Por cierto, la segunda prueba ya ha empezado. Están en la recreación de una montaña viendo la belleza del mundo. Retomando el contacto con las raíces. Con el animal. Enseguida dará comienzo la segunda parte de la segunda prueba de las olimpiadas demoníacas tercera edición.
11. Segunda prueba
Álvaro despierta en una silla atado. Delante de él, una pantalla gigante.
Álvaro — Me cago en mi vida. ¡Dejad de meterme botellazos!
Lucifer — Hola Álvaro, ya es tu turno.
(Chaval coge el móvil)
Profesor — ¿Lo estás cogiendo para escribir o para ver tik tok?
Álvaro — Hola. Tengo un poco de miedo.
Chaval— Para escribir.
Lucifer — No te preocupes, es normal. Todo esto es muy nuevo.
Profesor — Vaya, estás reencontrando la motivación.
Lucifer — Ante ti el abismo. La ventana al dolor.
Álvaro — Bueno, sí, es una pantalla.
Profesor — Eso no es la aplicación de notas. Eso es el menú.
Chaval — Lo he cogido para escribir, que lo acabe haciendo es otra cosa.
Lucifer — Exacto. En ella te voy a mostrar la realidad de tu mundo.
Profesor — ¿Por qué prefieres bombardearte con falsedad? Si tanto te angustia tu vida. ¿Por qué no buscas motivación en lo que queda en ella de verdad?
Chaval — Aún no he abierto tik tok.
Lucifer — ¿Quieres verla? Si en algún momento quieres parar te estarás descalificado automáticamente.
Profesor — Pero quieres. Si abres esa aplicación te estarás anulando durante un tiempo indefinido.
Lucifer — ¿Estás dispuesto a sufrir un dolor real y agudo?
Profesor — ¿Estás dispuesto a sentir un alivio tan falso que convierte a quien lo siente en concepto y comprador?
Chaval — Déjame en paz.
Alvaro — Sí. Estoy listo.
(Suena Sympathy for the devil de los Rolling Stones. Chaval se da la vuelta y mira hacia atrás. Álvaro mira hacia adelante. Vemos los tik toks de coches caros y videojuegos del móvil de Chaval mientras oímos cómo se mezclan con la música los disparos, la carne chocando con la carne violentamente, el llanto, y los gritos y discursos fascistas que acompañan el video de Álvaro. La velocidad va en aumento. Todo para en seco. Vemos una hamburguesa metida en un donut mientras oimos a una madre llorar. Silencio. Álvaro grita. Chaval se coloca frente al público impasible.)
Lucifer — ¿Qué tal?
Álvaro — (Bloqueado.) Bien. (Recibe un botellazo)
Profesor — ¿Contento?
Chaval — (Con una sonrisa burlona.) No.
12. Casa 2
Álvaro en casa de Washuwashu y Mía, tocándose la parte de atrás de la cabeza.
Álvaro — No hay tiempo que perder, la siguiente prueba es un discurso. ¿Qué vais a decir?
Washuwashu — Washuwashu.
Álvaro — Bueno, no me lo digáis, así no me influencio. Cada vez hay más posibilidades de que volvamos. Ya quedan muy pocos. Es la última prueba.
Mía — Yo no estoy clasificada.
Álvaro — ¿Qué? ¿Cómo que no estás clasificada?
Mía — Que no lo estoy. (Silencio.) No lo estoy y ya.
Álvaro — Dijiste que ibas a intentar despedirte. Me prometiste que/
Mía — Ya sé lo que prometí.
Álvaro — Eres una cobarde.
Mía — ¿Perdón?
Álvaro — Tú eras la que tenía que volver. Tú eres la única capaz de explicar bien por qué todo está mal. ¿Por qué no has seguido?
Mía — Álvaro, que nunca hayas escuchado a nadie de tu círculo juntar más de tres palabras con sentido no quiere decir que yo sea especial.
Álvaro — ¿Por qué no has seguido?
Mía — Déjame en paz.
Álvaro — En paz podrías estar si hubieses decidido seguir.
Mía — Pues déjame en guerra. Déjame y ya. Yo no te critico a ti por seguir, no me critiques a mí por no hacerlo.
Álvaro — ¿No crees que me merezca volver?
Mía — Yo no he dicho eso.
Álvaro — Pero lo piensas. Lo piensas ¿verdad?
Mía — Pienso que da igual quien vaya.
Álvaro — Pero si hay que elegir a alguien. No soy yo. Lo piensas. Dilo.
Mía — No creo que exista una posibilidad de salvación, ¿qué más da quien vaya?
Álvaro — Y si no crees que exista una posibilidad de salvación, ¿por qué has participado?
Mía — Ya te lo he dicho. Para despedirme.
Álvaro — ¿Sabes lo que creo? Que querías hacer las cosas bien. Y que tu infierno no te deja. Creo la culpa te frena. Creo que eres una cobarde.
Mía — Naturaleza y contexto. Dan igual nuestras decisiones. Da igual quien vaya. Da igual lo que diga. La naturaleza y el contexto nos han llevado aquí. Mi naturaleza y mi contexto me han llevado a decidir no seguir participando. No está ni bien ni mal, es lo que hay, y ya está.
Washuwashu — Washuwashu.
Alvaro — ¿Qué dice?
Mía — Dice que te centres en prepararte el discurso de mañana.
Álvaro — No le entiendes.
Mía — (Dolida.) Cállate.
Washuwashu — Washuwashu.
(Silencio largo. A Mía se le ponen los ojos llorosos.)
Álvaro — (Sin enfado. Con culpa y lástima.) No le entiendes.
Mía — Dice que ojalá puedas volver. Y que ojalá vuelvas de verdad con algo que decir.
(Silencio.)
Álvaro — Lo intentaré.
Profesor — Demasiado derrotista. No hay atisbos de esperanza aquí.
Chaval — ¿Y qué?
Profesor — ¿Por qué empezaste a escribir esto?
Chaval — Me has pedido que deje de hacer bromas. He dejado de hacer bromas.
Profesor — Te he hecho una pregunta.
Chaval — Voy a volver a la historia de Tomiko.
Profesor — Lo de las botellas sigue sin gustarme.
13. Tercera prueba
Decorado similar al del debate final de las elecciones estadounidenses pero con un sólo atril para hablar.
Lucifer — Muy buenas a todos. Bienvenidos a la tercera prueba de las olimpiadas demoníacas tercera edición. Espero que tengáis claro lo que vais a decir. Primer participante: Chacawaka.
Chacawaka sube solemnemente al escenario, se coloca detrás del atril y se dispone a hablar.
Chacawaka — Chacawaka.
(Silencio.)
Lucifer — Muchas gracias Chacawaka. Siguiente participante: Naponapo
Chacawaka se va del escenario. Naponapo sube solemnemente al escenario, se coloca detrás del atril y se dispone a hablar.
Naponapo — naponapo.
(Silencio.)
Lucifer — Bien dicho naponapo.
Siguiente participante: washuwashu.
Naponapo se va del escenario. Washuwashu sube solemnemente al escenario, se coloca detrás del atril y se dispone a hablar. Silencio. Por primera vez en esta prueba, hay una gran expectación.
Lucifer — Lo que oyeron todos fue “Washuwashu”. Pero este discurso me gustaría que lo escuchaseis, así que os lo contaré traducido.
Washuwashu — Sé que nadie me va a entender. Sé que ya se me acabaron las palabras. Pero no pasa nada, tampoco tengo nada que decir.
Yo, como muchos de vosotros, no morí antes de tiempo. Me pasó por encima la vejez, el tiempo, y el olvido.
Cuando me enteré de que aquí en el infierno se gastaban las palabras, no tuve miedo. Ya había perdido mi habla en la tierra. Al menos esta vez, mantendría la memoria. Me gustaría decir que puedo cambiar todo lo que está sucediendo en la tierra, pero no es así. Creo que hay que hacer algo para solucionar el problema, eso está claro, pero yo no soy quien. Yo ya no.
Ni siquiera me gusta estar aquí. Vereis, yo he pasado muchas horas yendo a misa y en cierto modo me alegra pensar que estaba en lo cierto en cuanto a…bueno, todo esto. Pero estaría mejor si no hubiese nada después de la muerte. Me habría gustado estar equivocada, y sentir el placer de dejar de sentir. De desvanecerme. Recuerdo el dolor punzante que sentía al recordar. Cuando miraba a los ojos a mi nieta y era consciente de mi estado de deterioro, pero no podía expresarlo, porque aunque en ese instante entendiese todo, el cerebro no estaba dispuesto a regalarme las palabras que necesitaba. Tenía que limitarme a mirar, lagrimeando, esperando a que ella entendiese que esta vez sí la estaba mirando a ella y no a la nada. Llevo sintiendo mi fin desde que me empezó a fallar el cuerpo, la vista, y los recuerdos. He practicado demasiado la muerte en vida. Ya soy una experta en esto de estar muerta, y sería un poco absurdo desperdiciar toda esta experiencia volviendo a nacer. Ojalá quien vaya sí encuentre las palabras, y las sepa apreciar. Ojalá quien vaya se comunique con el ser humano con la mirada sincera de quien no tiene vocabulario, la del bebé inexperto y la del abuelo senil, pero hable con la sinceridad con la que el buen adulto se dirige a los mismos. Ojalá quien vaya a servir de guía sea capaz de recordar.
Nunca creí que el buen líder fuera el hombre serio capaz de despojarse de los momentos de ternura que le marcaron. En las sonrisas, en los paisajes, en las caricias, en el olor de la tierra, en la mirada de los que se despiden, hay una fuerza indispensable para entender la realidad. También en el dolor. En definitiva, en el recuerdo. Somos pasado. Ojalá quien vaya a marcar un nuevo futuro sepa esto. Ojalá pueda pronunciar palabras mejores que las que perdí. Sé que nadie me ha entendido. Que solo he dicho “Washuwashu”. Pero si en mis últimos años mi nieta me entendía sin palabras, quizá alguno de vosotros también.
(Silencio.)
Por cierto, me ha hecho mucha gracia la primera prueba.
Washuwashu se va del escenario.
Lucifer — Y ahora sí, por fin, vamos con Álvaro.
Álvaro se tropieza al subir al escenario y cae al suelo de forma muy ruidosa haciendo volar unos papeles que llevaba en la mano. Los recoge, se recompone, y se dirige dignamente al atril.
Álvaro — Bueno, primero que todo: Hola. He escrito una cosa. No sé muy bien cómo arreglar lo que se pide que arreglemos así que he decidido escribir pensamientos sueltos. Esto es más una manera de pedir que alguien nos ayude o que nos pongamos todos a pensar en cómo arreglarlo que otra cosa. Bueno, eso, perdonad si no es suficiente. Allá voy.
Lucifer — Y lo hizo. El capullo lo hizo. Empezó fatal. Pero fatal, fatal.
Álvaro — ¿Qué es una bolsa? Algo donde se guarda algo ¿no? Pues eso. Es como una metáfora. Y las bolsas, como todo, tienen asas.
Lucifer — Usó demasiado la palabra legítimamente. A veces de forma errónea.
Álvaro — Legítimamente creo que los perros pueden ayudarnos. Si nos fijamos en los perros bien, y en su mirada legítima. Puede que veamos una pista. Cagan en la calle los perros.
Lucifer — Fue muy insistente. Se pasó tres horas y doce minutos diciendo metáforas de mierda y frases inconclusas. Pero era divertido escucharle. Y consiguió hacerse entender. A la larga. Además, sus razonamientos eran tan jodidamente simples que todo el mundo los entendió. Y así, hizo el discurso que necesitábamos para salvar al ser humano.
No lo podía creer. Por primera vez, sentí que había esperanza. Pareció vislumbrarse entre vuestro nublado egoísmo. El tonto del culo del resbalón, ¡Os iba a salvar! (Silencio.) Preparamos todo y le mandamos de vuelta a la tierra, entre aplausos, entre gritos de ilusión.
Se oye una ovación muy fuerte y extremadamente breve.
Y poco duró esa esperanza. Hubo algo con lo que no contábamos. No basta con decir las palabras adecuadas, también necesitan ser escuchadas. La avaricia ha impregnado tanto vuestra alma que no sois capaces de dar valor a un mensaje que no sea el vuestro. Sólo queréis oír resonar vuestras palabras. Y la sed de dinero de aquellos que manejan las redes de entretenimiento ha hecho que seáis bombardeados con información hasta el punto en el que no podéis distinguir cuando alguien os habla desde el corazón y cuando alguien os intenta vender algo. Los bienes materiales son limitados, pero vuestro tiempo se regenera con el nacimiento de nuevos seres. Y los dioses terrenales lo saben, y han decidido apropiárselo. Y seguirán hasta que no os quede un momento para respirar en la montaña. Hasta que ninguna imagen os pueda sorprender. Hasta que ninguna palabra os pueda hacer sentir. Y tengais que buscar el sentido en lugares en los que caben los anuncios. Hasta que no quede en vosotros un “te quiero”, ni un “me alegro de verte”, ni un “cuídate”, y sólo resuene un constante y hueco “adquiéreme”.
Con los oyentes anulados, la palabra se vuelve inútil. Y hasta aquí esta historia. Este es el plan B, contaros lo sucedido, con canciones y comedia, para que entre todos busquemos un plan C. ¿Y a quien quiero engañar? No va a funcionar. Pero debo seguir intentándolo hasta que en mi mundo, al igual que en el vuestro, ya no quepa nada más, y lo que quepa tenga dueño.
Lucifer recibe un botellazo y cae desplomado. Oscuro Breve.
Epílogo
Profesor — Y ahí acaban las olimpiadas
Chaval — Ahí acaban.
Profesor — Y el mensaje viene ahora, entiendo, cuando llegue a la tierra, tendrá que decir algo el personaje. Me gusta de cierta forma el construir una expectativa para este momento y entonces soltar el discurso final. Esto se pone interesante.
Chaval — Ese es el final.
Profesor — No lo es y lo sabes. ¿Por qué has empezado a escribir esto?
Chaval — No puedo salvar el mundo con un discurso. Y lo maduro es aceptarlo. Tú deberías saberlo. Don madurez.
Profesor — La derrota asumida no es madurez, es tristeza.
Chaval — Me da igual si no es el final. No voy a acabar la obra.
Profesor — ¿Cómo?
Chaval — He hecho más páginas de las mínimas para aprobar, y no me apetece escribir más.
Profesor — Deja de hablar conmigo cómo si fuese tu profesor. Soy la voz que te dice que te centres. Que te levantes. Que dejes de pensar en suicidarte. Que salgas de este infierno de cuatro paredes. Y que busques, sin rodeos, sin bromas, la esperanza en tu cielo subterráneo al que paradójicamente has decidido llamar infierno.
Chaval — Eres lo que yo quiero que seas. No hay nada en ese cielo. Ya he mirado. ¿Y si lo hubiera que más daría? Una historieta falsa y complaciente no va a arreglar nada.
Profesor — ¿Quieres que sea tu profesor? De acuerdo. Suspenso.
Por escribir un texto sobre un cuadrado dando vueltas a círculos viciosos, absurdos y banales para no acabar diciendo nada. Le falta un final.
Chaval — Mentira. (Pausa. A público.) No me puede suspender por eso. Y que si me da la gana le planto un oscuro, ¿Que no le gusta el final? Pues que no le guste. Yo he cumplido.
Profesor — Estás sólo escribiendo. Sólo. Y eso es parte del problema. Asume tu situación y deja de pensar en botellas que hacen risa. Nadie se va a reir de tus botellas básicas y huecas. Deja a Álvaro hablar.
Álvaro aparece en escena para decir algo y chaval le mete un botellazo con la botella vacía de coca cola del suelo de su cuarto. Álvaro cae desplomado.
Chaval — Las botellas son lo que más me gusta de la obra.
Profesor — Claro, el sentido de todo estaba en las botellas. Lo que pasa que no lo he sabido ver, ¿verdad? Venga, a la mierda.
Chaval — Pues sí.
Profesor — Vale, ¿cuál es el mensaje de las botellas?
Chaval — Dale una vuelta tú, no te lo voy a dejar todo masticado.
Profesor — No te estoy preguntando como espectador.
Chaval — Para empezar no eres quien para venir aquí. Este espacio está reservado para fantasmas del pasado y nubes negras. No pegas nada con lo que hay aquí. Y molestas. Y no te he pedido ni ayuda, ni consejo, ni te pienso pedir permiso ni perdón. Acaba así. Botellazo. Oscuro. Final. Y si no te gusta, pues no te gusta.
Profesor — No te vas a terminar de asomar.
Chaval — No. la obra está terminada. Ya se han apagado las luces. Mira. No se ve nada.
Profesor — Sabes que eso no es verdad.
Chaval — No vuelvas a hablarme con condescendencia. Y déjame en paz.
Profesor — ¿Notas el bucle? Yo te he dicho “sabes que eso no es verdad” casi tantas veces como tu me has dicho que te deje en paz. Igual no es la mejor estrategia para que me vaya ¿No crees? Te dejaré en paz cuando me digas cual es el mensaje de tu botella.
Chaval — ¿Y qué quieres que diga? ¿Qué pretendes que diga sobre este mundo de mierda? No tengo esas palabras salvadoras y tú tampoco. ¿Por qué me pides que las busque?
Profesor — Porque necesito que saques fuerzas para buscar algo. Y te ha dado por escribir.
Chaval — Me voy al infierno a buscar a personajes en paz porque los de aquí me dan miedo y pena. No puedo dar ningún mensaje bonito. No soy capaz. Me tengo que imaginar otra realidad. Tengo que recurrir a un espacio inventado para encontrar una forma creíble de solucionar esto. Y no la he encontrado.
Profesor — Por ahí. ¿Solucionar esto? ¿Qué es esto? Ponle nombre a ese esto y quizá encuentres una dirección.
Chaval — Que te calles. (Silencio.) Digo “esto” porque esto es demasiado complejo como para definirlo con una sola palabra. No se puede nombrar a la niebla que cubre el mundo, al alquitrán que nos une. ¿Cómo se habla de un mundo tan hostil? ¿Cómo se le llama? ¿Quieres que lo llame capitalismo para que parezca que soy mínimamente capaz de señalar al enemigo? El capitalismo claro que es una mierda pero quizá el enemigo sea la avaricia. O el ser humano. O yo. Quizá soy yo el que está mal porque veo el mundo pudrirse por fuera mientras me pudro por dentro. Y de lo de fuera puedo culpar a mucha gente. Pero lo de dentro, quizá por vivir en el “esto” ese o quizá por querer encajar, o porque vengo de la podrida especie humana…por lo que sea, lo de dentro es también culpa mía. ¿Cómo se señala fuera y dentro a la vez?. Claro que no hay mensaje. El único mensaje que existe cuando te sientes en guerra es el de ataque y no se dónde está mi enemigo. No lo puedo señalar. No puedo dar la orden. Está fuera y dentro. Como un calcetín reversible. (Pausa. Sonríe) La botella es imprescindible porque si me tomo esto en serio no soy capaz de salir de la cama. Necesito algo absurdo.
Profesor — No te lo estás tomando en serio y sigues sin ser capaz de salir de la cama. Le falta esencia. Le falta verdad.
Chaval — Al menos con el absurdo se me olvida un rato que no soy capaz. Cuando mi héroe absurdo está señalando al real. Desde la absurdez, porque es absurdo. Porque no se puede imaginar de otra forma.
Profesor — Qué forma más cómoda de justificar que tu texto no tiene ni pies ni cabeza.
Chaval — No tiene ni pies ni cabeza porque los pies están atados y la cabeza enublecida.
(Silencio. Chaval respira derrotado)
La esencia de la obra es lo que me criticas. La esencia de la obra es la insatisfacción que genera no estar completo, no tener soluciones para todo y desconocer las partes que no te atreves a mirar. A señalar.
Si Álvaro no puede arreglar nada, ¿que te hace pensar que yo si?
Profesor — ¿Por qué has empezado a escribir esta obra?
Chaval — Porque pensaba que arreglando el mundo con un discurso que soy incapaz de escribir podría perdonarme a mí mismo.
(Silencio.)
Mi mensaje es esto. Y lo descubres si tiras de la cuerda de huida que tiro fuera del pozo. Te estoy enseñando la cuerda con la que me escapo a veces. Si no te asomas abajo eres libre de disfrutar de un buen botellazo en la cabeza. Y espero que lo hagas porque aún nos queda esto. ¿Por qué no disfrutarlo? Ese es el mensaje de mi botella. Y la tiro al mar sin esperar una respuesta. ¿Te parece insuficiente? Pues no sé donde hay más. Y tú tampoco. Deja de fingir que sí.
Profesor — Escribir para evadirse es cobarde.
Chaval — Hacerlo para desahogarse es patético. Déjame que me calle.
Profesor — Escribe un final. Uno de verdad.
Final de verdad
(Álvaro naciendo)
Alvaro — Ya veo la luz. Que estresante es esto de nacer. Que si, que ya salgo. Estoy intentando…si no me dejáis. Abre. Abre, va. Pero no cierres, si ya salgo. Vale ,ya, ya. Ahora si que si. Ya. Gente. He nacido. ¿Debería dar el mensaje ya? Es más impactante si lo dice un bebé ¿no? Quiero decir, si espero a la edad en la que se aprende a hablar puedo ser un niño loco al que se le ha ido la cabeza diciendo que viene del infierno. Tiene sentido que lo haga ahora. Así será algo insólito. Lo ensayo con el doctor y con mi nueva madre y ya ellos correrán la voz de que un niño ha soltado un discurso sobre el fin de la humanidad. Seguro que sale bien. ¿Puedo hablar? (Con una voz del averno.) Hola. (El doctor, que lo tiene en brazos se queda bloqueado.) Si puedo hablar. Perfecto. (Voz del averno) Vengo del infierno.
El doctor grita muchas cosas en coreano
Mujer — ¡Ayuda! ¡Mi hijo ha dicho que viene del infierno! ¿Alguien que sepa coreano puede informar al doctor?
La enfermera le dice algo al doctor al oído.
El doctor grita aún más alto y agarra violentamente una botella. Revienta a botellazos al bebé y lo mata mientras sigue gritando en coreano. Está totalmente fuera de sí. Para en seco, ve lo que ha hecho y se siente fatal. Dramáticamente, con mucha lentitud, mientras suena un riff de guitarra, se mete un botellazo y cae inconsciente. El riff para.
La madre se acerca al cadáver bebé. Lo mira temblando.
Madre — Esto es una broma, ¿no?
La escena queda congelada.
Profesor — Esto es una broma, ¿no?
Chaval — (Con un tono serio que oculta tristeza.) Sí.
La enfermera abandona la escena. Madre abandona la escena. El Profesor abandona la escena. Tomiko abandona la escena. Queda sólo en el espacio vacío un chaval junto al cadáver de un bebé que casi salva al mundo. Oscuro.
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“El cuadrado de la avaricia”. Ilustración de Alen Rocamora. |